Dolan Mor, Larvalar. Candaya, 2022.
Dolan Mor pertenece a un colectivo muy escaso de escritores, por los
que siento una gran afinidad: los escritores de los que no puedes fiarte. Como sucede
con Joseph Roth o algún novelista español nacido en la década del 60, cuyo nombre
posponemos de momento, con Dolan Mor hay que poner en cuarentena casi todo lo
que diga o cuente públicamente de sí mismo, y tomar sus libros como una continuidad
de sus mistificaciones por otros medios.
En rigor, esta nota debería ubicarse en la entrada que dedicamos hace
unos meses a los dispositivos intergenéricos de impostura, a los que podrían
sumarse también otras obras de Mor, como su Antología de Spoon River, de
la que hablamos en su momento. Sus obras están trasvasadas de literatura, que concurre en forma de homenaje (en este caso, a Grains et issues de Tzara, publicado en 1935), intertexto o palimpsesto, con guiños constantes a otras autorías, en las que a veces se diluye. Larvalar, fiel a esta senda, tiene que ver con cualquier
experimento literario donde una forma metamorfoseante se alíe con una disolución
autorial. En Larvalar, de la misma manera que los personajes-yoes
poéticos tienen dudas identitarias y su subjetividad (y su género sexual) fluye
y se desmaterializa a partir de metamorfosis de la propia identidad del autor (Dolan
Mor [seudónimo] – Lilo Mor [supuesto autor de la imagen de portada], Orlando
Mora – Alina Mora / Larvalar, Larva, Lar – Valar), también los géneros
literarios se hibridan y desdoblan, correspondiendo a los poemas titulados como
“Lar” la voz más lírica y a los textos numerados bajo la rúbrica de “Valar”
como más épicos o narrativos, como cuentos en prosa. La subjetividad disuelta encuentra
un correlato en los géneros mezclados, de manera que todo en el libro (voces,
personajes, géneros) va fluyendo a través de la metanoia constante.
Fotograma de A
Dangerous Method, David Cronenberg, 2011.
Larvalar, por tanto, explora la utilización
de dos espejos (un motivo recurrente en libros anteriores de Mor), uno sexual
donde se refleja Alina y se reduplica Orlando, para explicar la división del
sujeto (y, en segundo grado, la multiplicación psíquica del autor), y otro azogue
de corte literario, donde narrativa y prosa se espejean hasta crear una
retícula donde parece que no se habla de nadie, pero se está hablando, en poemas
tan distintos como sugerentes, de todos nosotros. Jung escribió: “El hombre
natural no es una individualidad, sino partícula de masa y masa, un ente
colectivo hasta un punto que no está siquiera seguro de su yo”. Cómo no
reconocerse en esa duda, en esa incertidumbre, que en Larvalar es la única
forma posible de identidad.
Tania Favela, La imagen rueda. Los libros de la
resistencia, 2022.
En el
caso de que ustedes impartan un taller de escritura —y calculo que hay un 57%
de posibilidades de que lo hagan—, cuando lleguen a la lección de la enorme
importancia del ritmo en la literatura, ya sea en prosa o en poesía, pues en
ambas disciplinas es esencial el ritmo, harían bien en trabajar con sus alumnos
algún texto de La imagen rueda de la mexicana Tania Favela (1970), libro
que es toda una lección al respecto. Favela despieza el discurso en unidades
sintagmáticas que pueden o no coincidir con un verso, y a partir de repeticiones,
parataxis, ritornelos y resonancias —tanto sonoras como significantes— explora
las posibilidades de la combinación gracias a un ritmo que oscila entre la
letanía y el énfasis, roto a veces por otros sintagmas entre guiones o entre
paréntesis. A este entretejido textual se unen otros dos elementos que incrustan
sus esquejes al conjunto: las citas (algunas explícitas, como las de Hugo Gola,
otras más escondidas, como versos de Basho, Oliverio Girondo, el Tao te King
o lemas budistas) y retazos captados de la lengua oral, como apunta
José-Ignacio Padilla en su nota de contracubierta, que se transforman en piezas
sónicas resignificadas al insertarse en el tejido complejo y perfectamente
construido de los poemas de Favela. Dividido en varias partes que van afinando
sendas exploraciones formales y sonoras, La imagen rueda hace honor a su
título (tomado de un poema de Gola, a quien Favela dedica su reciente ensayo La
trama ininterrumpida, 2022) y va dejándonos fogonazos que no perduran en la
retina, sino en el oído, gracias a la potencia rítmica, casi oracular, de su
enunciación. Un libro sabio y maduro que sabe abrir el lenguaje propio a otros
lenguajes, en un tablero interminable de tensiones dentro/afuera en el que
muchas veces se juega la poesía.
Pablo García Casado, La madre del futbolista. Visor, 2022.
Quienes
conozcan la poesía de García Casado reconocerán en La madre del futbolista
alguno de sus puntos fuertes como escritor: su sensibilidad para poner el foco
en los problemas que acucian a las clases medias-bajas —cada vez más bajas y
menos medias—, sus dotes para retratar psicologías de un plumazo o a partir de
un detalle revelador, su trabajo entre "lo colectivo, lo íntimo, lo social y lo personal" -como dice Antonio Lucas en el prólogo-, su capacidad plástica para visualizar atmósferas y
escenas, o el submundo de la pornografía casera realizada por necesidades
económicas, que ya abordase en su último libro de poemas, La cámara te
quiere (2019). Es precisamente la comparación con este conjunto de poemas
en prosa la que puede darnos pie a esclarecer las hondas diferencias entre lo
que García Casado entiende por poema y por relato, pese a lo que opinasen en su
momento algunos lectores despistados, que acusaban a su lírica de prosaica o de
excesivamente narrativa. La prosodia, el ritmo, el enfoque y la tensión son completamente
diferentes en La madre del futbolista y La cámara te quiere, incluso
en las páginas que tocan temas comunes, demostrando que lo que hace el autor en
sus libros de poemas es una tensionada y honda poesía en prosa, que poco tiene
que ver con la narración más relajada y fabuladora que se aprecia en su debut
novelesco. Las dos líneas narrativas que se alternan en La madre del
futbolista (la de la protagonista como madre, por un lado, y sus vivencias
como actriz de cine adulto, por otro) caminan paralelas primero y van estrechándose
después, en un paisaje reconocible que tiene como fondos la crisis permanente,
la vida mostrenca, la España de los pelotazos inmobiliarios y la necesidad de la
mayor parte de la población de abrirse paso entre recesiones, pandemias y otras
calamidades más o menos estructurales. El resultado es un fresco gris, doloroso
a ratos, donde los únicos ramalazos de esperanza vienen de una poderosa
Afrodita capaz de sacar adelante a un hijo que promete como futbolista, y de la
sensibilidad de este. Una novela que viene a completar el gran relato de la
España real del XXI que García Casado lleva escribiendo desde 1997.
Dionisia García, Vuelo hacia dentro. Libros del Aire, 2022.
En este libro, primero de la colección Altoaire de la joven editorial
Libros del Aire, dirigida por Carlos Alcorta, la poeta albaceteña Dionisia
García reúne aforismos y pensamientos escritos entre 1999 y 2018, organizados
por meses. Como es lógico en un conjunto que se extiende por una cronología tan
vasta, el contenido es, pese a su compilación bajo la etiqueta aforística, bastante
heterogéneo, pues pueden hallarse en él aforismos stricto sensu,
divagaciones, citas, apuntes de paisaje y algunas gotas de literatura
sapiencial que la prologuista, Consuelo Ruiz Montero, entronca con la tradición
griega, parangonándolos con las admoniciones y moralidades de Tesíodo o
Demetrio de Falero. En todo caso, en algunas de las piezas contenidas en este tesauro
pueden advertirse conexiones con la poesía meditativa de García, y en otras hallamos
apuntes u observaciones atinadas o interesantes. Selecciono algunas, de entre
las muchas posibles:
Un poeta comentaba sobre la gran carga de pasado que
soportamos. Los ayeres rompieron el compromiso retirando sus referencias, para
dejarlo en el hueso.
*
Ventanas que miran, sin entender, la ceremonia de la vida.
*
En el Ampurdán, los árboles se comunican entre sí. Pasada
la lucha con la tramontana, vuelven a la quietud. Sin embargo, ya no pueden soñar
porque se sienten acechados.
*
Si no nos esmeramos, ver comer a otro es un espanto.
*
Clavicordio es una palabra acaracolada.
*
El olvido se impone cada tres generaciones.
[Relación con los autores: ninguna con Tania Favela y Dionisia García; con Dolan Mor he sostenido correspondencia sobre sus libros, y con Pablo García Casado, amistad. Relación con las editoriales: ninguna.]