Guillermo
López Gallego, Afro; Pre-Textos,
2016.
Hace algunos días escribió Alberto Santamaría en Facebook
que “posiblemente Guillermo López Gallego haya escrito uno de los mejores
libros de poesía en castellano de los últimos años”, refiriéndose a Afro, la última entrega de ese poeta reservado
e inteligente que firmó hace ocho años El
faro (2008). La primera vez que leí Afro,
hace casi un mes, no pude evitar relacionarlo con La tierra baldía de T. S. Eliot; no sólo por la mención explícita (p.
16, en adelante cito las páginas sólo por su número entre paréntesis), o la
referencia al “correlato objetivo” (30), sino por el diálogo estructural entre un
poema extenso y un largo añadido de “Notas” finales, a medias explicativas y creativas,
que recuerdan a las que Eliot añadiera a una de sus obras cumbres. También hay otros
detalles (la parataxis, la mirada en movimiento, etcétera) que pueden recordar a
The Waste Land, pero el complejo de referencias
estéticas explicitado por el autor, de la poesía hispanoamericana a la francesa
(de la que es traductor), pasando por cierta mirada zen (13, 22), así como al recuerdo
de voces como Claudio Rodríguez o Wallace Stevens, nos anima a ver Afro como un poema-río en el que distintas
tradiciones se aúnan para volcar la mirada sobre un país extraño (Liberia), en la forma poemática que más libertad le procura
al autor.
*
Decir que Afro
es un libro en el que la mirada es fundamental sería una obviedad, porque
todos los libros de poemas lo son; diríamos, para precisar, que es -en parte-
un poemario sobre la mirada, un análisis
del modo en que se observa como extraneus.
El ejercicio descriptivo, notable en muchos momentos, se construye gracias a la
panoplia de lecturas con las que López Gallego mira. Ambas capas de sentido han sido bien desentrañadas y unidas por
José Ángel Cilleruelo en su lectura del libro:
“Ninguno de estos dos elementos, ni su perfecta
simbiosis, da existencia al poema. El poema no es la observación de un espacio,
sea propio o ajeno, aunque la contenga; ni es tampoco la refundición de un
magma de lecturas, aunque las necesite para no naufragar. El poema es la asunción
lírica de ambos componentes de la experiencia; su transformación en la esencia
misma del sujeto: «Me disuelvo lentamente / En lo que antes me rodeaba / Y
ahora soy yo». Y este es el significado de Afro, el espacio-otro emerge
dentro como una auténtica otredad: «No diferencia realidad de presente»”[1].
*
Sí, Afro parece
ser un ejercicio claro de disolución del yo; amén de lo citado por Cilleruelo, podemos
rescatar otro ejemplo: “abandonar el disfraz de yo en esta playa” (21), que es
una cita de Transtömer, pero una pregunta no deja de asaltarnos: ¿puede uno
diluir su yo si no diluye las lecturas, la mirada cultural a través de la que dice disolverse? ¿No debería quien se
disuelve en una playa quedar diluido también en un lenguaje de arena? Pero entonces se cuela Borges de rondón y nos
damos cuenta de que no es tan fácil, de que es más fácil metamorfosearse que
desaparecer.
El poema comienza con la traducción de un letrero
adherido a un coche y termina con este verso: “Dice una voz” (32); quizá la disolución
es cultural, e implica disolverse en
otras voces.
La elipsis y la notredad -volveremos a ello en El
sujeto boscoso, antes de fin de año- son los ejercicios radicales de
desaparición. Afro se acerca, pero la
mirada originaria se resiste a desaparecer. No es un defecto, es una forma de
supervivencia, porque el poeta busca mirar desde
el final. Luego explicaremos esto.
*
“Soy las mujeres del mercado de Monrovia (…) Soy los
demonios que bailan (…) Soy los hombres ociosos que a la puerta de su casa escuchan
/ El rumor panteísta que viene de la selva” (Afro, 17-18). “Je suis le saint, en prière sur la terrase (…) Je suis le
savant au fauteuil sombre (…) Je suis le piéton de la grand’route par les bois nains",
Arthur Rimbaud, « Enfances, IV », Illuminations.
*
Sobre la semántica del poema, hay que hacer notar que
López Gallego no ha titulado su libro África,
ni Africano, sino Afro. Esta opción es significativa, por la
variedad de horizontes de entendimiento que aporta. Afro es el prefijo que se utiliza en ciencias sociales para definir
a los grupos étnicos africanos, pero también designa, utilizado a solas, a sectores
de inmigrantes en las sociedades occidentales, a tipos de música e incluso a estilos
de peinado relacionados con los movimientos activistas afroamericanos en los
Estados Unidos, donde nace la palabra “afro” en los años 50. Como no es posible
situarse en la mente del autor, como lectores entendemos que el propósito de la
elección no es tanto político como polisémico, en el sentido de no quedar restringido
a ninguna de las acepciones anteriores, y no cerrarse a la concreción geográfica
que África, por ejemplo, hubiera traído
consigo. En cierto sentido, Afro viene
a significar lo africano visto desde fuera,
y eso nos abre otra perspectiva de análisis, la colonial.
*
Un elemento a destacar del libro es que López
Gallego no intenta en absoluto lo que llamaríamos el “postureo del
desclasamiento”, expresión algo desafortunada pero que intenta explicar la no
menos desafortunada pose de quien visita un país desfavorecido y quiere tener
una mirada anticolonial sin aceptar de dónde y cómo ha venido, o intenta ser por
un rato más paria que los parias y “ponerse en su piel”, sabedor de que unos
días después le aguarda el confort primermundista de su casa. Se producen en
esos casos, frecuentes en descripciones turísticas de la India, dos errores: una
mirada postcolonizadora ignorante de serlo, y el desclasamiento pasajero que
produce una falsedad inmediata y reconocible, ya que ese tipo de tránsfugas,
según Claude Grignon, “hagan lo que hagan, continúan descifrando la cultura
popular por medio del ‘código’ de su cultura de origen (…) y terminan siempre
por retornar a su clase de origen (aunque sólo sea bajo la forma de un libro)”[2].
López Gallego actúa con honestidad y no cae ni en el primer falseamiento de la
experiencia ni en el segundo, limitándose a construir un relato desde su mirada
personal y sus elaborados códigos trilingües, sabedor que los rudimentos culturales que maneja no van a encontrar un espejo
en la mirada otra en la que se
contempla. Pero al hacerlo con autoconciencia y limpieza, sin poses afectadas, nos
ofrece un trabajo honesto en el que el extrañamiento
es parte consustancial de la vivencia. El autor, consciente de su situación
privilegiada en el país donde vive, consigue algo más difícil de hacer lo que a
primera vista parece: una mirada que no es ni
elitista ni antielitista.
*
Otro aspecto de interés: la pulcritud de la observación
permite reflejar todo el horror de las guerras civiles en Liberia (1989-1996 y 1999-2003)
aludiéndolas a través de sus rastros en la vida y el espacio cotidianos. El
dolor ni se oculta ni se muestra aparatosamente, más bien se le deja espacio para que aparezca. Al aspectoso ruinoso que la
humedad confiere a los edificios incluso recién construidos -lo que el autor
describe como “gótico africano” (12)- se unen las ruinas bélicas, así como las
huellas de proyectiles o balas en los hogares con que los liberianos conviven
con normalidad. Esos agujeros y oquedades en los muros son diafragmas ópticos
de doble vuelta, por los que los habitantes miran la vida y López Gallego los observa
a ellos.
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Un sano sentido del humor aparece cuando López Gallego
explora su modo de mirar y de reconstruir la experiencia. Tras describir a un
dependiente tuerto en el poema (16), el autor aclara en las notas que “en
realidad no era tuerto, pero las epopeyas, por modestas que sean, necesitan cíclopes”
(40). O también: “No pis na ya:
prohibición de orinar, en lengua krio,
la lengua franca de Sierra Leona, escrita en un letrero bajo junto al Mamba Point
de Freetown (…) De noche, iluminados por la luz verdosa de una gasolinera
cercana, el letrero y el rótulo tienen algo de trascendente” (41-42).
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“Cuándo es fin
y cuándo es final?” (18). El poemario
comienza con una cita sobre el final, una cita desviada de Mark Strand, que convierte el original (“Not to despair;
if the end is come, it too will pass”) en “Si el final ha llegado, también pasará”,
cuando alguna traducción prefiere “y que si llega el fin, pasará eso también”. Del
mismo modo que el autor toma la realidad para alterarla, utiliza la tradición para
cambiarla y ajustarla a sus fines expresivos.
En todo caso, parece que
López Gallego participa del deseo del personaje de Beckett: “acabar es de desear,
acabar sería maravilloso, quien quiera que yo sea, donde quiera que yo esté”[3]. La experiencia vivida no
termina con el final de su anécdota, ni con su recuerdo, sino con su puesta por
escrito o, más bien, con su publicación en libro. No es sólo un principio mallarmeano,
que también, sino un modo eliotiano de entender la destilación de la experiencia,
que sólo acaba cuando se le restituye el sentido (Four Quartets). "Ce ne peut être que la fin du monde, en avançant", Rimbaud, "Enfance".
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La importancia del libro de López Gallego no está sólo
en lo que ofrece, también descansa en las preguntas que nos hace y, sobre todo,
en las preguntas que se formula a sí mismo.
[Relación con el autor: escasa pero cordial. Relación con la editorial: es el sello donde publico mis libros de poemas]
[1] J. Á. Cilleruelo, “Afro, de Guillermo López Gallego (desplegable)”,
El visir de Abisinia, 14/05/2016,
accesible en http://elvisirdeabisinia.blogspot.com.es/2016/05/afro-de-guillermo-lopez-gallego.html.
[2] C. Grignon en
Jean-Claude Passeron y Claude Grignon, Lo
culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y en literatura;
Las Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1992, p. 102.
[3] Samuel Beckett, El Innombrable (1953); Alianza
Editorial, Madrid, 1971, p. 51; traducción de Rafael Santos Torroella.