Reseña publicada en el número de febrero de Publisher's Weekly
Berta García Faet, El arte de encender las palabras. La dimensión
conmovedora de la poesía. Valencia: Barlin Libros, 2023, 215 páginas.
Cómo
aprender a leer poesía
Los poetas españoles no suelen ser demasiado generosos a la hora de
poner por escrito sus reflexiones sobre la lírica, ya sean sus convicciones
personales acerca de su propia práctica (es decir, su poética), ya sea
una elaboración más general sobre el hecho poético entendido como género
literario. Por ese motivo hay que saludar siempre las escasas aportaciones
singulares que ven la luz en nuestro panorama, como este ensayo, El arte de
encender las palabras. La dimensión conmovedora de la poesía, publicado por
Berta García Faet en la editorial valenciana Barlin Libros.
Estamos ante un ensayo largo, libérrimo y profundo,
donde las amplias libertades personales que se ha tomado la autora dialogan a
la perfección con el rigor intelectual, aunque García Faet ha preferido usar un
tono ameno y desenfadado, evitando la erudición y manteniendo al margen el
aparato crítico, con el objetivo de permitir el acceso a todo tipo de lectores
interesados en saber más sobre poesía. La autora, creo que atinadamente,
prefiere interesar a impresionar y sugerir ideas a demostrarlas; para conseguirlo,
sustenta sus aseveraciones mediante una larga e interesantísima ejemplificación
de casos, que por sí sola es otro valor del volumen, como invitación a la
lectura. La presencia y variedad de estas piezas supone la existencia en El
arte de encender las palabras de una suerte de sustanciosa antología
poética, que se ubica dentro de un ensayo, lo cual lo hace todavía más
atractivo. Otro elemento de interés viene constituido por la decisión editorial
de convertir las notas en un atrayente elemento de diseño gráfico, cuya
finalidad se aclara en una nota al final del volumen: esa opción de situar las
notas al margen, en vez de emplear las tradicionales notas al pie, supone un
diálogo con la tradición lingüística e histórica, pues imita deliberadamente las
“glosas” de los manuscritos medievales (glosas donde aparecieron, como es
sabido, las primeras palabras de nuestro idioma, a finales del siglo X y
principios del XI). Un encuentro entre contemporaneidad y medievo que también
sostiene García Faet en alguna de sus obras poéticas y que muestra su sólida
formación literaria.
Para entrar en el contenido central de El arte de
encender las palabras. La dimensión conmovedora de la poesía, hay que
anotar que García Faet tiene presente la retórica tradicional y sus tropos o
figuras, pero proponiendo una conceptualización más contemporánea y abierta, de
enorme interés. Se advierte el regreso a cierto platonismo lingüístico, al plantear
la posibilidad de un posible hilo directo entre significado y significante; una
defensa de la connotación natural y la conciencia de que “toda elección léxica
desencadena una serie de tropos asociados” (p. 174) y también de sentidos
adheridos, porque “en el decir poético todo cuenta” (p. 130). Es decir, en el
momento de la escritura se genera un movimiento de “arrastre” que provoca que
las palabras digan mucho más de lo que en un principio aparentaban expresar. En
una entrevista sobre el ensayo publicada en mi blog Diario de lecturas,
explica la propia autora:
“Creo que tengo un perfil que veo bastante en nuestro mundo: obsesivo,
muy enamorado de la filología, muy enamorado de las etimologías, de todo ese
tipo de cosas. Piensas por ejemplo en la palabra ‘corazón’ y te vienen a la
cabeza todos los sentidos de ‘corazón’ a lo largo de la historia, en diferentes
textos, en distintos idiomas… Pero llega un momento en que tienes que parar. El
significado, o los significados, que estás tratando de cuajar en ese momento de
la escritura, por algún tipo de magia quizás le lleguen a la persona al otro
lado del papel, si es que estáis, digamos, destinados a ello, no sé si por destino,
pero yo creo que tiene que haber una afinidad de temperamentos, más allá del
papel, para que tu mundo de connotaciones cuando me lees y mi mundo de
connotaciones cuando escribo de alguna manera se toquen.”
Por supuesto, en ese diálogo de entendidos y
malentendidos es donde aparece el factor de la empatía, la emoción compartida
de lectura y escritura que se condensa o cristaliza al recorrer los versos. Por
ese motivo, García Faet postula la función “conmovedora” de toda buena poesía, entendiendo
conmover como algo que nos afecta, nos apela o interpela, y que impide sentir
indiferencia al leer el texto –quizá la mala poesía es la que produce el triste
milagro de dejarnos igual, de no producir efecto en nosotros–. También hay otro
aporte significativo; si en el Renacimiento italiano y español los sentidos
nobles y políticamente privilegiados eran los de la vista y el oído, el ensayo
de García Faet recupera el sentido del tacto, dentro de una lectura de la
poesía como un leve “pellizco de la materia” (p. 111). Todas sus visiones y
revisiones y su poética de encender las palabras nos recuerdan a veces al
añorado Eduardo García, cuando se proponía un reencantamiento del mundo,
a través de la mitificación lírica, en otro inolvidable ensayo, La poética
del límite (Pre-Textos, 2005), aunque el camino refundador de la poeta va
por otros derroteros.
En la concepción de la poesía de Berta García Faet
se acumulan varios elementos que resume en la página 163: “La poesía es bien
rara y sorprendente: hay tropos, hay ‘transtropos’ y hay hasta ‘¿tropos?’.
Todos conectan seres, cosas o eventos del mundo (conceptualmente o más
que conceptualmente o no conceptualmente), y todos se encienden a
nuestra percepción y a nuestro decir: todos nos conmueven todo y en especial
[…] conmueven a nuestros conocimientos energizándolos, ensanchándolos.”. Los llamados
“¿tropos?” reciben unas páginas antes el nombre de “presencias”, más exacto y
revelador. La intención autorial es clarificar esa espesa selva de las figuras
retóricas, pedagógicas quizá, pero siempre limitadas y aproximadas, con las que
nos acorralaban los profesores de literatura en el colegio.
Es curioso que la tarea de ir explicando algunos
conceptos teóricos —que casi siempre resultan difíciles en los manuales de
poesía—, en manos de García Faet no cae nunca en el simplismo esquematizado. Su
habilidad pedagógica nos permite ver en la espesura, por lo que El arte de
encender las palabras es un libro especialmente indicado para personas que no
suelen leer ni poesía ni teoría poética, entendible como marco introductorio a
un mundo diverso. De hecho, creo que uno de los elementos que intenta transmitir
García Faet es la feliz y digerible complejidad del fenómeno lírico; a su
juicio, ahondar en cualquier elemento relacionado con la poesía (ritmo,
sentido, relación con el significante, tropos y figuras, roturas de sonido y de
sentido, posibilidades expresivas) revela la riqueza de la práctica poética. Y
ello implica que son inviables las recetas generales y las descripciones
omnicomprensivas, por las muy diferentes soluciones que las muy diferentes
voces poéticas han ido dando a lo largo de los siglos. Y tiene razón, por
supuesto: hablamos de una actividad a la que se han dedicado, con enorme
concentración y talento, algunas de las personas que mejor dominan sus
respectivos idiomas y que devienen virtuosas de las capacidades expresivas de
ese género literario llamado poesía; y todas ellas han practicado el mester
poético con cierta voluntad de diferenciación, en pleno debate crítico con la
tradición anterior para crear una voz propia y generar sus propios recursos
expresivos: ¿cómo sería posible entonces formular explicaciones totalizadoras,
incluso para el elemento poético más limitado y concreto? Y, si la
generalización es inviable incluso los márgenes más estrechos, ¿cómo vamos a
formular leyes acerca de cuestiones abstractas y borrosas, como la relación
entre el significante y el significado? ¿Acaso no variarán por poeta y por
poema? Para García Faet, la poesía tiene una ambigüedad estructural, que no
afecta solo a la operación hermenéutica de leerla y descifrarla, sino que, más
allá, es inherente al hecho mismo de la escritura poética, en que el
poeta a veces asiste en tiempo real a la solución de un problema cuya
existencia ignoraba hasta el momento mismo de terminar el verso, como ya
explicase José Ángel Valente en su momento. Por ese motivo, y como dice con
brillantez Berta García Faet, “en poesía casi no hay equivocarse” al
leer un poema, sobre todo aquellos que son más abiertos, concebidos bajo una
lectura de “la poesía como halo” (p. 167), frente a la escuela más tradicional
en nuestro país, que entiende “la poesía como puzle” (p. 166). Frente a la
sensación de piezas que encajan, característica de esa corriente
interpretativa, la poesía como halo la describe como un sistema de
“irradiaciones, vibraciones, vivacidades” (p. 167), que van generando
sentido(s) de una manera más rica y borrosa, y por eso mismo menos descifrable.
Esta distinción entre lecturas de puzle y de halo me parece especialmente útil
y acertada, porque permite entender a la perfección la apertura característica
de algunos libros de poemas, que expulsan a los lectores cuando intentan
comprenderlos, en vez de dejarse conmover, aludir, impactar o interrogar por
sus versos.
Por último, otro aspecto interesante del volumen
es su relación con la poesía de García Faet, puesto que en algunas partes
pueden encontrarse planteamientos directamente enlazados con su actividad
creativa, como la deconstrucción logomáquica de los clichés (p. 147) o la
“mareación de la perspectiva” que permite a su voz lírica migrar “de sí misma
hasta no se sabe quién o qué. Sin salirse de su yo, cambia y vuelve en sí pero
ahora es ella y otra y ella” (pp. 101-102). Desde estas coordenadas, es más
sencillo entender algunos libros de la autora, como su último poemario, Corazonada
(2023), un desafiante conjunto de poemas de más de 340 páginas de extensión,
cuya ambición nos recuerda la escritura desatada de otro poeta torrencial, José
Luis Rey, aunque sus poéticas sean muy distintas. Hay que destacar la apuesta
de riesgo de la editorial La Bella Varsovia al publicar un volumen tan extenso,
gesto que puede constituir una buena noticia para todos: si se publica un libro
tan personal como Corazonada, es porque se sabe que hay lectores que lo
esperan. Esos lectores y cualesquiera otros pueden y quizá deban acceder
también a El arte de encender las palabras. La dimensión conmovedora de la
poesía, un libro que no dejará indiferente a nadie y que a todos volverá
más sabios.