Bueno, las reglas y el protocolo de la crítica dicen que uno no puede criticar sus propios libros, o aquellos donde uno aparece. Yo creo que eso es verdad, siempre que la crítica sea positiva. Es decir, que un crítico puede poner a caldo sus propios libros (yo lo he hecho, en Singularidades), pero no hablar bien de ellos -dentro de una reseña, claro; en otros foros es su obligación defender su obra-. El caso es que creo que este es un libro importante, por la cantidad y variedad de autores que contiene, y como yo estoy antologado no me pareció ético encargarme de su análisis. Pensaba poner sólo una nota de aparición, como hice otras veces, pero mientras lo pensaba el profesor Antonio Gil González me envió una conferencia donde hablaba de varios de estos escritores. Como le vi interesado, le propuse la posibilidad de hacer una reseña de Mutantes, ya que yo no podía hacerla, advirtiéndole de que era totalmente libre en contenido y espacio, de modo que podía poner el libro a caldo, si quisiere. El resultado de su reseña está ahí abajo, y creo que abre interesantes líneas de investigación sobre nueva narrativa, nocillismo (por cierto, dentro de poco tendremos sorpresas), mutaciones, y otras hierbas.
Mutantes. Narrativa española de última generación.
Selección y prólogos de Julio Ortega y Juan Francisco Ferré.
Selección y prólogos de Julio Ortega y Juan Francisco Ferré.
Por Antonio Gil González
Pequeña paradoja inicial: de nuevo todos coinciden en desear novedades. Por todos me refiero a los agentes del mundo literario (autores, editores, críticos); por paradoja me refiero a la disparidad de intereses y criterios de unos y otros, y especialmente a la polaridad existente en particular entre los de tipo inevitablemente económico y comercial de los primeros, y la reivindicación estética de renovación desde el sector de la vanguardia de los segundos.
Pero en cualquier caso, el resultado es un ambiente propicio para, una vez más, alzar la bandera de la nueva narrativa. Y digo de nuevo porque, evidentemente, se trata de una denominación cíclica y recurrente en todas las literaturas en la época contemporánea, acompañada del gentilicio correspondiente a su consideración nacional: lo que nos deja ante la propuesta, en este caso, de una nueva narrativa española que podrá o no ─dependerá tanto de la producción narrativa misma como, sobre todo, de factores contextuales con los que consiga diferenciarse desde el punto de vista de su recepción─ institucionalizarse como una denominación crítica o caracterizar una época de nuestra historia literaria. La novedad de lo nuevo, que permite barruntar que la tendencia fragüe en este caso, es la densidad con la que se está reclamando campo por parte de los creadores, y la buena acogida que, en apariencia, le está deparando el mercado, y, tímidamente, la crítica: primero, como es obvio, la de carácter periodístico e informativo y, después la de carácter académico.
La cronología, también es propicia, y el cambio de siglo (y de milenio, ni más ni menos) no puede resultar más favorable para una operación historiográfica de este tipo. Y también suele resultar necesario un icono, una denominación, una obra, una fotografía de grupo, un manifiesto, ¡una antología!, un autor o escuela a los que endosar la etiqueta, y que le dé al fenómeno la requerida visibilidad mediática, y, en segunda instancia, consiga hacerle pasar a los anales de los libros de texto ─y especialmente a los programas de literatura de secundaria, que es en realidad, no nos engañemos, el espacio en el que se juega verdaderamente el canon─.
¿Será Nocilla Dream de Agustín Fernández Mallo ese icono detonante, o esta Mutantes la antología que se leerá obligatoriamente en el bachillerato de las próximas décadas (la pervivencia escolar de la novedad es asombrosa, véase si no lo relativo a Tiempo de silencio, Señas de identidad o La verdad sobre el caso Savolta, todavía imbatidos en el hit parade de los últimos cincuenta años) como paradigmas de la renovación narrativa del siglo XXI?
Desde luego, denominaciones novedosas y cargadas semánticamente de novedad, no les faltan: y entre las que hemos podido recoger, además de algunas clásicas como las de nuevos narradores, posmodernos o novísimos de los años noventa, abundan las de carácter llamativo, como generación nocilla, ciborgianos, pangeicos, indies, ciberpunks, narrativa mutante, avantpop, afterpop, narrativa de la imagen, narrativa último modelo, de última generación, literatura zapping, posthumana, i+d…; es posible que generación nocilla lanzada por Helena Hevia y Nuria Azancot sea la que más posibilidades tenga de éxito, pese al rechazo, que, en general, ha recibido por parte de los propios autores.
La visibilidad mediática del texto de Fernández Mallo entraña una nueva pequeña paradoja, al tratarse de la opera prima (narrativa) de un escritor que hasta entonces (2006) sólo había publicado poesía y ensayo ─de ánimo asimismo renovador─ en relación con un proceso muy anterior desde el punto de vista de la creación, e incluso desde los de su visibilidad e institucionalización, que llevaba en marcha desde algunos años antes, y cuyos hitos fundacionales podrían arrancar en 2004 en Kosmópolis Fiesta Internacional de la Literatura, organizado por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y en el I encuentro de nuevos narradores, organizado en Santiago de Compostela por la Fundación Gonzalo Torrente Ballester ese mismo año, y continuado en las jornadas homónimas que tuvieron lugar en el Instituto Cervantes de París en octubre de 2005, en las que la presentación de los nuevos estaba apadrinada por el magisterio de Juan Goytisolo y Julián Ríos (quien también había estado presente, a su vez, en Santiago de Compostela); y en el congreso de literatura Neo3 celebrado en Barcelona en marzo de este mismo 2007.
La antología de Juan Francisco Ferré y Julio Ortega, no puede llegar en un momento, por lo tanto, más oportuno, para sumarse al debate, con el añadido incómodo de su consustancialidad nominal: necesariamente se dirá de ella que es parcial o incompleta, que faltan o sobran nombres, que es demasiado generosa o demasiado cicatera en la selección de autores y obras antologados… de otro modo, no cumpliría su función. Por mi parte, apartaré de mí ese cáliz constatando que como dice el dicho, si no estuvieran todos los que son, o no fueran todos los que están al menos es seguro que el núcleo de la tendencia, el que podríamos considerar en términos matemáticos el máximo común divisor de quienes figuran en todas las listas, está convenientemente recogido; aunque no en todos los casos, me parece, perfectamente representado.
Pero juguemos limpio y tomemos la pauta propuesta por el propio Juan Francisco Ferré en el texto “La literatura del post” que sirve de prólogo a la antología, para evaluar la idoneidad y representatividad de los textos antologados en relación con la nueva narrativa española:
Por nueva ha de entenderse una literatura, que, ante la pérdida de su centralidad en el sistema cultural, responde adoptando una actitud contaminada tanto en relación a la baja cultura como en relación a los otros medios dominantes. En este sentido, si hay que juzgar la pertinencia del título, sería, en efecto, mutante. También habría de exhibir un título innovador respecto a la Tradición (así, con mayúscula de canon), tanto en sus ambiciones formales, como en la adecuación de sus contenidos. También sería en esto una narrativa mutante. Y más aún en el requisito de lo avanzado y vanguardista que se espera de ella respecto a los nuevos entornos de la ciencia y la tecnología, pero también de la economía o la ideología; y por lo tanto, una escritura cada vez más mutante en relación con un mundo contemporáneo en continua (y acelerada) metamorfosis.
Y mutante, en fin, respecto de su misma nacionalidad, en la que se inserta como un cuerpo extraño una narrativa escrita con el cuerpo, plenamente consciente de la realidad mediática, en cuyos referentes virtuales y televisivos se encuentra como pez en el agua. La orfandad o el desarraigo más notable se produce, creo yo, en este último aspecto de su conexión con la que Ferré describe como la adicción a la droga más barata, sexi y poderosa de nuestro entorno: la información que informa la gran matriz computerizada de la realidad, en algunas de las líneas más felices de su texto:
Pequeña paradoja inicial: de nuevo todos coinciden en desear novedades. Por todos me refiero a los agentes del mundo literario (autores, editores, críticos); por paradoja me refiero a la disparidad de intereses y criterios de unos y otros, y especialmente a la polaridad existente en particular entre los de tipo inevitablemente económico y comercial de los primeros, y la reivindicación estética de renovación desde el sector de la vanguardia de los segundos.
Pero en cualquier caso, el resultado es un ambiente propicio para, una vez más, alzar la bandera de la nueva narrativa. Y digo de nuevo porque, evidentemente, se trata de una denominación cíclica y recurrente en todas las literaturas en la época contemporánea, acompañada del gentilicio correspondiente a su consideración nacional: lo que nos deja ante la propuesta, en este caso, de una nueva narrativa española que podrá o no ─dependerá tanto de la producción narrativa misma como, sobre todo, de factores contextuales con los que consiga diferenciarse desde el punto de vista de su recepción─ institucionalizarse como una denominación crítica o caracterizar una época de nuestra historia literaria. La novedad de lo nuevo, que permite barruntar que la tendencia fragüe en este caso, es la densidad con la que se está reclamando campo por parte de los creadores, y la buena acogida que, en apariencia, le está deparando el mercado, y, tímidamente, la crítica: primero, como es obvio, la de carácter periodístico e informativo y, después la de carácter académico.
La cronología, también es propicia, y el cambio de siglo (y de milenio, ni más ni menos) no puede resultar más favorable para una operación historiográfica de este tipo. Y también suele resultar necesario un icono, una denominación, una obra, una fotografía de grupo, un manifiesto, ¡una antología!, un autor o escuela a los que endosar la etiqueta, y que le dé al fenómeno la requerida visibilidad mediática, y, en segunda instancia, consiga hacerle pasar a los anales de los libros de texto ─y especialmente a los programas de literatura de secundaria, que es en realidad, no nos engañemos, el espacio en el que se juega verdaderamente el canon─.
¿Será Nocilla Dream de Agustín Fernández Mallo ese icono detonante, o esta Mutantes la antología que se leerá obligatoriamente en el bachillerato de las próximas décadas (la pervivencia escolar de la novedad es asombrosa, véase si no lo relativo a Tiempo de silencio, Señas de identidad o La verdad sobre el caso Savolta, todavía imbatidos en el hit parade de los últimos cincuenta años) como paradigmas de la renovación narrativa del siglo XXI?
Desde luego, denominaciones novedosas y cargadas semánticamente de novedad, no les faltan: y entre las que hemos podido recoger, además de algunas clásicas como las de nuevos narradores, posmodernos o novísimos de los años noventa, abundan las de carácter llamativo, como generación nocilla, ciborgianos, pangeicos, indies, ciberpunks, narrativa mutante, avantpop, afterpop, narrativa de la imagen, narrativa último modelo, de última generación, literatura zapping, posthumana, i+d…; es posible que generación nocilla lanzada por Helena Hevia y Nuria Azancot sea la que más posibilidades tenga de éxito, pese al rechazo, que, en general, ha recibido por parte de los propios autores.
La visibilidad mediática del texto de Fernández Mallo entraña una nueva pequeña paradoja, al tratarse de la opera prima (narrativa) de un escritor que hasta entonces (2006) sólo había publicado poesía y ensayo ─de ánimo asimismo renovador─ en relación con un proceso muy anterior desde el punto de vista de la creación, e incluso desde los de su visibilidad e institucionalización, que llevaba en marcha desde algunos años antes, y cuyos hitos fundacionales podrían arrancar en 2004 en Kosmópolis Fiesta Internacional de la Literatura, organizado por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y en el I encuentro de nuevos narradores, organizado en Santiago de Compostela por la Fundación Gonzalo Torrente Ballester ese mismo año, y continuado en las jornadas homónimas que tuvieron lugar en el Instituto Cervantes de París en octubre de 2005, en las que la presentación de los nuevos estaba apadrinada por el magisterio de Juan Goytisolo y Julián Ríos (quien también había estado presente, a su vez, en Santiago de Compostela); y en el congreso de literatura Neo3 celebrado en Barcelona en marzo de este mismo 2007.
La antología de Juan Francisco Ferré y Julio Ortega, no puede llegar en un momento, por lo tanto, más oportuno, para sumarse al debate, con el añadido incómodo de su consustancialidad nominal: necesariamente se dirá de ella que es parcial o incompleta, que faltan o sobran nombres, que es demasiado generosa o demasiado cicatera en la selección de autores y obras antologados… de otro modo, no cumpliría su función. Por mi parte, apartaré de mí ese cáliz constatando que como dice el dicho, si no estuvieran todos los que son, o no fueran todos los que están al menos es seguro que el núcleo de la tendencia, el que podríamos considerar en términos matemáticos el máximo común divisor de quienes figuran en todas las listas, está convenientemente recogido; aunque no en todos los casos, me parece, perfectamente representado.
Pero juguemos limpio y tomemos la pauta propuesta por el propio Juan Francisco Ferré en el texto “La literatura del post” que sirve de prólogo a la antología, para evaluar la idoneidad y representatividad de los textos antologados en relación con la nueva narrativa española:
Por nueva ha de entenderse una literatura, que, ante la pérdida de su centralidad en el sistema cultural, responde adoptando una actitud contaminada tanto en relación a la baja cultura como en relación a los otros medios dominantes. En este sentido, si hay que juzgar la pertinencia del título, sería, en efecto, mutante. También habría de exhibir un título innovador respecto a la Tradición (así, con mayúscula de canon), tanto en sus ambiciones formales, como en la adecuación de sus contenidos. También sería en esto una narrativa mutante. Y más aún en el requisito de lo avanzado y vanguardista que se espera de ella respecto a los nuevos entornos de la ciencia y la tecnología, pero también de la economía o la ideología; y por lo tanto, una escritura cada vez más mutante en relación con un mundo contemporáneo en continua (y acelerada) metamorfosis.
Y mutante, en fin, respecto de su misma nacionalidad, en la que se inserta como un cuerpo extraño una narrativa escrita con el cuerpo, plenamente consciente de la realidad mediática, en cuyos referentes virtuales y televisivos se encuentra como pez en el agua. La orfandad o el desarraigo más notable se produce, creo yo, en este último aspecto de su conexión con la que Ferré describe como la adicción a la droga más barata, sexi y poderosa de nuestro entorno: la información que informa la gran matriz computerizada de la realidad, en algunas de las líneas más felices de su texto:
cada uno a su manera, por supuesto han comprendido que habitan una época de saturación mediática y mediación sistemática (…) Así creen responder también, generando narrativas interferidas de uno u otro modo por la cultura de masas circundante, a la pixelización del relato colectivo y la digitalización de la realidad (Ferré: 2007, 17)
Esta conexión tecno-pop, de adecuación, por una parte, a los nuevos entornos tecnológicos de la cultura audiovisual, mediática o electrónica, y, por otra parte, a sus referentes e iconos de la cultura de masas absorbidos generacionalmente, constituirían su rasgo diferencial más acusado, y en el que menos se reconocería como parte de la tradición española una narrativa que, también de acuerdo con el signo de los tiempos, es transeúnte, inmigrante y global. Por eso las referencias que manejan han de buscarse en el ámbito del posmodernismo, casi por definición anglo, de los Pynchon, Robert Coover, Sukenik, Barthelme, Barth… Y, algo más en particular en relación con la tematización de la tecnología en sus universos narrativos, en dirección a la ciencia ficción y el ciber-punk de autores como Philip K. Dick (Ubik), J. G. Ballard (Crash), William Gibson (Neuromante), William Burroughs (La máquina blanda), Mark Z. Danielevski (House of leaves), David Foster Wallace (La broma infinita), Don Delillo (Cosmópolis), etc.
Julio Ortega, por su parte, incide en un aspecto crucial para el éxito de la empresa renovadora: la arriesgada apuesta por encontrar, o construir, un lector venidero que cierre el circuito y le brinde la oportunidad del arraigo, la pervivencia, y por qué no, también algo de los beneficios y la tranquilidad de la consagración, e incluso, después de la huida y el trotamundeo, conocer el placer de la vuelta a casa.
Aunque no todos los textos seleccionados están a la altura de la novedad anunciada, cumplen en este sentido las expectativas de extrañamiento de los referentes y las referencias culturales (reflejado en sus mismos títulos y onomástica) los cuentos de Germán Sierra (“Artemio Devlin”, una historia de tonalidad noir y evocación cinematográfica ─serie B─ de músicos blue-jazz y ambiente angloamericano), Flavia Company (“Madame Bel”, un fragmento de road movie detenido en una pausa del camino en un extraño hotel pueblerino que amenaza ser el de Psicosis), Braulio Ortiz Poole (“¿Fue Lucy Melville víctima de una maldición egipcia?”, la crónica apócrifa del ascenso y caída de una actriz provinciana de dudosa reputación, con ingredientes de un esoterismo y humor negro propios de la mejor televisión basura), Javier Calvo (“Camber Sands”, relato, en clave de thriller surreal, de la atmósfera opresiva de la espera previa a su detención de un traficante de antigüedades). Y por supuesto los fragmentos de Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, articulado sobre la ya célebre imagen del árbol de los zapatos en medio del Desierto de Nevada, las viejas carreteras abandonadas, los hoteles, prostíbulos y gasolineras y otros (no) lugares del mediascape americano y televisivo
Mención aparte merecen los relatos de Carmen Velasco “Spiroot” y Javier Fernández, extracto de su novela Cero absoluto, por manifestar de forma expresa algunas de las líneas más específicas de la narrativa mutante contemporánea: la ciencia ficción, el ciber-punk o la distopía radical: la primera con un elíptico y enigmático relato cargado tanto de erotismo ciborg como de sugerentes lecturas de género; y el segundo, tematizando críticamente el tan cinematográfico asunto de la realidad virtual futura, en el lenguaje tradicional de la prensa escrita, con alardes tipográficos y de variedad de registro tan notables como la cartelera de estrenos de narrativa final. Y no deja de resultar curioso, en este sentido, que el fragmento de la novela aquí recogido, fue primero publicado de forma autónoma en El día de Córdoba.
(Con contenido y resultados muy diferentes, también el texto de Eloy Fernández Porta “El eco del pantano” ensaya, a dos columnas, el traslado irónico al registro periodístico de la modalidad conversacional ─hecha pasar, mediante la crónica, por una paródica jerigonza culto-jurídica─ sobre la trivialidad de las relaciones humanas).
También el mundo de “El deslumbrado” de Robert Juan-Cantavella, parece sacado de los alucinados universos ciberpunk y del ocaso de la civilización (imaginario Mad Max, para entendernos), en la historia de unos soldados que no saben por qué luchan, aguardan en su puesto entre las ruinas y la putrefacción de los cadáveres, el momento decisivo del combate, en un relato pasado por el absurdo kafkiano, y con un giro cervantino final tan sorprendente como surrealista.
El apunte metaliterario al que acabamos de aludir no es, en modo alguno, un caso aislado en el conjunto de la obra, sino que puede considerarse uno de los rasgos que dotan soterradamente de una cierta unidad a la heterogeneidad de las narraciones reunidas: Desde el título mismo, “500 % Costa” Jordi Costa inicia su relato con un abismado “Me ha pasado algo muy divertido mientras venía de camino hacia esta antología”, Juan Francisco Ferré juega a la amplificación oulipiana de una cita, con toda seguridad, apócrifa, en la construcción de “Moda de Londres”. En otro sentido de lo metaficcional, que apunta en dirección de lo fantástico, David Roas construye en “palabras” un relato de horrores cotidianos centrado en la inquietante historia sobre el suicidio de un escritor al que se han rebelado sus palabras, con ecos simbólicos sobre la autonomía de las ficciones, el silencio y la inefabilidad del lenguaje…
Podrían señalarse otros hilos de la trama que relacionan entre sí algunos de los relatos: la intriga y las situaciones de tensión, que articula, además de los citados, “Respuesta de lucha, respuesta de huida” de Isaac Rosa; el registro autobiográfico-memorial presente en el citado “500% Costa”, o en “Cuando despertó, la República todavía estaba allí” de Imma Turbau, o en “Boxeo sobre hielo” de Mario Cuenca Sandoval, rico también en cambios de modalidad genérica (el relato personal, la interpolación ensayística sobre el cine de vampiros, el test psicológico de la asociación de palabras); o la crítica de las alienantes formas de vida contemporáneas, sobre la que se articula casi en exclusiva, la ácida “Ventriloquía” de Mercedes Cebrián; el fragmentarismo y el carácter elíptico y elusivo de las tramas…
El texto introductorio de Ortega discurre aparentemente alejado del motivo que concita los textos antologados, y revisa el (escaso) peso de la tradición cuentística y del microrrelato en la tradición literaria hispánica. Pero, por otra parte, el debate en dicha cuestión genérica, entablado inevitablemente con la novela como forma dominante, alcanza de lleno la antología, en la que, al contrario, la integración de extractos novelescos se lee de un modo mucho más problemático y menos efectivo que los relatos dotados de autonomía incluidos en la misma.
Es el caso del texto de Esa ciudad, de Javier Pastor, de suyo fragmentario, pero que resulta inconexo e incluso presuntamente anodino, a falta del hilo narrativo que le podría brindar su contexto narrativo original. También se echa en falta la cohesión que daría al conjunto la lectura completa de Boxeo sobre hielo. En el caso de “Magia” dudamos entre lo que en el título se anuncian como capítulos de la novela Magia y la nota final que lo atribuye al libro de relatos Zeta, aunque de cualquier modo su contenido, tomado autónomamente, apenas permite la construcción de una mínima narratividad, sino, a los sumo, una atmósfera urbana de viajero, hotel y prostitución, que ya nos resulta familiar (con la presencia, por cierto de un personaje, el gasolinero, que podría relacionarse con Nocilla Dream). Y a la inversa, Jordi Costa trata de articular, también con un punto de reflexión metaliteraria, fragmentos de varios de sus textos en un collage abrupto de memoria familiar, la descripción de un parque temático de Annibal Lecter y la de un cómic de aventuras, en un texto que por ello resulta abigarrado e inconexo.
Desde el punto de la modalidad genérica de la escritura, el texto más osado e innovador, es, a mi juicio, el de Jorge Carrión “Búsquedas”, que explora las fronteras de la narratividad ensayística y autobiográfica, en una especie de ejercicio de narrativa google que, sin embargo, no va en perjuicio del interés, la capacidad crítica ni la modalidad de lectura tradicionales y analógicas.
Pero, para terminar, en mi opinión, la nota más sorprendente del volumen es la que afecta a la selección de los textos de algunos de los autores más representativos de la tendencia, como los mencionados de Fernández Porta, Vicente Luis Mora o el propio antólogo, en el sentido, precisamente, de la representatividad de los mismos en tanto muestras de sus escrituras eminentemente más renovadoras desde los puntos de vista formal o temático. En particular, en el caso de Vicente Luis Mora, en lugar de una sección de Circular 07. Las afueras, por poner un ejemplo, mucho más arriesgada temática y genéricamente, se ofrece en “Solteth” la historia de una ciudad de la antigüedad enterrada bajo las arenas de un desierto africano, de indudable interés narrativo y evocaciones borgeanas, pero mucho más difícil de conectar con su tiempo, a no ser que hagamos del relato de las motivaciones y el extraordinario desarrollo tecnológico que permite a dicha civilización sepultarse voluntariamente, una lectura de ciencia ficción retrofuturista.
Bibliografía
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Julio Ortega, por su parte, incide en un aspecto crucial para el éxito de la empresa renovadora: la arriesgada apuesta por encontrar, o construir, un lector venidero que cierre el circuito y le brinde la oportunidad del arraigo, la pervivencia, y por qué no, también algo de los beneficios y la tranquilidad de la consagración, e incluso, después de la huida y el trotamundeo, conocer el placer de la vuelta a casa.
Aunque no todos los textos seleccionados están a la altura de la novedad anunciada, cumplen en este sentido las expectativas de extrañamiento de los referentes y las referencias culturales (reflejado en sus mismos títulos y onomástica) los cuentos de Germán Sierra (“Artemio Devlin”, una historia de tonalidad noir y evocación cinematográfica ─serie B─ de músicos blue-jazz y ambiente angloamericano), Flavia Company (“Madame Bel”, un fragmento de road movie detenido en una pausa del camino en un extraño hotel pueblerino que amenaza ser el de Psicosis), Braulio Ortiz Poole (“¿Fue Lucy Melville víctima de una maldición egipcia?”, la crónica apócrifa del ascenso y caída de una actriz provinciana de dudosa reputación, con ingredientes de un esoterismo y humor negro propios de la mejor televisión basura), Javier Calvo (“Camber Sands”, relato, en clave de thriller surreal, de la atmósfera opresiva de la espera previa a su detención de un traficante de antigüedades). Y por supuesto los fragmentos de Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, articulado sobre la ya célebre imagen del árbol de los zapatos en medio del Desierto de Nevada, las viejas carreteras abandonadas, los hoteles, prostíbulos y gasolineras y otros (no) lugares del mediascape americano y televisivo
Mención aparte merecen los relatos de Carmen Velasco “Spiroot” y Javier Fernández, extracto de su novela Cero absoluto, por manifestar de forma expresa algunas de las líneas más específicas de la narrativa mutante contemporánea: la ciencia ficción, el ciber-punk o la distopía radical: la primera con un elíptico y enigmático relato cargado tanto de erotismo ciborg como de sugerentes lecturas de género; y el segundo, tematizando críticamente el tan cinematográfico asunto de la realidad virtual futura, en el lenguaje tradicional de la prensa escrita, con alardes tipográficos y de variedad de registro tan notables como la cartelera de estrenos de narrativa final. Y no deja de resultar curioso, en este sentido, que el fragmento de la novela aquí recogido, fue primero publicado de forma autónoma en El día de Córdoba.
(Con contenido y resultados muy diferentes, también el texto de Eloy Fernández Porta “El eco del pantano” ensaya, a dos columnas, el traslado irónico al registro periodístico de la modalidad conversacional ─hecha pasar, mediante la crónica, por una paródica jerigonza culto-jurídica─ sobre la trivialidad de las relaciones humanas).
También el mundo de “El deslumbrado” de Robert Juan-Cantavella, parece sacado de los alucinados universos ciberpunk y del ocaso de la civilización (imaginario Mad Max, para entendernos), en la historia de unos soldados que no saben por qué luchan, aguardan en su puesto entre las ruinas y la putrefacción de los cadáveres, el momento decisivo del combate, en un relato pasado por el absurdo kafkiano, y con un giro cervantino final tan sorprendente como surrealista.
El apunte metaliterario al que acabamos de aludir no es, en modo alguno, un caso aislado en el conjunto de la obra, sino que puede considerarse uno de los rasgos que dotan soterradamente de una cierta unidad a la heterogeneidad de las narraciones reunidas: Desde el título mismo, “500 % Costa” Jordi Costa inicia su relato con un abismado “Me ha pasado algo muy divertido mientras venía de camino hacia esta antología”, Juan Francisco Ferré juega a la amplificación oulipiana de una cita, con toda seguridad, apócrifa, en la construcción de “Moda de Londres”. En otro sentido de lo metaficcional, que apunta en dirección de lo fantástico, David Roas construye en “palabras” un relato de horrores cotidianos centrado en la inquietante historia sobre el suicidio de un escritor al que se han rebelado sus palabras, con ecos simbólicos sobre la autonomía de las ficciones, el silencio y la inefabilidad del lenguaje…
Podrían señalarse otros hilos de la trama que relacionan entre sí algunos de los relatos: la intriga y las situaciones de tensión, que articula, además de los citados, “Respuesta de lucha, respuesta de huida” de Isaac Rosa; el registro autobiográfico-memorial presente en el citado “500% Costa”, o en “Cuando despertó, la República todavía estaba allí” de Imma Turbau, o en “Boxeo sobre hielo” de Mario Cuenca Sandoval, rico también en cambios de modalidad genérica (el relato personal, la interpolación ensayística sobre el cine de vampiros, el test psicológico de la asociación de palabras); o la crítica de las alienantes formas de vida contemporáneas, sobre la que se articula casi en exclusiva, la ácida “Ventriloquía” de Mercedes Cebrián; el fragmentarismo y el carácter elíptico y elusivo de las tramas…
El texto introductorio de Ortega discurre aparentemente alejado del motivo que concita los textos antologados, y revisa el (escaso) peso de la tradición cuentística y del microrrelato en la tradición literaria hispánica. Pero, por otra parte, el debate en dicha cuestión genérica, entablado inevitablemente con la novela como forma dominante, alcanza de lleno la antología, en la que, al contrario, la integración de extractos novelescos se lee de un modo mucho más problemático y menos efectivo que los relatos dotados de autonomía incluidos en la misma.
Es el caso del texto de Esa ciudad, de Javier Pastor, de suyo fragmentario, pero que resulta inconexo e incluso presuntamente anodino, a falta del hilo narrativo que le podría brindar su contexto narrativo original. También se echa en falta la cohesión que daría al conjunto la lectura completa de Boxeo sobre hielo. En el caso de “Magia” dudamos entre lo que en el título se anuncian como capítulos de la novela Magia y la nota final que lo atribuye al libro de relatos Zeta, aunque de cualquier modo su contenido, tomado autónomamente, apenas permite la construcción de una mínima narratividad, sino, a los sumo, una atmósfera urbana de viajero, hotel y prostitución, que ya nos resulta familiar (con la presencia, por cierto de un personaje, el gasolinero, que podría relacionarse con Nocilla Dream). Y a la inversa, Jordi Costa trata de articular, también con un punto de reflexión metaliteraria, fragmentos de varios de sus textos en un collage abrupto de memoria familiar, la descripción de un parque temático de Annibal Lecter y la de un cómic de aventuras, en un texto que por ello resulta abigarrado e inconexo.
Desde el punto de la modalidad genérica de la escritura, el texto más osado e innovador, es, a mi juicio, el de Jorge Carrión “Búsquedas”, que explora las fronteras de la narratividad ensayística y autobiográfica, en una especie de ejercicio de narrativa google que, sin embargo, no va en perjuicio del interés, la capacidad crítica ni la modalidad de lectura tradicionales y analógicas.
Pero, para terminar, en mi opinión, la nota más sorprendente del volumen es la que afecta a la selección de los textos de algunos de los autores más representativos de la tendencia, como los mencionados de Fernández Porta, Vicente Luis Mora o el propio antólogo, en el sentido, precisamente, de la representatividad de los mismos en tanto muestras de sus escrituras eminentemente más renovadoras desde los puntos de vista formal o temático. En particular, en el caso de Vicente Luis Mora, en lugar de una sección de Circular 07. Las afueras, por poner un ejemplo, mucho más arriesgada temática y genéricamente, se ofrece en “Solteth” la historia de una ciudad de la antigüedad enterrada bajo las arenas de un desierto africano, de indudable interés narrativo y evocaciones borgeanas, pero mucho más difícil de conectar con su tiempo, a no ser que hagamos del relato de las motivaciones y el extraordinario desarrollo tecnológico que permite a dicha civilización sepultarse voluntariamente, una lectura de ciencia ficción retrofuturista.
Bibliografía
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106 comentarios:
Lo primero es confirmar el lema glam que reza “no importa cómo hablen de ti, con tal de que hablen de ti”. Yo, que soy lector de algunos de los autores de la antología, ya había desechado comprarme el libro por disconformidad con su planteamiento, pero ha sido leer la crítica de Antonio Gil (contundente, nada concesiva) y lanzarme en plancha a la librería. Se cumple pues la máxima.
Lo segundo es felicitar a Juan Francisco Ferré. En su breve introducción logra cumplir con el embarazoso deber de defender una antología nacionalista e historiográfica sin dejar por ello de carcajearse soterradamente de su propio ejercicio. Se le nota maestro al juguetear con los límites de la censura editorial (que para muchos es la nuestra, la de toda la vida ), cuando remata alguna definición clave con sus estilizados brochazos de cinismo King Size. Habría que decidir (o por lo menos, sería divertido hacerlo), si la introducción de Ferré no es la primera pieza narrativa del libro, o lo que es lo mismo, si el libro, en realidad, no tiene prólogos, y empieza directamente con los cuentos.
Pensar eso estaría muy bien porque podría hacerse una crítica al cuento (introducción) de Ferré, en vez de una crítica a la crítica, que es algo más árido. Así muy rápidamente digo que me recuerda a "Perro muerto en tintorería: los fuertes", el perturbador alegato que Angélica Liddell viene representando en la sala Valle Inclán (Madrid). Ambos basan algunos de sus esfuerzos en criticar al receptor in his face, o sea, espetándoles lindezas de las buenas directamente al jeto, cada cual con su estilo, por supuesto. La verdad, cuando más conozco a Ferré, más tengo la sensación de que la comprensión de su obra mejoraría si se pusiera en relación con algunas corrientes plásticas de nuestro momento, que precisamente fluyen hacia la literatura (el discurso) a través de artes híbridas como la dramaturgia de Liddell.
Ahora sí, me gustaría hacer una objeción árida. A los lectores habituales de estos escritores –que también son sus propios críticos- nos resulta evidente la sana contaminación existente entre las diversas teorías que han ido propomoviendo para explicarse a sí mismos. Las trazas comunes entre todas ellas podrían estar destinadas a conformar- como bien apunta Antonio Gil- una especie de decálogo de las características de un periodo de la narrativa española. Tiene muchísimo derecho el Sr Gil en ironizar amargamente sobre esta posibilidad, ya que -como todos- habrá tenido que sufrir en sus carnes esa tortura china de tener que entender la literatura como un transcurso histórico y nacional. A esos horrores filológicos yo querría sumar otra contingencia; que la repetición (o fosilización) de una teoría conjunta sobre esta “Nueva Narrativa”, acabe dando lugar esa consabida operación mediante la cual un determinado corte sincrónico queda ligado en exclusividad a un determinado planteamiento estético. Si no se me entiende, aconsejo una visita de urgencia a cualquier lección magistral impartida por un catedrático de solera, con algún sugerente título como “La Generación del 98” o “El Realismo Inglés”. Pues eso. Al final, autores que poco tienen que ver quedan simétricamente tergiversados por el mismo paraguas crítico, mientras los más ajenos son simplemente apartados de la historia como meras contradicciones a un sistema de estudio perfecto. Al cabo, toda la diversidad y riqueza de las expresiones literarias de un determinado momento quedan cuidadosamente aplanadas, injuriadas, amasadas y comprimidas en una píldora envenenada de conocimiento. A lo mejor estoy siendo demasiado paranoico, pero como dijo José Martí: viví en el monstruo, le conozco las entrañas. En este caso, el monstruo es el palacio neoclásico donde se ubica Filología Hispánica. Solo digo que con cuidado, por favor.
Tienes parte de razón, Miguel Espigado, pero mira la cantidad de citas sobre el tema que vienen al final. También Cueto escribió un artículo en EPS. Algo pasa sin necesidad de que ellos lo digan, si no, a qué tanto ruido. La compraremos para opinar.
Tenía pensado reseñar esta antología, pero mis finanzas me dicen que espere (si los editores gustan...).
Sólo quiero comentarle a Miguel, brevísimamente, que si acaso, todo esto habla de una parte o una línea paralela, o una tangente de la narrativa española, en ningún caso de un periodo, como si lo englobara todo o dejara fuera de juego y de tiempo a otros narradores (menos mencionados pero tanto o más interesantes, según el caso).
Hola para todos. En mi humilde opinión algunos de estos narradores van a ser el relevo natural de los ahora consagrados, de los conocidos por todos. Pero no creo que eso sea por estar incluidos en la antología, ni por su pertenencia, discutible en muchos casos, a una determinada generación, sino porque ya tienen una trayectoria y es fácil acertar con esos nombres. ¿No creen? Es como si hago una selección de grupos y pongo los que pinchan en Radio 3. La selección ya estaba hecha, en realidad, por otros. Enhorabuena por el blog.
No me parece adecuado hablar de un libro que no he leído. Por tanto, no lo haré (¿por qué presento aquello que no va aparecer?)
Con la reseña de Antonio Gil me ocurre algo semejante a lo que explica Miguel Espigado. Invita a leerlo.
Pienso -y me alegra por varios motivos. Algunos personales. De los personales no hablaré (¿por qué mencionar la existencia de estos motivos si no van aparecer? Fácil: hay motivos, entre ellos algunos personales, que me alegran- que va mucho más allá de la literatura. O al menos de la literatura tal y como se ha estado entendiendo.
Si pienso en la relación de algunas empresas en red y los llamados prosumers encuentro algo de lo que intento explicar.
El juego y el beneficio es mutuo.
50 programas (o más) para lo mismo. ¿Cuál escojo? Personalmente, el que me sea más adecuado, me tenga más en cuenta, etc. Y, a malas, siempre puedo aprender programación.
Algo parecido, creo, señalan estos autores: estamos vivos. Sabemos entretenernos. Podemos prescindir de las listas de éxitos, de las modas y todos estos asuntos.
Nadie obliga a leerlos. Me parece un error compararlos, irrealizarlos, distanciarlos cuando lo mejor está en que, virtual y mentalmente, los límites pueden llegar a ser los que cada uno, libremente, establezca.
Por eso no hablaré del libro.
Osorio, gracias y bienvenido al blog. Supongo que con lo de la elección previa te refieres a los editores y a la crítica. En cierta manera tienes razón, pero a veces entiendo que hay que distinguir el grano de la paja, porque hay muchos editores que publican muchos libros y muchos críticos que hacen muchas reseñas. Y esto lo digo como antólogo (no de Mutantes, de otras cosas), no como antologado. Saludos.
Creo que es justo decir que esta antología hace años que se estaba gestando. De modo que ha acabado coincidiendo con un cierto estado de la cuestión de la "nueva narrativa española"; pero era muy probable que esa coincidencia nunca se hubiera dado. Por otro lado, hay que buscar en antologías anteriores de Julio Ortega, como "Gaborio", los antecedentes de lo que él entiende, desde su distancia, por "nueva narrativa española".
La arqueología sigue siendo una disciplina importante para la crítica literaria, incluso cuando se trata de "nueva" literatura. O literatura (casi) actual.
Jordi C.
Yo lo he estado leyendo esta mañana y de momento me conformo con comentar el relato de VLM: ¿A que no deja de ser atractiva la pirueta de comentar una civilización misteriosa e ignota en una antología sobre narración contemporánea? Al margen me gusta mucho como VLM se ajusta al territorio de lo fantástico.
Lo perverso de las antologías es que siempre se queda gente interesante fuera. Lo bueno es que al día siguiente de que sale una antología ya se está gestando otra, y otra, y otra, y otra...
Saludos, VLM: ya veo que finalmente cambiaste el pie de foto, je, je. Espero que tu estómago se haya acostumbrado ya al American way of live.
Perdón, quise escribir "life".
No, no me acostumbro, macho. No hay manera. Es cierto que salen antologías como churros (más en poesía que en narrativa, desde luego), pero hay algunas que quedan. Piensa en Mirrorshades. Para mí que Mutantes va a ser una de ellas. Tiempo al tiempo. Un abrazo.
Vicente Luis, ¿has visto esto?
LETRAS HÍBRIDAS, TEXTOS MESTIZOS
http://www.europasur.es/article/ocio/45121/letras/hibridas/textos/mestizos.html
Los géneros fronterizos, la presencia del discurso cinematográfico, el estilo fragmentado y la incorporación de nuevas fórmulas textuales despuntan como características en la literatura de inicios del siglo XXI
PILAR VERA / CÁDIZ | ACTUALIZADO 03.02.2008 - 05:00
Más allá de los temores universales -aquellos que no cambian desde Homero- es innegable que cada época tiene una forma de contar la realidad, de regurgitar el mundo. Un cuento, hoy en día, podrá imitar pero no podrá ser nunca como los del conde Lucanor. Una novela, hoy en día, podría imitar pero no tendría por qué ser como La Regenta. Y dado que al mundo nuestro le toca mutar mucho más y más rápido que nunca en su historia, es inevitable preguntarse en qué forma influye todo esto en las letras con aspiraciones. Cómo respiran los textos, en definitiva, de una época principalmente visual, en la que los nuevos autores no tienen recuerdos que no incluyan una pantalla de cristal líquido y en los que se trabaja, de continúo, conceptos como la horizontalidad y la simultaneidad -Jorge Carrión dixit-.
Curiosamente, es en la publicidad donde mejor podemos observar esa evolución en la línea narrativa. Más de uno recordará con nostalgia la época en la que, para anunciar un coche, sólo hacía falta echar mano de alguna modelo escultural. La mayor parte de los anuncios de hoy en día, en cambio, son sugerentes, inquietantes, cuentan en segundos multitud de historias. Y no siempre se entienden: un importante sesgo de población -los que nacieron antes de los sesenta- es muchas veces incapaz de seguir los vericuetos propuestos por los anunciantes. Que salga Bruce Lee hablando en subtítulos y animándoles a ser agua no tiene nada que ver -en principio, linealmente- con comprar un BMW
Y si el discurso publicitario cambia, la literatura también lo hace, introduciendo criaturas híbridas y nuevas características. En su célebre artículo ¿Vivir o leer novelas?, Vicente Verdú le echaba su puñado de tierra al género novelístico y abogaba por la necesidad de crear "una narrativa hipertextual". Sin necesidad de matar a nadie, es bien cierto que lo que hará característica a la narrativa de los albores del XXI será una irremediable tendencia a ir "más allá". Una tendencia visible en varios aspectos, siendo el primero de ellos la creación de géneros fronterizos: todo aquello que no es puramente novela ni poesía ni cuento ni cómic. Destaca también la influencia del discurso cinematográfico en las obras literarias: la narración se organiza por escenas; los diálogos son rápidos, directos, frescos. Y, sobre todo, cobra importancia una narrativa que deja atrás lo explícito para sumergirse en un mundo de sugerencias y evocaciones, fomentando al lector varón de Cortázar, activo, participativo -los anuncios televisivos que mencionábamos antes exigen tener un receptor de este tipo. Como también suele exigirlo el resucitado género del microcuento-.
Ante los versos rotos, las estructuras narrativas fragmentadas y las imágenes sin ilación "cabe preguntarse -comenta Vicente Mora en La Luz Nueva (Berenice)- si se trata de una elección personal o son los efectos colaterales de una nueva cosmovisión icónica". La realidad, apunta el autor, resulta demasiado complicada para ser contemplada de un sólo trazo.
El tema del lector-creador sigue una cuerda que nos haría retroceder a Borges, y a Laurence Sterne, y a Cervantes. Justo los mismos nombres que saltan al tratar el siguiente de esa literatura que le coge el pulso al momento: la inevitable presencia de Internet y las nuevas tecnologías. Los modos y maneras de la Red no sólo aparecen formalmente en formato libro -un par de ejemplos al asalto: el cuento Búsquedas, de J. Carrión (Mutantes, Berenice) o la poesía de teléfono móvil de David Aldaya en SMS (Calambur Editorial)-. La Red llega a constituirse en esencia misma del proceso creativo literario: los blogs se vuelven punto de encuentro entre escritores -a manera de virtuales cafés literarios- y se convierten en semilleros de posibles obras. El término blook -recuperado, aunque no lo parezca, del inglés antiguo- viene a darle nombre a todas aquellas bitácoras que terminan volcadas en papel, ya sea recopilando los "artículos de café" -tal que los de Félix de Azúa, Santiago Roncagliolo y Marcelo Figueras en El Boomeran(g)- o bien desarrollando tramas e historias de ficción, como sucedió con Diario de una Miss 'Intelijente' (El tercer nombre) de Arturo Vallejo o Más respeto, que soy tu madre (DeBolsillo) de Hernán Casciari.
Muchos de los puntos reseñados aparecen, por supuesto, a la hora de describir a la llamada Generación Nocilla. Una denominación acuñada en el I Encuentro de Nuevos Narradores y que incluye nombres como Jordi Costa, Manuel Vilas, Isaac Rosa o Braulio Ortiz Poole. Las características de los nocilleros -que rechazan cualquier definición generacional- serían las siguientes: nacidos en los sesenta-setenta, viajados, hablan idiomas, son bloggers, cultivan los textos híbridos y suelen publicar en editoriales minoritarias. Comparten, por supuesto, iconos televisivos. Y no establecen diferencias entre realidad y ficción. Vicente Luis Mora llega a hablar incluso de una narrativa de Pangea, que recogería elementos como el presente circular, el escepticismo, la presencia estructural de recursos visuales o las nuevas fórmulas textuales (blog, chat, email).
Aún resulta algo arriesgado, sin embargo, establecer absolutos: si todo lo dicho refleja aquel "polen de ideas" del que hablaba Faulkner o si son sólo meras coincidencias temporales se verá, suponemos, con un poco más de distancia. Una cosa es bien cierta: gran parte de la literatura española vive "secuestrada" en el pulso de hace dos décadas. Editoriales y lectores harían bien en apostar por mundos más allá del intimismo estético, el realismo descarnado y las "otras novelas" sobre la Guerra Civil.
(EUROPA SUR)
Osorio: desconocía el artículo, gracias por la aportación, porque la verdad está muy bien. Me parece bien escrito, bien planteado, y con verdades como puños. Sólo tengo una puntualización que hacer, y una discrepancia. La puntualización es que "blog" no viene de "blook" -hubiera estado bien-, sino que es una abreviatura de "web-log", unión de las palabras web (red) y log (diario de a bordo, bitácora).
La discrepancia es con el heroico remate: "Editoriales y lectores harían bien en apostar por mundos más allá del intimismo estético, el realismo descarnado y las 'otras novelas' sobre la Guerra Civil". Sé a lo que se refiere la autora, y en cierta forma lo comparto; pero, en realidad, la cuestión -como alguien ya apuntase en este blog en un debate anterior-, no es si tratar o no la Guerra Civil, el realismo descarnado (que yo suelo trabajar mucho, por ejemplo), o incluso el intimismo, sino cómo hacerlo. Mi opinión, por ejemplo, es que aún no se ha escrito la gran novela sobre la guerra civil. Quizá la culpa de esa ausencia esté en que, salvo Isaac Rosa, todas las demás novelas, desde los Campos de Aub hasta otras más recientes de las que no quiero acordarme, lo han hecho desde esquemas bastante tardomodernos, cuando no "retromodernos", según la definición de Ferré. No se trata de dejar de buscar, sino de seguir buscando. Por lo demás, mi cordial enhorabuena a la autora del artículo, que se ha enterado a la perfección de qué va el tema. Y gracias por la pista, Osorio. Saludos.
Aún siendo innegable la buena interpretación que Pilar Vera hace del movimiento, creo humildemente que confirma en parte indicios de esclerotización de esa “versión” interpretativa para la obra de estos autores. Interpretaciones hay muchas; y la de Pilar Vera casa bien con las mismas que se intuyen sucintamente en la introducción de Ferré. Personalmente, no creo que actualmente haya una línea de interpretación mejor ni más interesante; prueba de ello es que acreditados periodistas culturales se hacen eco de ella, quizás los más informados, que no se conforman con regurgitar a la Generación Nocilla (un ejemplo divertido y reciente de “nocillismo” en http://www2.elplural.com/andalucia/opinion/detail.php?id=17491, por si no lo habéis visto).
Ojalá pronto aparezcan más intepretaciones- igualmente sólidas e interesantes- que vengan a discutir los lugares comunes que indefectiblemente conforman el detritus de cualquier teoría generalista. Y ya para ponerme estupendo del todo diré; las teorías no son digitales, son analógicas: cada vez que se hace una copia de la fuente, se van perdiendo matices, precisiones, informaciones, concreciones, y otro montón de cosas que acaban en ones. Pero sobre todo, se acaban perdiendo las excepciones. O mejor dicho, lo excepcional; lo que hace de cada autor, cada novela e incluso cada relato, una unidad independiente, cuya excepcionalidad quizás sea infinitamente más relevante que sus anecdóticas coincidencias con el sistema artificialmente propuesto. Creo que el artículo de Vera viene a confirmar (una vez más) que una explicación total se está estabilizando en nuestros ordenadores y en nuestros hogares (usted, sí, usted), y que ha de ser discutida cuanto antes, no porque no sea una teoría válida -que lo es-, sustentada a menudo por textos brillantes; sino por algo mucho peor: porque puede llegar a convertirse en LA VERDAD de los textos.
Un saludo
No es publicidad, sino confianza en el trabajo bien hecho y cierto desdén por los mecanismos de la seducción. Este comentario no sirve para nada, más que para dejar constancia de que hay otros esfuerzos independientes que pasan desapercibidos porque realmente son independientes.
De antologías que, no sé si quedarán, pero con algunos autores que estarán:
Parábola de los talentos, (Gens, 2006).
De antologías con algunos autores (muy jóvenes, la mayoría) que, no sé si estarán, pero desde luego serán:
Sobre tierra plana, (Gens, 2008).
Prólogo de Javier Reverte (Faulkner o el viaje son motivos y nexo de unión en esta antología) e influencia de Angélica Liddell en muchos de los autores (va por Miguel, Liddell se ha enamorado de una obra de teatro en la que participan dos de los antologados).
pd: me da que no me llegará Mutantes al apartado de correos. Lástima.
Gracias por la referencia, Sergi. Intentaré echarle un ojo a esos libros. Saludos
"Los géneros fronterizos, la presencia del discurso cinematográfico, el estilo fragmentado y la incorporación de nuevas fórmulas textuales despuntan como características en la literatura de inicios del siglo XXI" (Pilar Vera)
Comentando una reflexión de Miguel Espigado, no me parece que se esté tirando la casa por la ventana con el objetivo de escribir la VERDAD de nada en concreto. Habrá cierto consenso, determinados autores, estilemas y motivos comunes de interés, que no faltan, es obvio. Tampoco creo que se busque un acta fundacional, sin embargo, y como ha sucedido siempre con los estilos o subgéneros musicales, van a ser los artistas posteriores los que definan los límites o fronteras de aquello que tenemos ante los ojos al leer, al margen, siempre, de las antologías disponibles. Del mismo modo que, escuchando música, ocurre con la música salida de Manchester en los años ochenta y noventa y el "sonido Manchester" en centenares de grabaciones de todo el mundo; la segunda y tercera generación del techno con el Detroit de origen de Metroplex o Cybotron; las diferentes capas y décadas de ambient music (Digital Leatherette, de Steve Beard,por cierto,fue calificada en su día como una ambient novel). La existencia de trabajos de campo coyunturales como Mutantes no evitará la reescritura continua de situaciones anteriores, pero dejará una serie de nombres señalando lugares, como marcadores tummorales, de zonas a explorar con atención.
Y la frase introductoria de Pilar Vera también serviría perfectamente para definir una linea de comic no-tan-experimental, nuevas composiciones de pop electrónico y más detalles "pangeicos" que impregnan estos días nuestra realidad. Y acabo, a título personal, igual que cuando comentabas libros de Koolhaas, veo como un acierto hablar de zonas limítrofes a lo literario, se extiende el territorio. Un saludo.
Carlos Maiques
Por si a alguien le interesa:
"Digital Leatherette by Steve Beard
A novel. The word hardly contains the book. A narrative of sorts, all told through the fragments gathered from imaginary websites. Hardcore, fiercely committed, living by its own code, more than a little melancholic. When technology learns how to dream, this is what the English machines will wake up from, shaking their foggy terminals. Stick with it, there are delights to uncover." Jeff Noon
Una reseña de un libro de ensayos "after"
Steve Beard
http://www.popmatters.com/pm/books/reviews/39027/aftershocks/
Y un texto muy apreciado por Laurie Anderson, en una postmodernidad pre-web de 1980.
George w s Trow, Within the context of no contest.
http://www.google.es/search?hl=es&q=george+s+trow&btnG=Buscar+con+Google&m
eta=
http://www.newyorker.com/archive/1980/11/17/1980_11_17_063_TNY_CARDS_000329878
Carlos Maiques
Hola Carlos, sin quitar razón a lo que dices, sí me gustaría llamar la atención sobre algo que personalmente considero un error; tratar explicar un sistema de movimientos literarios a través de analogías con el funcionamiento de los movimientos musicales de bandas a partir de los 50. Basicamente porque la música tiene forma, pero no tiene significado; la música no es un sistema de signos, al revés que la literatura. Por tanto, la música es más fácilmente catalogable por su forma, igual que lo era la poesía de métrica regular. Pero en concreto, la narrativa de la que hablamos apenas se define por su forma y sí por sus significados. Cuando se identifica, por ejemplo, el sonido de Manchester, se alude a criterios formales: uso de una determinada armonia, utilización determinada intrumentación, de un determinado compás, de una determinada ecualización, de una determinada mezcla, e incluso de un determinado equipo de amplificadores, mesas, etc. Una rápida ojeada a la introducción de Ferré debería bastar para darse cuenta de que hay más sentido que forma en sus definiciones (lo pangeico también sería un buen ejemplo de definición no formalista).
Las bandas musicales se parecen entre sí porque aspiran a parecerse entre sí. Para registrar una canción original no hay más que modificar una nota cada tres compases, y eso es precisamente porque el receptor tolera un mayor grado de similitud en la forma que en el significado. El estado actual de la música de bandas puede equipararse al estado de la literatura previo al Romanticismo, antes de que los escritores se revelaran contra las poéticas preceptistas, es decir, contra las dictaduras de los géneros y la autoritas de los grandes clásicos. En la música de bandas - independientes o no- se vive una atmósfera ambigua; mientras unos músicos los rechazan de raiz, otros muchos aceptan y promueven géneros y subgéneros. En literatura, en cambio, sí se ha instalado desde hace muchos años un rechazo generalizado por parte de los creadores no comerciales a crear “desde el género”. Por descontado, me estoy refiriendo precisamente a que si “mutantes” fuera un manifiesto fundacional sí habría necesariamente VERDAD en él.
Miguel, a mí lo de la "verdad" siempre me ha dado un poco de escalofríos, para mí, según el poema de Juan Bonilla, "la verdad es un periódico de Murcia". Tanto menos aplicable aún este peligroso concepto, origen de tantos fanatismos, a una antología donde la mayoría de los autores utiliza variadas formas de falsificación como experiencia escrituraria (el caso más claro, desde luego, el de Robert Juan-Cantavella). Si a lo que te refieres es a alguna clase de "autenticidad", me valdría, precisamente por el componente paradójico que tiene el aplicarnos esa terminología a alguno de los citados, arduos defensores del simulacro ficcional para oponerlo al simulacro sociológico estructural. ¿Vas por ahí?
Vicente, ojalá fuera por donde dices, porque quizás tenga más interés que todo lo que yo pueda decir al respecto. Pero lo cierto es que solo trato de desestabilizar para mí mismo las definiciones que habéis ido compartiendo acerca de esta nueva narrativa. Me explicado muy mal si alguien ha entendido que os acuso de querer proclamar la VERDAD. Hablando de verdades, yo también creo que ese periódico de Murcia debe ser muy malo. Más bien acuso la necesidad que todos tenemos de erigir una verdad, y cómo, en ese proceso, tendemos a solidificar una versión discursiva para cada fenómeno de lo humano. Me permito discutir a Ferré – que sin lugar a dudas sabe infinitamente más acerca el tema que yo- en parte porque me gusta pensar que la interpretación de estos autores será más válida en cuanto permanezca mutatis mutandis, y nunca mejor dicho.
Respecto a la música como forma sin significado (un no-sistema de signos); opino que la consideración opuesta de la
música posibilita(ría) interpretaciones todavía más estimulantes.
Odio el término Generación Nocilla, así como la intención de juntar autores jóvenes cuyo único punto en común es, precisamente, su individualidad e independencia. Cada uno es de su padre y de su madre, lo que les une es que TODOS quieren romper con su padre y con su madre (sino matarlos, por lo menos travestirlos, que es mucho más divertido).
Por otro parte, me alegra mucho que algo se esté moviendo en la literatura española, que por lo menos todos estos artículos, antologías, debates... despierten el interés por otra visión, otra manera de ver la literatura. Elegir un término para que sea fácilmente catalogable no es más que un medio para que llegue al gran o no tan grande público. Hemos nacido con el lenguaje publicitario en las retinas, ya es hora de que sepamos cómo funciona esto.
Algo se está moviendo. There´s a movement in the basement...
Saludos a Vicente y a todos los que participan de esto
Algunas reseñas, favorables o desfavorables, que he ido encontrando por ahí o me mandan:
Un futuro incierto
Nuño Vallés
EL CONFIDENCIAL 19/01/2008
Cuando Vicente Luis Mora acuñó el término “mutante” para una -quizá- nueva corriente narrativa que estaría fluyendo por debajo de los intereses comerciales de las grandes casas editoriales, estaba estampando un sello que definía a la perfección el movimiento al que hacía referencia. Por una parte, su éxito es evidente en cuanto que la presente antología de nuevos narradores lo adopta como título. Además, el “mutante” es hoy uno de los iconos de la cultura pop, ya nos refiramos a superhéroes como Lobezno, o a Quatto, o a aquellos para nada graciosos pero igualmente producto del desarrollo de la contemporaneidad -en Chernobil, por ejemplo-. Pero la asignación es oportunísima porque la “narrativa mutante” se constituye como una corriente inabordable, ajena a cualesquiera coordenadas críticas, por supuesto a la crítica tradicional. Y esto es muy acertado porque la etiqueta, pese a su propiedad, es totalmente falsa, porque el referente no existe.
Hoy encontramos una proliferación de obras que buscan definir una “literatura de última generación”, radicalmente rupturista con la anterior. Esa denodada búsqueda de una “luz nueva” lo que señala es que, realmente, no la hay. El conjunto de autores aquí representados, y algunos que no lo están, no son tan originales como se creen. Es una problemática ya expresada en el mundo del cine, donde las nuevas generaciones de cineastas no llegan al séptimo arte desde las salas de proyección sino desde las páginas del cómic. En narrativa pasa un poco lo mismo, vienen desde la poesía o el diseño, principalmente, en general de ámbitos no específicamente narrativos, lo que es un arma de doble filo: por una parte refescan el torrente literario con una inyección de plasma oxigenado, y por otro exploran caminos trillados; un claro ejemplo es Agustín Fernández Mallo, abanderado del movimiento quien confesaba no leer narrativa.
Lo realmente novedoso es la aparición de un público para este tipo de no tan novedosa narrativa. Los lectores ‘mutantes’ son los antiguos fanzineros que, desde la expansión de internet y la aparición del blog, han visto potenciadas sus redes; también son los hipster y, en general, los devotos de las secciones de tendencias que hasta ahora estaban poco preocupados por la literatura en general pero que ahora la consumen tanto como gadgets y manufacturas retro. Este público se interesa más en una serie de referentes pop y en una apariencia excéntrica que en el aliento literario de la pieza, con lo que existe el peligro añadido de enterrar a algunos buenos escritores en un conjunto de superficialidad que no les corresponde. Y en este abismo cae la presente antología, mezclando en batiburrillo buenos autores y textos con impostores y truculentos ejercicios de estilo.
No habría estado mal una selección más cuidadosa por parte de los editores. Pero es que, ya desde la introducción, Juan Francisco Ferré ofrece una serie de características nada definitorias, como que llevan “a su escritura narrativa toda la impotencia que sienten con relación al mundo exterior”, es decir, lo que hace cualquier escritor medianamente ‘literario’, o que viven incardinados en la contemporaneidad -lo cual funciona como crítica a cierto tipo de narrativa española de índole regresiva, pero que ni siquieta es el grueso de la producción literaria- o que se alimentan de campos alejados de los libros, como el cine o el cómic -¿estarían dispuestos a incluír en su grupo a Javier Marías, en cuyas obras aparecen numerosas películas, héroes de tebeo o futbolistas?-.
Dejémoslo en que, debido principalmente a la explosión de las nuevas tecnologías, ha salido a la superficie una corriente antigua, que puede dar sus frutos, especialmente algunos de los ‘mutantes’. Éstos pueden ser Germán Sierra, que con buen estilo elabora una docuficción de estructura parecida a las películas de Woody Allen Zelig o Acordes y desacuerdos; Javier Fernández, cuya distopía tiene una apariencia innovadora por su tipografía periodística, con un fondo muy conservador en el que el progreso tecnológico se entiende como dañino y separador; Mario Cuenca Sandoval, con un brillante retrato de la locura; Jordi Costa, conocido crítico de cine de particulares gustos y que se revela también como un sólido narrador; Javier Calvo; y Jorge Carrión, interesante en la forma -una búsqueda de Google- y en el contenido, puramente literario: el desarraigo en un contexto sociopolítico actual, la sociedad catalana resultado de la emigración de los años 60.
LO MEJOR: Aunque incompleta, es una cata de lo que podremos leer en los próximos años..
LO PEOR: Algunos relatos incomprensiblemente incluidos.
[http://www.elconfidencial.com/cache/2008/01/19/87_mutantes.html]
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En una curiosa entrevista en un no menos curioso blog, titulado Mutantes Enlatados, encuentro que en Colombia se habla también de una "Generación Mutante". El entrevistador es Daniel Cardona, el entrevistado es Medina Reyes, "pistolero, puta y demente". La respuesta a la pregunta es memorable.
"El escritor Orlando Mejía Rivera te incluye dentro de la llamada “Generación Mutante”, (nuevos narradores colombianos con cierta afinidad estética, temática y formal), entre quienes se encuentran Juan Diego Mejía, Santiago Gamboa, Jorge Franco, Héctor Abad F, Mario Mendoza, entre otros, qué opinas de esto?
¿Orlando Mejía es un escritor? Bueno, eso es ya una noticia. Sobre la afinidad literaria, no estoy seguro... Santiago y yo tenemos una buena amistad, a Juan Diego lo he visto poco pero lo quiero mucho. Con Jorge Franco tuve oportunidad de hablar este año y me parece una persona simpática que, por fortuna, no se toma a pecho, mis opiniones. Cuando me encuentro con Mario siempre nos burlamos el uno del otro, le tengo cariño, es un tipo bacano. Héctor Abad se toma demasiado en serio y escribe novelas muy aburridas, me divierte joderle la vida."
[http://mutantesenlatados.blog.galeon.com/]
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Solodelibros.com
Mutantes. Narrativa española de última generación
Noviembre 28, 2007
No hay duda de que el afán por encontrar nuevos talentos literarios corroe a todas las editoriales, a todos los agentes, a todos los críticos y, si me apuran, a todos los lectores. Todo el mundo parece ansioso por hallar una nueva forma de expresión, un escritor que marque una línea innovadora, brillante, rompedora, moderna y sugerente; alguien que pueda dar nombre a una generación, que instaure un antes y un después en la Literatura. Ese afán por descubrir genios suele acarrear no pocos disgustos: primeras novelas que no pasan de ser meros experimentos, carreras que terminan casi antes de empezar, obras maestras que caen en el olvido a las pocas semanas de salir a la venta, etc.
“Mutantes. Narrativa española de última generación” es uno de esos libros que quieren explotar, con un descaro absoluto, esa tendencia, agrupando a un puñado de autores con ciertas características comunes (pocas y peregrinas, a decir verdad) bajo el paraguas de una denominación que Vicente Luis Mora ha acuñado en su libro “La luz nueva“. Dice Juan Francisco Ferré, prologuista y cuentista en el libro, que trasladan «a su escritura narrativa toda la impotencia que sienten con relación al mundo exterior a sus ficciones»; sea esto lo que sea, no parece excesivamente significativo, en tanto cada generación —por no decir que cada escritor— ha reflejado su frustración frente a la época que le tocaba vivir: el enfrentamiento con la sociedad es un rasgo típico de casi cualquier movimiento artístico. También dice Ferré que todos los antologados «se enfrentan en sus obras […] a la criatura proteica y monstruosa que algunos han bautizado sin demasiada imaginación como la condición posmoderna»; entiende que estos escritores viven muy inmersos en su contemporaneidad, en permanente diálogo con lo que les rodea, absorbiendo información. Este rasgo, que debería ser obligado y connatural a cualquier artista, se considera un plus original, una marca diferencial que otorga per se una condición superior frente al resto; siendo el resto, cierto es, un conjunto de escritores (por decir algo) ajenos por completo a los que les rodea, lo cual no les convierte en jugadores dignos de tener en cuenta, creo yo. Otra característica que cita Ferré es «la desgana piadosa que los acomete en cuanto se aborda la cuestión literaria»; nada que objetar aquí, salvo que esa desgana es generalizada entre todos aquellos que aman la buena literatura y que han asistido al auge del anodino panorama narrativo español de los últimos años: si este solo hecho convierte a alguien en escritor, creo que esta antología se ha quedado muy corta.
Reflexiones aparte, la realidad es que entre los autores que se dan cita en “Mutantes” hay, en efecto, algunos rasgos similares, pero muchas diferencias: en especial, cualitativas. Los relatos de Germán Sierra (de espléndida prosa), Javier Pastor (con un oído certero para los registros y un estilo vibrante), Javier Fernández (que aborda un tema manido y previsible, pero con un estilo curioso e incluso elegante), Mercedes Cebrián (al tanto de lo que le rodea, con un fino olfato para la sátira más lúcida) o Isaac Rosa (que condensa muchos miedos contemporáneos en unas pocas páginas muy divertidas) son merecedores de ser recogidos aquí; no tanto por sus puntos en común, sino por su evidente calidad narrativa: por apostar por registros difíciles, exigentes o inesperados; por dar voz en sus obras a la realidad más actual, ya sea de lo más autóctona (Cebrián en ‘Ventriloquía’) o con tintes exóticos (por norteamericanos en ‘Artemio devlin’, de Sierra; por fantásticos en los fragmentos de “Cero absoluto”, de Javier Fernández). En suma, por arriesgar en su literatura y no dejar de mirar lo que ocurre en la sociedad en la que viven.
En el otro extremo tenemos relatos que no parecen reunir cualidad alguna que motive su inclusión en este libro; más allá, claro está, del afán mercantilista y la necesidad de reunir bajo una inexistente etiqueta generacional a unos cuantos autores que sirvan de relleno y, tal vez, de excusa. Entre éstos podríamos citar a Flavia Company (cuyo relato, ‘Madame Bel’, es de una inanidad anestesiante), Carmen Velasco (que amparándose en el estilo de la ciencia ficción más efectista fragua una pieza vacua, pretenciosa y cargante), David Roas (cuyo ‘Palabras’ es predecible y facilón) o Imma Turbau (que fragua un cuento de poca carga emocional apoyándose en un desarrollo que exigiría todo lo contrario).
Mención aparte para dos relatos muy recomendables: el de Jorge Carrión, ‘Búsquedas’, que sin ser un prodigio verbal o temático, hace un buen uso (el único que uno haya visto hoy por hoy) del lenguaje digital para componer una historia de inmigración y búsqueda de la propia identidad; y el de Eloy Fernández Porta, ‘El eco del pantano’, que juega con el registro periodístico para ilustrar una —típica— historia de amor, si bien muy contemporánea. Ambos buenos ejemplos del uso inteligente que puede hacerse del estilo sin renunciar a contar algo, a narrar una historia, siquiera sea un fragmento.
“Mutantes. Narrativa española de última generación” no pasará a la historia como el libro que recopiló los trabajos de las nuevas figuras de la literatura; entre todos los autores reunidos, no creo que haya más de tres o cuatro que satisfagan las expectativas que se crean con compilaciones como ésta. Ese afán por sacar a la luz una nueva corriente, una nueva generación, puede hacer más daño que otra cosa, generando falsas esperanzas y metiendo en un mismo saco, ficticio y netamente promocional, a ciertos escritores que nada tienen en común; puede que entre ellos se halle un verdadero talento, pero eso lo confirmará el tiempo y habrá de verse con cierta perspectiva. Si se trata de vender un producto, está claro que el marketing puede dar resultado; sin embargo, el talento no está sujeto a campañas de publicidad.
[http://www.solodelibros.es/?p=723&akst_action=share-this]
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Pueden verse también
http://nohalugar.blogspot.com/2008/02/generacin-nocilla.html
http://www.emocionesgraficas.com/2008/02/mutantes.html
http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=8553&num=826&sec=38
No quería intervenir, Vicente, en este interesante debate hasta que han aparecido dos insultos a la inteligencia en forma de falsas críticas (pues son simples ataques, su tono es inequívoco) a “Mutantes” que has incorporado a la discusión mostrando un prurito de honestidad que comparto. Sus sutiles autores no sólo parecen clonar argumentos uno de otro, faltos de imaginación e ideas, sino que demuestran una incapacidad absoluta para leer la propuesta estética del conjunto, como en cambio sí hace con solvencia y distancia Antonio Gil (más allá de la discrepancia que mantengo con algunas de sus críticas puntuales).
Para dar una prueba de que estos individuos (uno de ellos encubierto en esa forma de cobardía que es el anonimato) critican de oídas y no de leídas, creo necesario aclarar que al citarte, Vicente, como fuente del concepto de "narrativa mutante" ni siquiera te están siguiendo fielmente, ¿o es que estos "dómines", dominados por un impulso rencoroso que los ciega, no han reparado siquiera en la probidad con que citas a pie de página la procedencia de tal denominación? Desde luego el manejo de información tampoco es el fuerte de estos comentaristas de sacristía…
No obstante, quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer a Miguel Espigado sus agudos comentarios (te agradezco que me lleves la contraria desde la inteligencia disidente y el sentido crítico) y a todos los demás, por supuesto, por sus aportaciones. Basta contrastar la lectura que hace Espigado de mi "prólogo" y la negligencia con que estos sujetos lo citan sin entenderlo (desarmando su ironía, como si no fuera ésta el aspecto prevalerte del mismo) para empezar a entender qué críticas pueden ser consideradas constructivas en la discusión y cuáles sólo buscan dinamitarla sirviendo intereses injustificables (deberían reservar esa saña, ¿no te parece?, para los supernumerarios figurones y figurillas que acaparan todo el espacio comercial del escaparate literario español)...
EL FARO DE LAS LETRAS
Los nuevos novísimos
· 'Mutantes. Narrativa española de última generación'.· Julio Ortega y Juan Francisco Ferré (Selección y prólogo).· Editorial: Berenice (17 euros).
Última actualización 01/02/2008@02:32:34 GMT+1
De un tiempo a esta parte, cada vez son más los que tienen claro que es posible hablar de una nueva generación de escritores en nuestro país. Una generación que, abanderada por el éxito de 'Nocilla Dream', la obra de Agustín Fernández Mallo, muchos han comenzado a llamar "generación nocilla". Sus miembros varían según las descripciones, pero, grosso modo, podría decirse que se trata de autores nacidos a partir de los años setenta y madurados en plena democracia. Haciéndose eco de esta nueva hornada de escritores, 'Mutantes. Narrativa española de última generación' presenta una antología de autores significativos de esta nueva literatura. Una antología que sirve para hacer visible y decible una manera de entender la práctica literaria. Como suele ocurrir en estos casos, no están todos los que son, pero sí son todos los que están: Germán Sierra, Flavia Company, Manuel Vilas, Carmen Velasco, Javier Pastor, Juan Francisco Ferré, Jordi Costa, David Roas, Agustín Fernández Mallo, Javier Fernández, Vicente Luis Mora, Mercedes Cebrián, Braulio Ortiz Poole, Javier Calvo, Imma Turbau, Isaac Rosa, Mario Cuenca Sandoval, Jorge Carrión, Robert Juan Cantavella y Eloy Fernández Porta.
Aunque son muchas las diferencias entre estos autores, una vez leídos los textos del libro (en su mayoría relatos o fragmentos de obras anteriores), sí que parece posible establecer algunos nexos comunes que posibilitan la utilización del término 'generación'. Uno de ellos es, sin duda, el background cultural que emerge en su escritura. Una generación presidida por la centralidad de la televisión y la cultura de la imagen, algo que llegó con varias décadas de retraso a nuestro país. Ese fondo de contraste es uno de los causantes de otro rasgo esencial de esta generación: la ruptura entre la alta literatura y la cultura popular. Ya no hay fronteras entre lo alto y lo bajo, entre Samuel Beckett y los Simpson. Ambos pertenecen a un mismo imaginario. Nuestra mente no está tan formalizada como creemos, sino que en ella conviven, sin jerarquías de ningún tipo, referencias y mundos que, en principio, parecen irreconciliables. Este hecho es esencial en esta nueva literatura, que se sirve del imaginario del cómic, la televisión, el cine, pero también de la tradición de la literatura, para presentar un retrato múltiple del sujeto contemporáneo. Un sujeto caracterizado por la pluralidad. En este sentido, se puede decir también que esta nueva generación trabaja directamente con lo fragmentario, habiendo tomado conciencia de la artificialidad de los grandes relatos. Una obra como 'Nocilla Dream', con su escritura-blog, da buena cuenta de ese acercamiento múltiple a la realidad.
En resumen, 'Mutantes' es una herramienta más que útil para acercarse a la generación que se está fraguando en estos momentos. Algunos de sus autores ya han dado buenos frutos, pero estoy convencido de que lo mejor está por llegar. La potencialidad de muchos de los escritores antologados hace presagiar un futuro prometedor, aunque también difícil, porque si algo hay claro con esta generación es que tendrá que luchar y vérselas con el nuevo boom de la literatura comercial. Aún así, queda esperanza. Sobre todo gracias a la labor de editoriales como Berenice, que se ha convertido en una de las abanderadas de esta nueva escritura. Recientemente también ha publicado 'Afterpop. La literatura de la implosión mediática', un magnífico ensayo de Eloy Fernández Porta esencial para comprender los fundamentos de estos nuevos novísimos.
Lo de la terminología de Mutantes ya ni lo comento porque, amén de haberlo citado en el libro, que es donde corresponde, también lo he aclarado varias veces aquí mismo en el blog. En efecto, fue Juan Francisco Ferré en un ya lejano artículo de Quimera quien acuñó el término. Pero ya sabes, Juan Francisco, con las buenas frases pasa como con los buenos versos y con los buenos vinos: al final son de todos y de ninguno, todos quieren apropiárselos... Saludos.
Me ha salido un poco pelota el comentario anterior, Juan Francisco, y luego dicen que nos doramos demasiado la píldora. Así que voy a llamarte eso que tú mismo gustas de recibir como insulto, Big Motherfucker, y te diré que aunque escribes bien juegas fatal al hockey sobre patines y a la petanca en versión guineana. Además, no tienes ni idea de gramática aymara. Qué vergüenza.
Imagino que aquel que escribe sobre algo en apariencia no excesivamente significativo en tanto cada generación -por no decir cada escritor y menos aún lo que sea que sea, que lo sea- no afirma, seriamente, que el pelo no crece, los días no cambian o nada se comprende de manera definitiva e idéntica. Sería algo distinto a la vida misma.
Imagino pretende, seriamente, afirmar la clonación cuando se refiere al rasgo típico del enfrentamiento con (¿contra? ¿desde? ¿hacia?) la sociedad de casi cualquier movimiento estático.
Cada vez tengo más ganas de comprar el libro.
saludos a todos
El problema de estas críticas negativas es su convencimiento de que los autores reseñados no darán que hablar por ¡un relato! Creo recordar que, precisamente, en Generación Quemada había relatos bastante discutibles de autores, como mínimo, notables y siempre alguna inclusión equivocada (Jonathan Safran Foer, que ya ha atormentado suficiente con dos novelas sentimentales y de un realismo mágico sonrojante) o al menos discutible. Por ejemplo, el relato de Ferré (que no su magnífico prólogo ) no es tan estimulante (por motivos que podíamos desgranar largo y tendido, pero siempre literarios) como algunos otros, pero ello no resulta ningún “argumento” para elaborar una crítica. Estamos hablando del autor de La fiesta del asno, no podemos despachar su relato como una obra entera ni jugar a jovencitos Rappel por ello.
Sensato y rápido, como siempre, Alvy. Además, veo algunas incoherencias en las reseñas, como en la de El Confidencial: no puedes atacar a una antología y escribir al final: "Aunque incompleta, es una cata de lo que podremos leer en los próximos años..", porque eso es precisamente una buena antología, en eso consiste, en ser una cata incompleta de lo que podremos leer en los próximos años. Saludos.
Todas las críticas enlazadas hacen la reseña de Mutantes como si se tratara de un best of, como si las antologías anteriores (pienso en las poéticas, que he leído) tuvieran lo mejor de cada autor. La labor de contar con un exponente del mismo es ya de por sí ardua. Y sobre la similitud entre Marías y los novísimos, a Afterpop me remito: Marías es un escritor pop y los nuevos trazan un discurso sobre los materiales que utilizan, ya sea irónico, contrario o demás. En todos los casos (a Marías no le tengo lo suficientemente leído) hay una reacción contra lo banal.
También me deja estupefacto que se hable de originalidad en términos que ni el autor ni la propia obra per se pretenden hacerlo. Se ha huído completamente de mi cantinela antigua (formas, fondos) que ya señaló Vicente, pero que en estos casos me parece necesaria: el relato de Jordi Carrión funciona perfectamente no por su uso del buscador como forma narrativa, sino por como este recurso le sirve para hablar con una sutilidad y una sinceridad absolutamente desarmante de la memoria y la identidad, que son los temas que se ocultan tras la inmigración y demás.
¿Por qué siempre resultáis incomprendidos? ¿Por qué siempre lo hace mal el otro? ¿Por qué? Yo no veo crítica negativa en ninguna parte. Veo críticas. Y que todas juntas apuntan a que no convencéis como cuerpo grupal. No hay más, al menos por ahora no hay más... ¿Por qué siempre resultáis incomprendidos? ¿Por qué no comprendéis a nadie, sino que respondéis reinterpretándoos?
Saludos.
Pero hombre, no te enfades. Mira, la cuestión es como sigue: en este espacio, y como tú mismo acabas de comprobar, hay derecho de réplica, tú lo has ejercido. Es algo que me parece democrático y necesario. Por ese mismo motivo, no entiendo por qué no puedo (u otros pueden) ejercerlo. Sería hipócrita por mi parte hacerlo sin darle a los demás la oportunidad. Pero la doy, así que mi comportamiento es honesto, público y con luz y taquígrafos.
Y, de todas formas, lamento discrepar contigo, pero creo que te equivocas. El hecho de que tanta gente se haya puesto nerviosa, que haya habido varios congresos (no todos organizados por "nosotros", ojo), y que haya tanta conversación sobre esto me dice que te equivocas, que en esto hay algo duradero. Y como conozco algo de lo que va a van a sacar inminentemente Agustín Fernández Mallo, Jordi Carrión y Eloy Fernández Porta, y sé que Germán Sierra, Diego Doncel y J. F. Ferré están ultimando libro, pues me parece que esto sólo es en realidad el comienzo. Pero puedo equivocarme. Si si eso ocurre, si me equivoco, y no llegamos a nada (aunque algunos de los citados ya han llegado), aquí tendrás espacio para reírte de mí. Saludos.
Ojo a Bonilla hoy en El Mundo.
No me he enfadado, he preguntado. Creo que la cuestión sobre el enfado debes hacérsela entre otros al amigo Ferré, no a mí...
Saludos.
Muy buenas, no sé si será el tema adecuado para abrir el post que escribo a continuación, y tampoco sé hasta qué punto. de lo que voy a hablar tiene mucho que ver con esta antología. En las últimas semanas he podido comprobar y participar en alguna tertulia en la que la gente me comentaba de la instauración de auténticos lobbies literarios en los que los editores no se preocupan tanto de la calidad como de la cantidad y los vínculos de amistad entre autores para llevar a cabo la edición de un libro. No caeré en la torpeza de nombrar aquí a ninguna editorial pero sí me gustaría saber la opinión del personal respecto a la abrumadora eclosión de géneros y de publicaciones que van produciéndose a granel. Supongo que el coste que supone a las editoriales acabarán creando grandes agujeros económicos que, tarde o temprano, redundarán en la "vida" de dichas editoriales. ¿La cuota de aportación a la literaratura, en relación título/calidad, es proporcional al número de publicaciones que se realizan?
Sé que es un tema complicado y que quizá merezca un mayor tiempo para deliberar sobre él, pero aquí queda.
Saludos
Bueno, Nacho, el mundo editorial se mueve con intereses muy distintos a los de la escritura y la crítica. No necesita de pudor ni exquisitez estética, porque se trata de un negocio, de un puro negocio donde los editores se juegan su dinero. Por eso su lógica es la del capital y la del mercado y no se puede juzgar desde otros puntos de vista, a menos que uno quiera pecar de ingenuo. Quiero decir que por supuesto que todos los editores hacen sus composiciones estratégicas de lugar para editar un libro. Serían unos novatos o unos imbéciles si no lo hicieran. Mirarán quién es el autor, qué factores literarios o extraliterarios pueden ayudar a las ventas. Intentarán conocer sus amigos y enemigos. Recordarán cuántas reseñas han tenido en suplementos nacionales, y de qué tenor. Tenderán a pedir al autor que se haga autopromoción, le rogarán que utilice sus contactos en revistas y suplementos, que pida críticas a sus amigos. Eso en los mejores casos; algunos, pocos por fortuna, no dudarán en hacer cosas peores, como amañar premios, convocar premios para premiar a los de su sello, forzar subvenciones y un largo etcétera.
Cualquiera que esté en el mundo editorial o cerca de él sabe esto, ¿de qué nos sorprendemos? Es lo mismo que hacen todas las empresas. La pureza se acaba en el papel, Nacho (a veces ni eso, cuando el escritor piensa en las posibles ventas de lo escrito, en vez de en la calidad). A partir de ahí, una vez escrito el libro, comienza la guerra, en la que el escritor debe oponer su ética (el que la tenga, tampoco todos, ni mucho menos) ante ciertos planteamientos de los editores. Hay cosas lícitas, y otras no tanto. Cada cual debe juzgar su papel en ellas. Pero insisto, no caigamos en la ingenuidad de pensar que el editor actúa con desinterés, o con una olímpica entrega a la cultura. Viven de eso, Nacho. Sus familias comen de eso. Conviene no olvidarlo, si uno no quiere vivir en el limbo.
Estoy de acuerdo en todo lo que has expuesto Vicente, pero luego ocurre un hecho, el cual resulta muy gracioso. Nos quejamos del bajo nivel cultural de la población, de lo poco que se lee, se intenta fomentar la lectura y, llegados a un punto, todo vale. Hace relativamente poco, Carlos Giménez, autor de cómics, en un encuentro organizado por la UCO en Córdoba, nos comentaba que el lector tenía que aprender a decir no, pero ocurre que en el mundo editorial se traga con todo. Lo más fascinante de todo este entramado es que a día de hoy, editoriales independientes o con menor nombre son las encargadas de editar literatura realmente interesante, una lástima que no les acompañe una buena campaña de Marketing que, como bien has reflejado, es el único instrumento para vender, por otro lado, me consta que alguna que otra editorial está comenzando a comerse grandes tiradas de libros debido a que la previsión de ventas no ha sido tal y como esperaba. Es algo que me preocupa, puesto que en cierto modo, se está desaprovechando, en muchos casos, la oportunidad de sacar propuestas interesantes por motivos ajenos totalmente a la literatura. ¿Cómo algunos editores son tan torpes de tirarse piedras contra su propio tejado y jugarse el pan de sus familia? Pues no lo sé, pero me consta que los hay.
¿Una editorial? Todas las editoriales, Nacho, todas y por desgracia, tienen que "comerse" gran parte de las tiradas de casi todos sus libros. las grandes apuestas funcionan sólo en uno de cada cuatro o cinco casos (bueno, funcionar, funcionan una de diez, el resto es cubrir gastos y ganar algo de margen). El mundo editorial es difícil y está lleno de grandes desaciertos, pero también te digo una cosa. En estos momentos esperan en mis anaqueles no menos de 80 libros que han salido entre noviembre y enero, de diversos géneros, que considero imprescindibles y que me tengo que leer en los próximos meses. Eso habla bien de nuestro mercado editorial, que genera tantas novedades interesantes que no da tiempo material a deglutirlas. Simplemente si intentas leer lo que publican las editoriales que he puesto ahí en mi "canon", tienes que ir como una moto leyendo. Estoy de acuerdo contigo en varias cosas que dices: por supuesto que en España se publican 60.000 libros al año, y un gran porcentaje de ellos es basura. Y esa basura son otros libros, valiosos, que tienen escaso encaje en el sistema. Pero hay un gran margen de libros que es interesante. Imagina que sólo fueran aconsejables el 5%, incluso el 1%, de las ediciones españolas. Pues las cifras dan miedo: el 5% de 60.000 son 3.000 libros. El 1% son 600; todo un programa anual de lecturas para personas con tiempo libre. Y el problema es que hay decenas de editoriales hispanoamericanas igual de interesantes o más, que también publican libros imprescindibles... me voy, que me estoy agobiando. Saludos.
Errata: donde dice "Y esa basura son otros libros, valiosos, que tienen escaso encaje en el sistema", debe decir "Y esa basura impide la salida de otros libros, valiosos, que tienen escaso encaje en el sistema". La mente va más rápida que la mano en estos teclados yanquis, en los que hay que hacer un programa informático para poner un jodido acento.
[Para el anónimo que lo comenta]: he intentado colgar el durísimo artículo de Juan Bonilla hoy en El Mundo contra Mutantes, pero no he podido porque me lo han enviado en pdf y mi ordenador no tiene OCR para traducirlo al word. Si alguien se toma la molestia de transcribirlo, lo colgaré inmediatamente. Saludos.
A quien pueda interesar:
LAS AFUERAS/ JUAN BONILLA
“Goytisolos” ante el peligro
Desde el éxito de Nocilla dream, de Fernández Mallo, ha ido aflorando todo un grupo de escritores que, con voces bien diferentes, han merecido ser reducidos por el imperio del mercado con etiquetas banales pero suficientes para que nos entendamos. Ahora, a rebufo de ese éxito, y para apoyar a ese grupo de escritores de la Generación Nocilla, aparece la antología Mutantes, preparada por los profesores Julio Ortega y Juan Francisco Ferré.
Se titula Narrativa española de última generación y parte de la convicción de que la juventud es una cosa del espíritu y no del cuerpo, cosa que les viene bien porque el próximo número redondo que cumplan los mayores del grupo será ya el 50, y no hay en el libro un solo veinteañero. Se nos dice que aquí van reunidos autores que ayudan a renovar la narrativa española reciente, destacan por su frescura y la conciencia de que el escritor debe estar a la altura del tiempo que le ha tocado vivir.
Como todas las frases olímpicas, la anterior no resiste la prueba del algodón que supone probarla con ejemplos: de autores que quisieron estar a la altura de su tiempo está el olvido plagado, autores a los que la época que les tocó vivir les daba igual han resistido gracias a eso y todavía hoy da gusto leerlos (Isak Dinesen, por ejemplo). Pero no se valora un libro antológico por sus eslóganes, sino por sus propósitos y resultados.
Creo que Mutantes tiene una cosa buena: sus ganas de agitación. Nos vienen bien a todos. Lástima que esas ganas de agitación se vean apenas refrendadas por los resultados, que finalmente son los que importan. Para empezar, por el afán destroyer de los antólogos, donde leemos los topicazos cansinos de que los últimos 30 años de la literatura española han sido un desierto donde sólo se ubican un par de oasis (Julián Ríos y Goytisolo), y donde la bota militar del mercado ha hecho que nuestra literatura se conforme con las consabidas historietas de cátaros y Guerra Civil: hacer este tipo de reducciones no sólo es injusto, sino también de una banalidad impropia de quien pretende erguir una nueva manera de contar cosas (que luego se ve que no es tan nueva).
Pero la mención de esos dos oasis da muchas pistas acerca de los propósitos generales de esa narrativa de última generación: se trata, fundamentalmente, de un grupo de autores que considera que los cambios deben producirse en el campo de lo formal, y uno aplaudiría esa convicción si no fuera por el hecho de que, al repasar los textos antologados, comprueba que tales cambios aparecen en muy contadas ocasiones y con no demasiada eficacia.
Aparte de eso, no deja de ser enternecedor dar a entender que lo que más personaliza a este grupo de goytisolos ante el peligro es el hecho de que, cuando se reúnen, hablan de las ropas que se han comprado, de las pelis que se han bajado de Internet, y muy raramente de literatura. Las declaraciones contra la potencia de la literatura como herramienta con que arrostrar la realidad y su debilidad ante las nuevas tecnologías pueden ser graciosas, pero no creo que sean tesis de trabajo que hayan de ser tomadas en serio.
A pesar de todo, me parece que Mutantes es un libro útil, aunque sólo sea por el hecho de que, en su índice, hay algunos autores a los que merece la pena seguir, como Mario Cuenca Sandoval –autor de Boxeo sobre hielo-, el propio Fernández Mallo, Jorge Carrión o Vicente Luis Mora. No deja de ser curioso, de todas formas, que de este grupo de mutantes que en algunos blogs y en las páginas de Quimera han ido potenciándose para conquistar el interés de quienes gustan de curiosear en las nuevas propuestas literarias, lo que más haya destacado hasta ahora –aparte de la exitosa Nocilla dream- sean los ensayos de After-pop, de Eloy Fernández Porta, y de La luz nueva, de Vicente Luis Mora.
El peligro es evidente, el mismo, por cierto, que ha perjudicado tanto a Goytisolo como a Julián Ríos: el de saber exponer con meridiana claridad literaria qué debe pedírsele a un texto narrativo, y no ser capaz luego de darlo.
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c.m.
Siento no haber llegado antes y no poder detenerme ahora en leer todos los comentarios (los exámenes aún no acaban y el tiempo demasiado limitado).
Me pregunto los motivos por los que no conocía esta antología de autores... creo que debería tener algún tipo de suscripción con Berenice, puesto que en la librería donde voy ya me comienzan a mirar mal (debo ser el único que los pide y su proveedor no los tiene y tarda más de la cuenta en traerlos...).
Y la verdad es que es difícil saber si dentro de 20 años los libros que ahora leemos y que creemos importantes lo serán, dicen que al menos debe pasar una generación para que se haya una criba. Creo que eso es excesivo, pero al menos 10 ó 15 años nos dejarán ver lo que fue (por los motivos que sean, eso ya no importa) importante y dejó de serlo y lo que aún lo sigue siendo.
Un saludo... desde este otro lado
P.D: Prometo ponerme este fin de semana con los comentarios y la nueva entrada, espero sacar tiempo tiempo tiempo ¡tempus!
¿Quién ha hecho daño a Bonilla?
Apreciación: A mí me da que uno de los errores que presenta esta antología es que su prólogo integrador induce a pensar en una posible “generación Mutante”, si bien, ante lo que nos encontramos es con un portfolio un tanto generalista —aunque no por ello menos interesante— de lo que reza el subtítulo del libro: Narrativa española de última generación. No dudo que exista una intención renovadora o ciertas afinidades estilísticas entre los autores antologados, no. No obstante, probablemente sean mayores las disparidades (y en este sentido, fíjense que buena parte del debate en torno a Mutantes no tiene que ver con la calidad de sus autores sino con la habilidad de Ferré y Ortega como discjockeys), puesto que cada autor presenta su hábitat y su estética particulares [nada que ver el Madrid de Mora con el desierto de Albacete de Mallo o con la Zaragoza de Vilas; y sin embargo, leo a todos ellos con igual delectación], lógica consecuencia, por otra parte, de esta nuestra sociedad individualizada.
Tal vez, y solo tal vez, hubiese sido menos enigmático para los lectores proyectar la antología de forma parecida a la del Fernández Porta en el número de enero de Quimera, donde había un claro hilo conductor que conectaba a autores más o menos dispares.
Un saludo.
Bonilla Dream
Me acaban de enviar al mail otro artículo, uno (un poco insustancial, la verdad)de Antonio Baños, en la revista Qué Leer de febrero. Se titula: "¿Existe la generación Nocilla?". Respuesta: no, no existe, no se angustie por ello. Cuánta preocupación por algo que no existe.
Vamos a ver, vamos a ver, con esto de los DJs y los VJs, se nos están yendo un poco las categorías.
Una Antología narrativa que incluye a autores nacidos en los sesenta y setenta como, en orden cronológico riguroso, Germán Sierra, Manuel Vilas, Javier Pastor, Juan Francisco Ferré, Agustín Fernández Mallo, Javier Fernández, Vicente Luis Mora, Mercedes Cebrián, Javier Calvo, Eloy Fernández Porta, Isaac Rosa, Jorge Carrión o Robert Juan-Cantavella, entre otros, ¿necesita una manual de instrucciones? ¿Seriamente? ¿No será que los antólogos han dado por supuesto que el lector español al que se dirige la antología tenía bastante con eso? No creo que los suplementos a su inteligibilidad que proporcionan ambos prólogos induzcan a ningún grado de confusión. Como en el "Retablo de las Maravillas" de Cervantes cada uno lee en ellos (como en la antología, por otra parte) lo que le venga en gana.
No creo, por otra parte, que "Mutantes" se parezca en sus criterios de agrupación a aquella famosa enciclopedia china de la que hablara Borges burlonamente. Y aunque así fuera se debería recordar que, contraviniendo los excesos racionales del argentino, el bueno de Michel Foucault fundaría sobre su arbitrariedad taxonómica el creativo concepto de "heterotopía" en el prólogo a "Las palabras y las cosas".
Del mismo modo, alguien podría argumentar que "Mutantes" es bella, con todas sus imperfecciones, como el encuentro de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección, y quedarse tan ancho. ¿O es que nos hemos vuelto todos de una racionalidad burocrática?
En cualquier caso, ya se está viendo que algunos, aquejados de un agudo ataque de narcisismo digno de mejor causa, sólo pueden ver su rostro (avejentado) en el espejo. O peor, la ausencia (cruel) de un rostro al que reconocer con satisfacción y guiñar un ojo cómplice.
Como decían los latinos, Cui Bono?
Sí, empiezo a pensar que, ya que se habla tanto de algo que no existe, las críticas, más que literarias, deberían de pasar a denominarse "paranormales".
Iker Jiménez...¿qué piensas de la "Generación Nocilla"? ¿Qué nos dicen esas voces? ¿Qué significado se encierra detrás de esos rumores?
(perdonad el tono humorístico y/o levemente lynchiano, a quien moleste)
No deja de ser triste el triunfo de la etiqueta periodística "Generación Nocilla", más lamentable que "Crack", "Boom" y otras onomatopeyas. Lo tenían fácil, "afterpop", "mutantes", "pangeicos", cualquiera era mejor. Sin embargo...
Para eso estudiar cuatro años y recibir lecciones de ética...
Jordi C.
Pretendía mantenerme como mero espectador, pero no puedo resistirme, por si Bonilla lee el blog: Acabo de comprarme un par de americanas de Marc Jacobs y una sudadera de A Bathing Ape, aparte de innumerables camisetas. La literatura, por cierto, es una tecnología, y lo que nos preocupa a algunos son sus modos de integración en las nuevas tecnología digitales, no su supuesta debilidad. Hay que leer un poquito más. Y cuando una crítica se basa en que los autores no son tan innovadores como pretenden ser, suele reforzar el argumento la presencia de algún ejemplo comparativo, como "yo soy mucho más moderno que todos ellos juntos" O "esas cosas ya las hacían Petronio y Sei Shonagon."
Conclusión: En literatura se puede intentar experimentar a los 20 años, pero a los 50... uno debería escribir como... ¿¡¡¡Isak Dinesen...!!!?
Yo también sé jugar a esto de crear estereotipos y corsés literarios:
TDT GENERATION
Los avances tecnológicos nos han llevado de la televisión analógica a la digital en breve espacio de tiempo. Algo similar ocurre en la literatura española. Nuevos autores han ido creando un nuevo espacio en el que las novelas poseen vida propia; libros que respiran: cada página un latido.
Hoy los molinos quijotescos son aerogeneradores en Tarifa. De la misma manera nuestros escritores se adaptan al tiempo, de la cultura popular pasamos a la cultura Afterpop. Aquellos jóvenes que merendaban bocadillos de nocilla se han servido de la misma para desarrollar sus proyectos literarios. Boxean sobre hielo como si fueran púgiles con cuchillas en los pies. Van buscando su autobús circular que les lleve a atravesar la ciudad de las ideas.
Hoy en día los diálogos se escriben vía Messenger, podemos encontrar numerosa información en los blogs: auténticos surtidores de palabras. Lo cotidiano recrea ambientes poéticos, una factura de luz es un poema, sólo hay que descodificarla y aparecerá. Las librerías han ganado el terreno a los videoclubs, descargarte una novela desde Emule significará que estamos en el buen camino. Las canciones en braille son el presente y el futuro.
Autores como Agustín Fernández Mallo, Vicente Luis Mora, Eloy Fernández Porta, Salvador Gutiérrez Solís, Care Santos,Eva Díaz, Mario Cuenca Sandoval, Harkaitz Cano, José Ángel Mañas o Milo Krmpotic nos muestran el camino. Son los narradores españoles del Siglo XXI como la revista Mercurio nos indica en su número 93. Ellos y poetas como Pablo García Casado, Mercedes Díaz Villarías, Kirmen Uribe, Antonio Agredano, David Leo García, Elena Medel, Carlos Pardo o José Daniel García son el presente y futuro.
En ellos está la labor de llevar a todos, como si de verdaderos descodificadores se tratasen, la nueva literatura a nuestras casas (con permiso de la SGAE, claro).
Y eso que soy un lector de medio pelo.
Saludos.
propongo a Lynch director de Bonilla Dream.
HOY TOCA...
Masoliver Ródenas!
"Sólo los mal ensasillados como generación nocilla mantienen una actitud programática y beligerante y en lugar de apostar por una nueva novela parecen apostar por su destrucción. Me temo que apuesta perdida"
El Mercurio hiede.
Más:
http://riofugitivo.blogspot.com/
Hablando de cosas serias, acabo de percatarme de la sospechosa cábala que media entre el nombre del autor del artículo- Antonio Gil-, y ese otro Antonio Gil, para más señas Zárate, dramaturgo decimonónico y, sobre todo, autor del primer manual universitario de historia de la "literatura nacional". A lo mejor Iker Jiménez, de la que se pasa por aquí, podría aclararnos si no estaremos ante un desdoblamiento fantasmagórico del viejo Antonio Gil y Zárate, que toma cuerpo y pluma con su viejo nombre (algo adelgazado)para remediar en la medida de lo posible la tremenda faena de inventar la literatura española. Eso explicaría por qué, a pesar de lo animado de esta discursión, no se decide a participar. Venga hombre, que es broma, anímese, si sabemos que está por aquí.
Dreams… Estaba yo sentada en mi cubículo mortadela aquí en Athlon, dando cucharadas desesperadas al tarro bicolor de Nocilla por la parte del blanco que es la que más me gusta y dándole la más negra a mi serpiente favorita, la cada vez más gorda Anastasa… Me venían ecos antiguos, como de otro tiempo, “que por mallo era por mallo cuando hace la caló”, pues la temperatura ascendía sin parar en el termómetro digital BEABA Nenúfar Verde, cuando mi Mac vibró ante el mensaje colectivo de JO&JFF convocándonos a los veinte amigos de siempre a pasar el día en la mansión allende los mares y a escribir de nuestras últimas marcas preferidas, esta vez con un toque gótico-deleuziano (que iba a quedar muy fashion según ellos), sin abusar de lo literario. “Great!”, les respondí desde mi exilio mientras me pintaba las uñas con el fucsia eléctrico nº 7 de D&G, pues me hacía como ilusión compartir ciertas cosas con mis amigos … “Be careful!” les advertí sin embargo, no sea que os enemistéis con los amigos del mundo mundial, y la vox populi os lea mal, las heridas nunca se cerrarán, y la catástrofe nacional está al acecho, el odio entre hermanos y todo eso… además esto de reunirse y escribir no tiene nada de original ni de novedoso, ¡todo se ha hecho tantas veces…!, ya lo hicieron long time ago otro grupo de locos engreídos una noche fatídica, para, al final, crear un famoso mutante, un franko engendro que ha chafado la carrera de De Niro, todo hay que decirlo. Pero ahora, tantos inquisidores apasionados no han desatado, por desgracia, la embriaguez o el éxtasis general sino los temores más antiguos, o el más antiguo quizá agazapado en el incrustado ADN nacional de consabidas guerras civiles y “misterios” patrios: buenos contra malos, convenientes contra inconvenientes, conocidos contra desconocidos, amigos contra no amigos /enemigos, ¿apolíneos contra dionisíacos?…
Yo ya se lo advertí a los dos, Vicente, con mi inevitable estilo grandilocuente y pretencioso pero ellos, en sus trece, no me hicieron caso entonces y ahora tú, tan ocupado como estás tomándote todo este trabajo…
Zhora
Félix de Azúa.
Prólogo a la edición italiana del Diccionario de las artes
Más de diez años han pasado desde que, en un orden
azaroso y según variaban mis lecturas, redacté estas notas
con el propósito de averiguar qué pensaba yo sobre las
artes actuales o sobre el estado de cosas del Arte. Dentro
de unas pocas páginas verá el lector la diferencia entre
“las artes” (la vieja tradición de los oficios, la
“técnica”) y “el Arte” (la categoría trascendental de la
estética idealista), por lo que me permito no extenderme
aquí sobre la cuestión. El caso es que repasando ahora el
viejo texto con el fin de darlo a la reedición, constato
que nada ha cambiado en ese ámbito y que si debiera
subrayar algún elemento éste sería justamente el de un
acelerado desaparecer, un esfumarse, una silenciosa
extinción del Arte y una explosión o metástasis de las
artes. Como ya suponía entonces, el final de las prácticas
artísticas rigurosas no ha tenido lugar como un
acontecimiento, un suceso, un “acto”, sino como un vacío.
Llegará un día, pensaba, en que a nadie le importará lo más
mínimo ese asunto llamado “Arte” y el silencio se encargará
de destruir todos los contenidos de esa noción. Así ha
sido, o por lo menos así está siendo.
Del mismo modo que hoy ya nadie se ocupa de un tópico
tan tedioso como “la Escuela de París”, la cual, sin
embargo, fue juzgada durante años, desde 1945 hasta 1970,
como un núcleo de enorme creatividad e imaginación (hoy
reducido a pálidas monografías amontonadas en las librerías
de segunda mano), así también el arte serio y riguroso que
comenzó con la irrupción de Cezanne y cientos de inventores
sucesivos hasta Marcel Duchamp, es hoy un mundo acabado (en
el sentido de “un buen acabado”), el cual, junto con el
resto de las invenciones europeas desde Giotto hasta Manet,
descansa ya en un archivo cerrado al que sólo se acercan
los estudiosos. Eso no impide que masas cada vez más
numerosas y furiosas se amontonen en museos donde aquellos
que de verdad se interesan por la pintura o la escultura
procuran no poner los pies. El éxito del museo es la
apoteosis de los cementerios.
Lo que vino después de Duchamp (no el Duchamp de 1917
sino su revival tras la segunda guerra mundial), es decir,
las posvanguardias anglosajonas de los años Setenta y
Ochenta, remata el acabamiento del Arte. Para algunos
teóricos conservadores como A.C. Danto, pero también para
progresivos como los miembros de la revista “October”, las
posvanguardias pertenecen más bien al ámbito de la
filosofía o de las producciones psicoanalíticas,
deconstructivas y sociolingüísticas que permiten al
comentarista tomar el papel de lo comentado. Para otros es
ya simplemente la constatación de un final, su broche y
barnizado. La tarea de transgredir las leyes naturalistas y
clausurar la mímesis con el fin de alcanzar una
representación inaccesible al azar de la vida práctica en
donde nuestras ideas sonoras, plásticas, literarias,
alcanzaran finalmente su verdad y las formas fueran el
correlato exacto del significado (como en el sueño de
Hegel), ha concluido.
No obstante, el actual regreso a la mímesis, al
naturalismo, a la copia mecánica de “lo real” (entendido
como “lo que todo el mundo sabe” y “la representación de la
opinión pública”) se produce ya fuera del Arte, en el
escenario de un espectáculo llamado cultural (aunque es tan
sólo económico) en donde las artes pueden producir objetos
mucho más divertidos, entretenidos e interesantes, y
competir de nuevo con los espectáculos superiores: el cine,
el móvil, Internet, la televisión, el deporte, el sexo, la
política. No hay en ello una pérdida, sino un cambio de
inversiones en busca de rendimientos.
Ninguna melancolía debe atarnos al pasado de las artes
reunidas desde el renacimiento en aquella unidad metafísica
llamada Arte. La melancolía nos impediría observar que el
actual espectáculo, la dispersión de las artes en su
espectro clásico y gremial (los oficios, las técnicas), es
también el regreso de una producción que se corresponde con
una clientela masiva antes inexistente. Si conservamos un
cierto respeto hacia lo que durante casi tres siglos fue el
Arte no podemos ahora dejar de mirar, aunque sea sólo por
honradez, su espectacular descendencia. Los millones de
productos que cada día se lanzan al mercado “artístico”
buscando clientela es abrumador y un motivo constante de
estudio, reflexión e incluso placer. Es probable que The
Soprano’s haya ocupado el lugar que algún día correspondió
a Goldoni, pero eso no debe llevarnos al sarcasmo, sino a
un más intenso esfuerzo por comprender lo que se oculta
bajo la expresión: “democracia de masas”.
Es posible que el pasado (el Arte en su sentido
hegeliano) sea un misterio tan augusto como nuestro propio
destino, pero es indudable que aquella responsabilidad era
un peso excesivo para los hombros de la representación
artística y que el actual relajo, el entretenimiento, es la
consecuencia de una decepción. El Arte se vistió los
ropajes de la Religión, de la Ciencia, de la Filosofía y
durante más de cien años se autoproclamó como el lugar del
significado absoluto. Sin embargo, el contenido de ese
significado, tras los años de la vanguardia, se ha
demostrado nulo, o por lo menos insuficiente. No es de
extrañar que ahora el Arte a duras penas se atreva a
comparecer en escena vestido de ONG. Y sin embargo,
posiblemente los dos momentos, el Heroico y el Ridículo,
persigan lo mismo: dar figura, sonido, lenguaje y
habitación a todo aquello que no se transforma con el paso
del tiempo, aquello cuya permanencia es inexplicable… y
también la única esperanza de explicarnos a nosotros
mismos, si es que hay en nosotros algo que permanece.
Este libro, por lo tanto, nace del desasosiego y la
incomodidad. Para exponer la contradicción entre mi
convicción sobre la seriedad del Arte y la conciencia de
que su actual fenómeno no es sino una venganza contra la
seriedad del Arte, no podía utilizar las herramientas
habituales del ensayo. Por esta razón y aprovechando una
coyuntura azarosa, armé un “diccionario” que permitiera
juntar en sucesiones discontinuas, como en una serie de
diapositivas, fragmentos a veces complementarios y otras
veces contradictorios. Trataba yo de evitar la unidad del
ensayo y su vocación pedagógica. Me parecía más adecuado
dejar claro desde el principio que no había tesis, que no
había solución, que no había respuesta (seguramente porque
hemos olvidado la pregunta) sino tan sólo una sucesión de
fragmentos, a imitación del modo en que los estudiantes
actuales acceden al conocimiento: mediante series
discontinuas de imágenes, informaciones, ilustraciones o
You Tube. De hecho, pero con suma modestia, seguí el
consejo de W. Benjamín cuando proponía la técnica del
montaje como herramienta más apropiada para el conocimiento
de la sociedad de masas. Este diccionario es un montaje de
iluminaciones discontinuas.
Quiere el tópico que los italianos hayan sentido
siempre mayor inclinación hacia el esplendor de la
superficie (eso que en La Montaña Mágica de Thomas Mann un
liberal como Settembrini llama “la forma”), que a la
trascendencia que puede sugerir lo sensible (otro tópico
defendido en la misma novela por el siniestro jesuita
Naphta). En la gigantomaquia de la Luz contra las
Tinieblas, el tópico quiere que los italianos estén del
lado de la Luz. Como todo lector recordará, la disputa
entre ambos personajes culminaba con el suicidio de Naphta,
de modo que fue necesaria una segunda parte, el intenso
Doctor Faustus, para que Mann rematara el asunto, pero esta
vez decididamente del lado de la trascendencia del Arte
como discurso verdadero del destino humano, más allá de la
religión y de la ciencia. De nuevo el final era
catastrófico. Esta vez no se suicidaba un personaje, sino
una entera sociedad, la del Tercer Reich. La hecatombe de
la cultura alemana aparece metafóricamente bajo la forma de
una composición del protagonista, Adrian Leverkuhn,
sospechosamente parecida a la octava sinfonía de Mahler,
siendo así que Leverkuhn había descubierto, en realidad, el
dodecafonismo. Con increíble sagacidad, Mann situaba a las
vanguardias históricas, no en la ruptura de la artisticidad
clásica y romántica, sino como su consecuencia y
acabamiento, del lado de las Tinieblas. Creo que podemos
aceptar, en todo caso, que lo uno lleva a lo otro: la
luminosa clasicidad latina deja paso a las sombras
románticas, éstas al trascendentalismo germánico
(especialmente en la música) y éste, finalmente, a las
vanguardias de los años totalitarios. ¿Vendría luego un
nuevo triunfo de la Luz y de la latinidad como propone la
historiografía kitsch? ¿Ese tedioso grito de “¡vuelve la
pintura”! que se oye cada dos o tres años? Imposible.
Si se acepta esta crónica (la cual, de otra parte, no
se aleja demasiado de lo que explican los manuales de
historia del arte), casi deberíamos respirar aliviados al
ver las actuales exposiciones. No es un triunfo de la Luz,
pero por lo menos es una tregua, una “nueva edad media”.
Aquellos que aún desean seguir practicando alguna de las
múltiples artes tienen ahora la misma infinidad de
posibilidades que un obrero manual (“mecánico”) del gótico.
Cuando ya apenas queda nada manufacturado, he aquí que las
artes, perdida su aura trascendental, pueden constituir el
primer grupo de excelencia manual después de dos siglos de
automatización. Fotografía, video, cine, canciones
populares, happenings, acciones, performances, más todo lo
que puede colgarse de Internet, apenas tienen ya frontera
con el diseño de menaje doméstico, la moda sociológica, los
textiles, el asesoramiento de imagen o la cirugía plástica
(“my body is my software”). Una renovación de la artesanía,
más desnuda aún de justificación ideológica que la Werkbund
o Arts and Crafts, no me parece un mal principio.
Tampoco me parece un mal futuro. Como aquellos
príncipes derrotados que una vez expulsados de su reino y
en una nación lejana descubren poseer una habilidad
insospechada para la horticultura y gozan regando su huerto
mientras alguna sonrosada Maritornes les cocina un conejo
con nabos, así también el artista actual se complace en
tareas de manufactura, sin olvidar que viene de una lejana
estirpe en otro tiempo temible. El príncipe exiliado
seguramente recordará su pasado glorioso como una empresa
más estimable, más ambiciosa, pero también puede recordar
su fracaso como el momento trágico, es decir, la
culminación del sentido de una existencia. Entonces, si es
verdaderamente sabio, reconocerá que ahora tiene la fortuna
de poder reflexionar sobre aquel momento de suprema lucidez
que llamamos “tragedia”, y puede hacerlo desde la posición
más adecuada: la de la indiferencia.
No otra fue la tarea de los filósofos barrocos a
partir de Descartes, cuando se apagó la luz de la teología
que había iluminado el orden de las ideas desde Platón. La
teoría de nuestro tiempo, de Nietzsche a Wittgenstein,
aunque menos titánica, no deja de tener interés.
Ciertamente los pensadores ya no compiten con el saber
divino, ya no se proponen exponer “el discurso de Dios
antes de crear el mundo”, ni pretenden dar un fundamento
lógico a la inmortalidad de los humanos. Muy al contrario,
han descubierto un saber efímero que corresponde a los
mortales y que sólo ellos conocen porque “antes que los
dioses, los humanos hemos conocido el abismo”. Los humanos
habitamos en un lugar impracticable para los dioses y en el
que accedemos a un saber propio, es decir, que nos es
apropiado. Este saber dice que sólo podemos ser libres si
aceptamos nuestra muerte y que sólo los mortales son
libres. Así también, el Arte.
Barcelona 2008
--
c.m.
(Originalmente publicado en The Guardian, Enero de 2001)
Los cinastas usan cortes, congelan los frames, ralentizan la imagen; los músicos remezclan, “scratchean”, “samplean”. ¿Los escritores también podemos tener algo de diversión?
Orígenes de una ficción Dub.
Jeff Noon.
“Bajo otra mirada, las palabras se convierten en un medio líquido, una sustancia maleable, que puede ser transformada en modos sorprendentes”
The Clash incluyeron una canción titulada “Police and Thieves” en su LP de debut. Como tanta gente de su generación y entorno, ese corte del disco significó un portal a atravesar ese despliegue elemental de la música conocido como Dub.
Bastante al margen de la validez de la música en sí, lo más sorprendente del Dub (mayúsculas en el original) es su aproximación al acto creativo. Estaba acostumbrado a la idea de la música siendo construida, tema a tema, pieza a pieza, hasta que la mezcla llegaba a su final. Productores jamaicanos como Lee Perry y King Tubby invirtieron este proceso. La mezcla final de una canción devino el punto de partida para la experimentación. Componiendo tras la mesa de mezclas, incluyeron vacíos en el sonido, dejaron caer el volumen de la instrumentación, para volver a subirlo un momento más tarde, añadieron sonidos a las mezclas. En muchas ocasiones el tema mostraba su esqueleto, el bajo y batería, en otras un espectro parecía haber hechizado el mix. La música se había convertido en una experiencia líquida.
Con el paso de los años, este concepto que fue casi secreto ha entrado en la mente colectiva como la idea del remix. La música ya no tiene un acabado definitivo, existe en un permanente estado de flujo, en el que muchos músicos agregan sus propias aportaciones al tema. Incluso en el momento de su escucha, sea en directo en un concierto o bien en las manos de un DJ, la música está siendo procesada, lo que crea, en mi opinión, una música en total sintonía con la mente contemporánea.
Volviendo al mundo de la literatura, ¿podemos ver algún tipo de semejanza en cuanto a técnicas equivalentes usadas por los escritores? Tendría que responder negativamente, que los escritores están, aún, con honrosas excepciones, utilizando técnicas narrativas inventadas en el siglo XIX, lo que me parece ridículo, especialmente entrando en un nuevo milenio. Necesitamos explorar nuevas vías de contar historias, nuevos modos de dejar que la narrativa se impregne de la experiencia líquida.
Durante estos años, he ido escuchando muchísima electrónica experimental. Algunas piezas proceden de los márgenes de la cultura Techno; música de Pole, Autechre, Oval, y semejantes. Otros artistas trabajan en un entorno más vanguardista. Pero lo que todos estos músicos comparten es su interés en las computadoras como herramienta creativa. Leyendo entrevistas a músicos, comencé a aprender algo sobre la maquinaria utilizada, y las técnicas utilizadas. Una señal musical es enviada a través de un canal, y esta señal pasa atravesando varios puertos o filtros, cada uno teniendo su efecto en la música. Estos filtros tienen nombres como Decay, reverb y echo. A veces, diagramas de estos filtros acaban siendo usados en el diseño de la portada del disco. Es bien posible que fuera mirando uno de estos signos cuando la idea inicial de Cobralingus me vino a la mente: ¿puede un texto pasar por el mismo proceso?
Ya había estado experimentando con procesos musicales como el dub o el remix para intentar un nuevo tipode ficción. La novela Nymphomation fue mi primer intento serio de ello, utilizando un reverb dub del poema Jabberwocky de Lewis Carroll. Algunas de las historias de Píxel Juice refinaron o expandieron esta técnica, con un concepto más abierto del dub. La novela Needle in the Groove (La aguja en eI surco, Mondadori, 2003) permitió a la narrativa incluir su remix, y ser afectada por el mismo.
Con la idea de Cobralingus, vi una manera de elaborar el proceso, de llevarlo a su extremo. Al mismo tiempo, las entradas de los filtros me permitían controlar el texto a medida que se fuera moviendo. Filtros como Decay y Overload venían directamente de los modelos de software musical, otros se inventaron en tanto fueran apropiados para una aventura textual. En principio, elegí diez canales de filtros. Algunos, como Randomise o Explode/ Estallido, rompen el texto en diferentes grados, otros, como Enhance/Realzar o Find Story/Encuentra la historia, operan al revés, ampliando el texto en niveles diferentes. El proceso se convierte en una corriente de lenguaje, rompiéndose, añadiéndose, rompiéndose otra vez, etc. El primer texto creado así fue Exploding Horse Generador Unit. En aquella pieza el lector puede seguir mi esfuerzo al intentar activar con éxito el proceso.
Un texto de Cobralingus no sigue ningún tipo de plan preestablecido. Un texto inicial de apertura es elegido, seguido por el primer filtro. Cómo el texto se transforma por el filtor depende en exclusiva de la persona. No es un proceso mecánico, se trata de dejar que la imaginación explore zonas que normalmente no visitaría. Una vez el texto es transformado, se escoge otro filtro. Y se continúa así el proceso, dejando que el azar haga lo suyo. De vez en cuando, una frase o una imagen emergerá del proceso, algo que el escritor notará. Siempre ocurre, es la clave hacia cómo parece dirigirse la pieza en conjunto, y el proceso puede continuar ahora en esa dirección. Una y otra vez, produciendo estos textos, me sorprendía cómo llegaba ese momento, no podía dejar de pensar que un texto escondido había salido a la luz, desde las palabras originales: lo que he descrito como el fantasma, o el deseo inconsciente del texto originario.
Cobralingus, como un mix dub de Lee Scratch Perry, es una manera de convocar estos fantasmas.
c.m.
C.M. gracias por el espléndido regalo: "Tendría que responder negativamente, que los escritores están, aún, con honrosas excepciones, utilizando técnicas narrativas inventadas en el siglo XIX, lo que me parece ridículo, especialmente entrando en un nuevo milenio. Necesitamos explorar nuevas vías de contar historias, nuevos modos de dejar que la narrativa se impregne de la experiencia líquida". Si va a resultar que yo no estaba loco. Gracias!
Jeff Noon.
Metamorficciones. Apuntes para una ficción dub.
10 de Enero, 2001, The Guardian
Estamos viviendo en el futuro. Qué decepción con el mundo que nos habíamos prometido. Con la cúpula del milenio, las celebraciones del mismo y la sensación general de ¿Era esto?, nos hemos convertido en esclavos del cinismo, las pasiones artificiales y de la excitación forzada. No es un buen momento para el gran arte. De todos modos (..), puede que el futuro no vaya a durar demasiado.. Quizás, en nuestra imaginación, podríamos superar completamente este período. Me gustaría discutir una literatura posible, la clase de escritura que tendrá lugar en la era post futurista.(…)
Recientemente, dos escritores británicos, Nicholas Blincoe y Matt Thorne, expusieron una serie de 10 reglas con las que crear ficción. La antología de historias que reunieron, All Hail the New Puritans, es un objeto curioso. Quince escritores bastante jóvenes decidiendo quitar cualquier rastro de densidad formal en su trabajo. No hay flashbacks,no existe la voz del narrador-autor, no hay narrativas duales… "Los escritores evitarán la poesía y las licencias poéticas en cualquiera de sus formas"(...)Y aún así vivimos en una red de conexiones, todos convirtiéndonos en aficionados a cruzar las multiples capas de información. Es la sociedad fluida-líquida. Abrir senderos por este intrincado paisaje necesita otra clase de arte narrativo. Es bajo este espíritu aventurero como veo la novela postfuturista. No es un rechazo a contar historias, pero es necesario expandir la noción de lo que es un relato, y buscar nuevas maneras de contarlos. Necesitamos ser valerosos, como escritores, críticos, y como lectores.
Es conveniente echar un vistazo a la reciente novela House of Leaves, del autor norteamericano Mark Z Danielewski. Más un vasto y alambicado laberinto que un simple libro, House of Leaves contiene maravillosos hallazgos en cada una de sus páginas. Hay poemas, fotografías, citas, bloques de texto impresas boca abajo, páginas casi en blanco, notas a pie de página, un índice y un juguetón uso de la tipografía. El libro también cuenta una gran historia. Rastrear las claves narrativas esparcidas a lo largo del texto se convierte en un intenso placer. Propondría este libro como uno de los primeros ejemplos de post-futurismo. Es exactamente la clase de narrativa que necesitamos ahora. House of Leaves fue un gran éxito en los EEUU. Es interesante imaginar cuál habría sido la reacción crítica si la novela hubiera sido escrita por un autor británico. ¿Podría esta bella y compleja historia haber sido contada hoy, en esta isla gris?
Al avanzar hacia una literatura imaginaria, la novela del post-futurismo se aparece como un camino hacia delante. En primer lugar, hemos de aceptar la lentitud de la escritura en inglés para adoptar la técnicas vanguardistas, si la comparáramos con la música popular, el arte y el cinematógrafo. El tejido narrativo de las últimas películas de culto está cosido con cortes, imágenes congeladas, montajes, tomas ralentizadas, planos cámara en mano y demás. Los temas de música House, hip-hop o garage usan técnicas de scratch, remix y sampleo.
También podemos mirar la ramificante narrativa de los videojuegos, y las extrañas conexiones que revelan los enlaces de hipertexto en Internet, los juegos de imagen de texto en una novela gráfica.
Todos ellos son medios fluidos, para una sociedad fluida. En comparación con todo ese materia, no es raro que la novela contemporánea parezca moribunda. Como escritores, necesitamos abrirnos a esa fluidez. ¿Cuáles son los equivalentes narrativos del montaje, el hiperenlace, el remix, el plano congelado? Como lectores, debemos aprovechar nuestra experiencia al ver un película o una obra de arte cuando apreciamos una novela.
Mientras escribo estoy escuchando Decks, EFX and 909, un CD de Richie Hawtin. Al escucharlo, una idea me ha venido, como una posibilidad para una novella futurista. El cd tiene 38 cortes, pinchados en distintos platos, con dos o tres discos sonando al mismo tiempo. Hawtin incluye un esquema en la funda del cd, mostrando dónde empieza y acaba cada corte.
El dj hace uso de otros dos aparatos ya mencionados en el título del disco, una mesa de de mezclas con efectos y una caja de ritmos Roland 909. Con todos estos elementos se crea un conjunto coherente de narración musical. Utilizo la palabra narrativa sin compromiso. Cualquiera que haya disfrutado de una buena sesión en un club sabrá algo de percibir cómo una historia se despliega a través de la música.
Con esto en mente, podríamos usar el cd de Hawtin como la plantilla para una novela. Necesitamos crear 38 historias, para combinarlas utilizando el esquema del cd como guía. Cuando finaliza una historia otra, o dos, le siguen mezclándose. Estas dos nuevas historias continúan hasta que otras nuevas les seguirán en el mix.
Hawtin regresará al mismo disco en otro momento, o pinchará una remezcla distinta del mismo tema; podemos usar esta técnica para hacer reaparecer las diferentes historias en distintos momentos en la narración. Interpretando en sus propios términos, los efectos y la caja de ritmos a voluntad. No hay reglas, sólo posibilidades. Imaginemos, sobre todo, el placer del seguimiento de las historias a lo largo de la mezcla. Y esto es sólo una de las posibles estructuras de una novela postfuturista. Hablemos ahora del lenguaje que esta novela debería utilizar. (…)Bajo una luz diferente, las palabras pasan a ser un medió líquido, una sustancia maleable que se transforma de maneras sorprendentes. Las palabras son estiradas, rotas, derretidas, drogadas, mutadas, sometidas, liberadas. Necesitamos escritores que trabajen esta salvaje excitación del lenguaje en su nivel más profundo, creando una clase de ficción dub.
Nuestra escritura sera cargada con la vida y sensualidad que tanto temen los Nuevos Puritanos. No nos asustemos por la intensidad de la expresión. Los djs de Hip-Hop tienen una expresión para describer el momento de controlar un equipo de platos, como en el título del clásico de Gang Starr, “DJ Premier in Deep Concentration”. La novela postfuturista empleará esa concentración en su uso del lenguaje.
Al mismo tiempo, se utilizará una estructura orgánica y fluida, una red de líneas narratives. Será experimental, aunque permanecerá atenta a los deseos humanos. Raymond Chandler escribiendo Ulises, Joyce El sueño eterno. Se apartará del nihilismo y cinismo perezosos. El postfuturismo aprecia la narración imaginativa. Si la novela inglesa está realmente muerta, colocaremos una flor en su tumba. (…) Es la hora de levantar al frágil y floreciente fantasma.
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c.
También se puede hacer buena narrativa sin scrachts,-mira, por ahí va Menéndez Salmón-.
chiwe-chiwe.
Samplear Rayuela, meterle un loop tecnogarage y reminiscencias pynchonianas penúltima generación y tendremos parte o la gran party de la última generación de narradores españoles.
Rayuela y tecnogarage? Espera a ver Nocilla Experience, te vas a sorprender...
Citas descontextualizadas aparte, creo que el Culturas de hoy sobre vanguardia y tradición tiene elementos interesantes para este debate:
http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20080213/53436036260.html
Por cierto, los artículos de Noon son muy interesantes, pero sus ficciones no suelen estar al nivel de sus reflexiones (síndrome Goytisolo?).
Diría, vale por dos entradas: Mutantes + Los Peces Abisales.
Water Music
by Richard Tillinghast
I awoke this morning to rain on the skylight and gypsy violin music running through my head. Wind and rain made music, along with the birds, before human beings achieved it, before there was such an idea or word as music. So close is the kinship between wind and rain and wind and music, that when a gale blows across our hillside acre here in Ireland, it catches under the eaves of the shed’s tin roof and blows so tunefully you’d swear someone was playing a flute out there.
As I was waking I could hear Grace in the kitchen, where she had gone to make tea, moving among the unaccustomed sounds of water. Water from our own faucets. First it coughed, then it stuttered, then it gushed and tumbled into the waiting kettle.
I say “unaccustomed.” Three days ago it had all dried up. But the force of a hurricane in the Caribbean blew a storm up the Gulf Stream and gave us a good soaking clear over on this side of the Atlantic. It brought the trauma of Hurricane Katrina to mind, and what that disaster had meant to the city of New Orleans. We live on the slopes of Sliabh na mBan, the Mountain of the Women, in County Tipperary, and we draw our water from a small reservoir further up the slope of the mountain. Four families organize their lives around the water from this source.
The ancient Greeks cherished their holy wells and paid obeisance to the local spirits who presided over them. Holy wells were a feature, too, of the spiritual life of the pre-Christian Irish. Even today you can come across a spring with its overhanging whitethorn tree, onto whose branches people will have tied bits of cloth and string which symbolise their prayers, hopes, and wishes.
Our reservoir has few associations with the sacred. I doubt many prayers have been uttered there. Last Christmas afternoon, with no better purpose than to walk off the effects of the turkey, we pulled on our boots and heavy coats and walked up to it across the fields through the horizontal rays of the thin December sunlight. We came to it across muddy pasture-ground trodden by the feet of our neighbor’s cattle. It is a rough concrete tank, unadorned, roofed with an old sheet of corrugated tin. A raw PVC pipe rises out of the ground and pours the contents of an underground spring into the tank, while an equally unprepossessing run-off tube spills the excess into the mud that surrounds the thing. It is nobody’s hippocrene. Still, there it is—an unapologetic example of how water makes life on earth possible.
During the few days we were without running water, we gained some sense of what life is like when an abundance of water cannot be taken for granted. A bathtub filled with water became a resource for flushing with a bucket. A rain barrel became our source of drinking water. Drinking that soft elixir, I began to taste water again and was reminded how before modern times the residents of Istanbul distinguished the taste of water from the city’s different neighborhoods, each quarter vying with the others as to which had the sweetest water. I thought of the victims of drought in Africa, I remembered the jewel-like plots of corn and beans I have seen on the Hopi Reservation in New Mexico, and how cleverly their fields are pieced together down hillsides to take advantage of the scarce water available in that arid country.
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Three liquid sounds, then, greeted me this morning—rain on the skylight, water flowing from the kitchen taps for the first time in three days, and in my head, a gypsy violin.
I have just inserted the CD into my computer and am listening again to that Romanian gypsy who lives in Paris and plays his violin in Bireli Lagrene’s jazz group. When the violinist, whose name I do not even know, rises to the sublime peak of his solo on the band’s recorded version of “Summertime,” someone else within range of a microphone cries out ecstatically “Oh” or “Ah” in French or Romany or Romanian. Imagine Django Reinhardt, Stefane Grappelli, and le Jazz Hot transplanted into the present, having retained all of Django and Grappelli’s drive and brilliance and joie de vivre but having absorbed everything that has happened in jazz and popular music from the 1920s until now.
When I was in Istanbul during the jazz festival two summers ago, a friend, the Ottoman historian Caroline Finkel, took me to Babylon, a jazz club on a narrow street in Asmalimescit, a bohemian neighborhood in Beyoglu—or Pera, to use its old Constantinopolitan name. Caroline is a transplanted Scot who lives in Kuzguncuk, on the Asian side of Istanbul. Asmalimescit is tucked away in that part of the city in whose narrow, winding streets the Greek, Jewish, Armenian, European, and Levantine merchants lived during Ottoman times, in Art Nouveau apartment buildings with elegant ironwork on their balconies. The night we ventured down to Beyoglu, Istanbul had just experienced one of the powerful thunderstorms that attack the city occasionally, and our taxi ploughed through flooded streets as we drove down along the Bosphorus to reach Babylon.
I had not seen a configuration of musicians quite like the one that Bireli Lagrene assembled that evening. There was no drummer. The acoustic bass player stood at the back of the stage and shepherded the group. Lagrene, the lead guitarist, sat in front flanked by two rhythm guitar players. Two! They never played anything fancy, they just laid down a solid, strummed base for the band’s music and served as a kind of Greek chorus for the brilliance of the lead guitarist and my man, the violinist. What they were playing reinforced the chord structure as well as the beat, and gave the music a solid bottom both rhythmically and harmonically. On songs with a 4/4 rhythmic structure, they strummed away four to the bar, the way the banjo would play in early New Orleans jazz. The violinist was the oldest man in the group. His physique suggested that he seldom missed a meal and as he played he sweated profusely.
The band played jazz standards and swing and tunes from the Bebop repertoire. Clearly they had grown up on American music, because they quoted everything from “Old Man River” to the “Rhapsody in Blue” to the opening riffs of “In the Midnight Hour” by Wilson Pickett. They played their own version of Jimi Hendrix’s “Purple Haze” as a lead-in to a blistering rendition of Dizzy Gillespie’s classic “Salt Peanuts.” Bireli Lagrene then changed the mood and effortlessly executed arpeggios straight out of Segovia. One of the rhythm guitarists sang a syrupy love song in French with atrocious lyrics. They played “Laura,” which began life as the theme song of an American movie from the 1940s—but I suspect I was the only one in Babylon who knew that. Toward the end of the long evening the bass player even put on shades and came to the front of the stage to sing, in barely comprehensible English, “Blue Suede Shoes.” Whatever they played, from the sublime to the ridiculous, from the familiar to the outrageous, flowed in a way that made me realize that by stepping in out of the rain that evening, I had simply made a transition from one form of liquidity to another, just as rain and water from the kitchen faucets and the violin solo from “Summertime” had blended in my mind when I woke up this morning.
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It occurs to me that I am writing in praise of a quality at once so basic and so elusive that I am hard-pressed to find a word for it. “Hybridity” and “eclecticism” come to mind. The thesaurus is a guide not only to words but to ideas; and when I try to make a start by looking up the word “hybrid,” I find that Roget records it under “mixture,” and takes a rather disapproving tone, listing it with the following gallimaufry of words:
cross-breed, mongrel; half-blood, half-breed, half-caste; mestizo, mustee; Eurasian, Cape-coloured, mulatto; quadroon, octaroon; sambo, griff, griffin; mule, hinny.
This list constitutes a musty little museum of British racial nastiness from an earlier era. That my edition of Roget is out-dated is suggested by the fact that Microsoft Word’s spell-check turns up its nose at five of these words, underlining them in red as soon as I type them in. Don’t even ask me what a griff is, or a hinny. I’m not sure I want to know. Roget seems to speak for that way of thinking that abhors change, puts its money into bonds, gets very nervous when miscegenation is mentioned, and argues for what it regards as purity—on behalf, as Yeats puts it, of the “bankers, schoolmasters, and clergymen / The martyrs call the world.”
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What I am arguing for here might be called impurity by the world I have invoked above. Historians of the music tell us that jazz first began to be heard in New Orleans—a city whose culture is beautifully evoked by those enthralling words “mulatto,” “quadroon,” “octaroon” with their hint of taboos and family secrets and the keys to an apartment on the other side of town. It began to be played when African musicians got their hands on European instruments like the cornet, trombone, tuba, snare drum, and clarinet, and bent the notes and rhythms of European and American marches to resemble the music of the countries they had been abducted from. Jazz may be the most human of all musics, because like the human race itself, jazz is all about adaptation.
That night in Babylon, Caroline and I had found our way, in the polyglot city of Istanbul, right to the heart of Pera with its ethnic mixture that goes back, seemingly, to the beginnings of the civilized era—an American and a Scot transported by a gypsy violinist from Romania who earns his living in Paris playing jazz. My guide to this musical awakening would have to be a gypsy— wouldn’t he?— from the ancient, feared, and despised tribe of Romany. More than a million of their number were exterminated by the Nazis, but still they park their raffish caravans by the sides of roads all over Europe, tell fortunes, run a thriving car-boot business in electronic equipment, irritate the citizenry of several nations, and flock once a year to the shrine of les Saintes Maries de la Mer in the Aigues Mortes region of Provence to pay tribute to the Black Maria who sailed there, according to legend, from the Holy Land in a little boat with Mary Magdalene and Mary the Mother of God.
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A hot summer in Ireland, a dry reservoir. The rivers of Babylon, the waters of Sliabh na mBan. The rainstorm that fills our kitchen taps this morning is but a few drops from the deluge that drowned New Orleans—the city where jazz was born, swamped by the waters of the Mississippi. In the meantime there is the life of what may be called the soul. For that entity, music is as basic and essential as water.
Richard Tillinghast’s most recent book of essays is Poetry and What Is Real (University of Michigan Press, 2004). His eighth book of poems, The New Life, will be published next year by Copper Beech. The University of Notre Dame Press is also bringing out a book of his literary and cultural essays in 2008. He lives in Tipperary, where he is translating the work of Turkish poet Edip Cansever. (8/2007)
Recuerdo unas palabras de Thomas Mann -citado por Félix de Azúa en Lecturas compulsivas-, hablando de cómo le saldría su Josué mejor que a Cervantes le salió otro personaje. Claro que Azúa añade que sin ese tipo de ambición quizás no vale la pena ponerse a escribir. Como las tres claves para escribir una historia de Bashevis Singer, algo así también pasará delante del teclado hoy en día.
Es bien cierto que Noon no consigue todo lo que se propone, pero lo más interesante y arriesgado de su trabajo - y es sincero y sabe que no está inventando la pólvora, sino cuestionándose y proponiéndose vías creativas personales- no ha sido traducido aún, como es el caso de Falling out of Cars, o Cobralingus. Simplemente me ha extrañado que nunca se haya hablado, aunque sea un poco, de algunos autores que deberían ser de interés, -como otros que en Diario de lecturas aparecen, y hasta se descubren por aquí-, recomendarse, conocerse incluso, precisamente por tener aquello que ahora se comenta y en parte se valora: una actitud curiosa no sólo ante las tecnologías de representación y comunicación de realidades, sino también con la sociedad que las consume durante su vida. En cuanto a Karen Blixen, a título personal, ya me gustaría, a cualquier edad, y desinterés, haber escrito alguna de sus historias. Claro que sí.
De Noon me interesa su manera de tratar los géneros, su progresivo cansancio con el encasillamiento en el ghetto de la ciencia ficción y con la falta de riesgo que encuentra en la literatura “sería” , y su modo personal de tratar la psicogeografía, diferenciada de la de Iain Sinclair, con o sin Dave McKean, Will Self o Alan Moore en Big Numbers o From Hell. Y también, sus contactos fronterizos con más zonas de creación, lo que no habla más que de la amplitud de sus intenciones y gustos, no su calidad, por supuesto.
Filtros posibles para recuperar el pasado con el tiempo cambiado: Alvin y Heidi Toffler, y sus shocks del futuro ante las sucesivas olas tecnológicas
Lawrence J Peter y el principio al que dio nombre
Tom Robbins y sus máquinas de escribir novelas que transcurren dentro de un paquete de Camel.
Rebecca Solnit y los ríos de sombras tras la errancia: Wanderlust, River of Shadows
PS:Lamento para los que conozcáis los textos originales del Guardian la traducción a mil por hora que he intentado, pero he pensado que si no era con este post mutante no iba a tener más sentido en otro momento exponer brevemente la propuesta de narrativa líquida del autor de Vurt. Un estado: "líquido", apreciado por Miyamoto Musashi de un modo muy distinto a como lo hace Bauman.East is East? Un saludo.
c.m.
Te agradezco mucho la aportación, me han dado mucho que pensar esos artículos, que no conocía, claro. Pero no creo que haya tanta diferencia entre la liquidez de su propuesta y la liquidez de Bauman, o mejor, si quieres: hay un tronco común (o un río mayor) del que surgen esas dos ramas líquidas. Al menos así me lo parece. Gracias de verdad, Carlos. Cómo aprecio la gente que viene a sumar, en vez de a restar; y cuánto aprendo, gracias a vosotros. Saludos.
LITERATURA Y CIBERCULTURA
Edmundo Paz Soldán
(Publicado en PRL, Primera Revista Latinoamericana de Libros, febrero 2008)
La reflexión sobre la literatura y sus relaciones con las nuevas tecnologías en América Latina y España se encuentra en un momento de inflexión. Después de años de pensar que el internet no tenía nada que ver con la literatura, académicos y escritores se han puesto a indagar en este tema. Pienso en esto al ver Latin American Cyberculture and Cyberliterature, un libro editado por Claire Taylor y Thea Pitman que Liverpool University Press acaba de publicar en Inglaterra (y en el que he contribuido con un epílogo); el número de enero del 2008 de la revista Quimera, que trae un dossier dedicado a “Nuevas tecnologías narrativas”; y la antología Mutantes: Narrativa española de última generación, publicada a fines del 2007 por la editorial Berenice y editada por Julio Ortega y Juan Francisco Ferré.
Algunas conclusiones se desprenden de la lectura del libro de Taylor y Pitman: por un lado, la comprobación, una vez más, de que los nuevos medios tecnológicos influyen en la estética, el arte de un período. Sucedió con la fotografía, con el cine, con la televisión, y ahora está ocurriendo con la computadora. Por otro lado, la forma en que la emergencia de un nuevo medio permite otras lecturas de la tradición. Taylor y Pitman definen ciberliteratura de manera amplia, como “un campo que incluye la literatura electrónica –obras literarias concebidas tradicionalmente, pero en formato electrónico--, y formas específicas de la literatura en el internet como el hipertexto, los hipermedios y los blogs, así como la literatura escrita que reflexiona acerca de la aparición de la cibercultura y los productos ciberculturales” (19, mi traducción libre). Así, los argentinos Borges, Bioy Casares y Cortázar vendrían a ser considerados como “avatares de la ciberliteratura” (19).
La revista Quimera, que solía ser un reducto de la tradición y que, gracias al nuevo consejo de dirección se ha convertido en abanderada de la literatura más a tono con la sensibilidad contemporánea, se interesa en explorar cómo, en palabras de Vicente Luis Mora, “los escritores comienzan a utilizar, en momentos puntuales, elementos tomados directamente de las nuevas tecnologías, copiando sus estructuras y reproduciendo elementos visuales en las obras, que abandonan ya el paradigma de la Galaxia Gutemberg para desembocar en el cosmos de la World Wide Web, configurada como nueva Weltanschauung” (25). Sorprende cómo la nueva generación de críticos y escritores españoles utiliza palabras en inglés, algo que es mucho más común encontrar en escritores latinoamericanos. Laura Borrás, por ejemplo, menciona la “web-based literature” como nueva forma de literatura (27), y el título de una sección de poemas que reflexionan sobre la tecnología y el consumo, editada por el “Dj” Eloy Fernández Porta, es “RealTime”. A propósito de Fernández Porta; su libro Afterpop: La literatura de la implosión mediática, debe verse como el punto central de partida para la reflexión sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la literatura española.
Mutantes es una antología desigual –casi todas lo son—, con prólogos algo contradictorios: mientras Ferré escribe que “el panorama español de los últimos veinte años ha sido… anestésico y anodino” (19), Ortega dice que “demandan atención los relatos de Juan Antonio Masoliver, Cristina Fernández Cubas, Julio Llamazares, Carmen Riera, Carlos Trías, Soledad Puértolas, Belén Gopegui, Nuria Amat, Manuel Rivas, Imma Monzó…” (30-1) (es decir, algunos de los escritores españoles más destacados de los últimos veinte años). Con todo, la antología abre una puerta fascinante al trabajo de los escritores españoles de la nueva generación ("nueva" muy elástica: hay escritores nacidos a principios de los sesenta). En algunos casos, los nuevos medios influyen en la forma: Jordi Carrión, por ejemplo, utiliza la estructura de cómo se accede a la información en Google para “Búsquedas (para un viaje futuro a Andalucía)”, un texto más bien ensayístico. En otros, como en “500% Costa”, de Jordi Costa, en el fondo. A veces el tema es una exploración futurista, pero el medio no es tan nuevo: unos recortes de periódico dan forma al relato “Cero absoluto”, de Javier Fernández. Mutantes también incluye un fragmento de Nocilla Dream, la novela de Agustín Fernández Mallo que se ha convertido en un referente de la nueva generación.
East is East?
Ukiyo
Hola a todos.
Un debate muy interesante, de altura.
Vicente, unos amigos y yo hemos pensado en musicar la segunda parte del Rap Circular, que se insertaría en un tema más largo. Es un bosquejo de idea todavía, surge de un par de conversaciones y algún intento de rapearlo con un cuatro por cuatro, es decir... que lo mismo se queda en el puto cajón de las cosas proyectadas y no empezadas. Ya veremos. De todos modos, antes de hacer nada me gustaría saber tu opinión.
Saludos.
J.R. Zamora: Ochehco.
Buenas a todos. Soy habitual lector en la sombra de este blog (felicidades y gracias a su creador). Salgo del armario para realizar un par de apuntes relativos al parangón musical.
1) Es rotundamente falso, y crucial señalarlo, lo dicho respecto a una supuesta naturaleza no semántica de la música. Falso histórica y conceptualmente. De hecho, a vista de pájaro teórico el problema estético fundamental, casi diría que el fenómeno del cual debe partir cualquier reflexión al respecto, es la radical imposibilidad de reducir la esencia-el componente-el modo semántico al no semántico y viceversa. Una buena introducción, para el que le interese, a estas cuestiones se puede hallar en los dos volumenes de Fubini en Catedra Música sobre historia de las estéticas musicales.
2) La asunción de la dupla estudio-obra abierta como modelo a extender es,efectivamente, importante. Depende de una versión "desideologizada" de Adorno -su noción de material- y es, en muchos aspectos, sumamente fructifera y, sobre todo, coherente con un proyecto general de "cultura nueva". Desde mi punto de vista, sólo autorizado por el interés que me suscita el asunto,toda reflexión sobre la música y sus modos como paradigma a trasplantar debe pasar también por el lado no experimental. Recomiendo leer uno tras (con) otro el "Afterpop" de Eloy Fernández Porta y el "Esto no es música" de Jose Luis Pardo (libro imprescindible pese a sus ferlosios no digievolucionados). Sobre todo para abrir el debate pop/afterpop a sus implicaciones políticas que son nucleares y muchas veces obviadas.
Para evitar mal entendidos:
Sólo puedo agradecer a c.m. su traducción de los artículos de Noon. En mi anterior comentario los tildaba de "muy interesantes". Creo que son magníficos (especialmente el comentario de la estructura a partir del cd de Richie Hawtin). Sabía que habían creado revuelo en Inglaterra pero no había podido acceder a su versión original. Los he impreso ipso facto. Agradecerlo y agradecer también las referencias que haces (c. m.) en tu último comentario.
Mi afirmació sobre las carencias en las ficciones de Noon (aunque en sus libros se observa la utilización que hace de los sonidos, páginas que son verdadero hip-hop, y la concepción global que en Gran Bretaña se tiene de las tendencias musicales, de la que deberían aprender algunos críticos musicales no anglosajones) iba en el sentido de que en la creación, la mayoría de las veces no se alcanzan las pretensiones ni las prerrogativas estéticas propuestas inicialmente (condicionadas por el formato utilizado). Era un comentario para abrir más el debate y para valorar en su justa medida a aquellos que sí lo han conseguido (algunos de ellos mutantes).
Un saludo reiterando mi agradecimiento a c.m.
El problema, creo, consiste en el enorme anacronismo que supone un término como 'generación nocilla' para tratar de etiquetar cualquier intento de renovación. A mi modo de ver esta, y no sólo esta, cualquier otra de las innumerables etiquetas que se han venido (auto)generando desvirtuan completamente el producto, además de conferirle algunas connotaciones que a mí me parecen contraproducentes del todo.
PS: Aunque puede que sólo sea porque me la comía con los dedos y no logro olvidar los terribles atracones y la voz de mi madre de fondo pegándome la bronca, encima...
Logiciel, no entiendo muy bien qué intentas decir cuando escribes "etiquetas que se han venido (auto)generando". ¿Te refieres a que se han generado a sí mismas o que las habríamos generado los "afectados"? Porque te recuerdo que el término Generación Nocilla se nos impuso desde fuera y contra nuestra expresa voluntad, como hemos denunciado por activa y por pasiva. saludos.
Ochehco, yo por mí encantadísimo de que hagáis con el rap lo que queráis, aunque sea reíros de él. He escrito una vez una letra para música pop-rock editada en disco, pero no te niego que la idea de que mi Rap Circular esté dentro de un rap de verdad, cantado, me "pone" mucho. Escribidme a vicenteluismor@yahoo.com cuando queráis. Abrazos y gracias.
Vicente, el problema es que cualquier etiqueta de este tipo, sea accidental o pretendida, se convierte en obsoleta incluso antes de acabar de pronunciarse. No pretendía herir ninguna susceptibilidad. Discúlpame si te lo ha parecido.
Saludos
Ficción líquida. Jeff Noon
(Una selección personal en The Guardian. 2001.)
Encuentro casi imposible hacer estas listas de lo mejor de, especialmente sobre música o libros. Simplemente, me gusta demasiado. De modo que este inventario personal se divide en dos, los tres primeros libros son las piedras angulares de mi trabajo, aquellos libros a los que vuelvo una y otra vez en busca de inspiración. Cualquier palabra que haya escrito merodea alrededor de la figura que forma este trío inicial.
Los otros siete, siguiendo orden alfabético de los autores, son libros que me han interesado recientemente, una serie de cosas que me han entusiasmado los últimos meses.
1. Ficciones. Jorge Luis Borges .
El barro primigenio. Mejor que la comida. Hay un rumor que dice que solo las primeras doce historias son las verdaderamente buenas. Pensaba algo así hasta que esta gigantesca cartografía salió a la luz. A lo largo de su carrra, Borges fue capaz de cavar un pozo profundo. Chispas oscuras de narraciones, encantamientos. Lo veo como un enorme almacén de historias, las mejores de siempre. Nadie se va acercar a ellas.
2. The Annotated Alice, Lewis Carroll, editado por Martin Gardner
Dos destinos pesadillescos. Wonderland y El Espejo.Cuanto más leo estos libros, con mayor oscuridad brillan. Gardner apunta a la invocación, sin romper el hechizo. Hay material aquí que no conoces, nadie conoce. Carroll manipula el lenguaje como un cruel y demente cirujano. Más allá de los juegos de palabras, examina la explicación de la propia Alicia sobre Jabberwocky: “Alguien mató algo”. Estremecedor material.
3. Godel, Escher, Bach: An Eternal Golden Braid, Douglas R Hofstadter
(E.G.B: Eterno y Grácil Bucle, D. R. Hofstadter, Tusquests Ed.)
Una compleja bomba de relojería. Fácilmente el libro más difícil que he leído. Me tomó cuatro intentos, cada vez volviendo desde el principio, y son 750 páginas, para explicar la teoría de Godel de la incompletitud. A lo largo del texto Hofstadter pasa por todos los sistemas de conocimiento humanos, incluyendo Lewis Carroll. Aún no sé de qué va, pero eso está fuera de cuestión. Rebosa ideas. Hay pasajes aquí sin los cuales Vurt no existiría.
4. Digital Leatherette, Steve Beard
Una novela. La palabra apenas define el libro. Una especie de narración, contada por los fragmentos extraídos de webs imaginarias. Dura, viviendo en su propio código, más que un poco melancólico. Cuando la tecnología aprende a soñar, esto será de donde las máquinas inglesas se despertarán, sacudiéndose sus polvorientas terminales. Quédate con ella. Hay delicias a descubrir.
5. House of Leaves, Mark Z. Danielewski
La primera vez que lo vi, pensé, disculpadme: “Mierda, qué cabrón!” Lo tiene todo, hasta lo que debería estar en una novela. Uno de esos libros que crea sus propias reglas al abrirse paso. También, un libro que se devora a sí mismo. Se regodea en sus propios poderes imaginativos. En un mundo algo diferente (y en otro país), estaría escribiendo un libro como este. Quizás lo haga.
6. Rock Springs, Richard Ford
Aquí es donde voy cuando quiero un subidón de estricta narrative. Ford escribe una bella oración, y las va acumula formando argumentos que nunca se cierran, por lo que nunca tienes la sensación de ser manipulado.Briillante prosa american con un duro romanticismo entre medias. Predominio de perdedores en busca de una salida.
7. The Age of Wire and String, Ben Marcus
Al igual que House of Leaves, otro libro norteamericano que me llenó de envidia. House sobrepasaba las mil páginas; este hace lo mismo con 139. Una descripción de varios objetos, vistos con una Mirada única, con una narración casi oculta que las conecta. Algo confuso al principio, hasta que te haces al clima, entonces pasa a ser extrañamente adictivo. Imaginación muy ponderosa aquí dentro.
8. The Ring of Brightest Angels Around Heaven, Rick Moody, 1995
Un descubrimiento reciente. Quiero leer todo lo que este típo ha escrito. Escribe historias situadas en los peores excesos de la vida humana, yonkis, sadomasoquistas. Y aún dentro de toda la desesperación y sordidez, Moody se las arregla para extraer asomobrosos instantes de belleza. Gran prosa libre rock and roll style, rellena con frases que me habría gustado escribir.
9. Collected Poems, Sylvia Plath
Nunca te fíes de un escritor que diga que no le gusta la poesía. Como si un pintor mayor dijera que no le gustan los pigmentos. Plath posee esa intensidad del lenguaje que siempre persigo. Me encanta el material que pertenece a un solo autor, y este es el territorio tan personal de Plath, iluminado por su particular lenguaje. Doloroso, sincero, mágico y lleno de acertijos.
10. A Humument, Tom Phillips
Un favorito, y una gran influencia, especialmente en Cobralingus. Phillips es un artista plástico. Aquí ha ha trabajado sobre una oscura novela Victoriana llamada A Human Document. Ha pintado en cada una de las páginas, con un dibujo distinto, pero dejando zonas de texto visibles aquí y allá. Lo único que se puede leer en la primera página es"The following sing I, a book, a book of art, of mind and art. That which he hid, reveal I." “(Los que vienen/lo siguiente cantan yo/mí, un libro, un libro de arte, de la mente y de arte. Lo que ocultamos, revelan yo/mí”) Estas palabras cuentan una historia fragmentada, y los diseños de página lo comentan. Un caja llena de tesoros, con muchos compartimentos secretos.
Ben Marcus:
http://www.benmarcus.com
Aquí hay algunos extractos de Age of…
http://www.webdelsol.com/marcus
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c.m.
[Para logiciel]: no hombre, no es susceptibilidad. Es que a ver si encima de que estamos incómodos con esta etiqueta (en mi caso, sobre todo, por lo de "generación"), alguien va a pesar que nos la hemos autoimpuesto. Es sólo para despejar la duda, si no se hace una y otra vez, una y otra vez, se convierte en certeza. Saludos.
Son textos, en esta ocasión de Noon, que relacionan palabras con sonidos y estructuras, pero no más que otros experimentalismos literarios, lo único es su mayor relación de proximidad con conceptos más extendidos en la sociedad (británica en su caso concreto, y puede que sí más permeable que otras a ciertos aspectos) por su uso. Particularmente me interesa la noción de familiaridad que tenemos con la música, y cómo podemos extrapolar el ejemplo a otro ámbito; la falta de prejuicios con que aceptamos una producción musical con elementos de pura vanguardia (y hay donde elegir, desde la electrocumbia de Dick el Demasiado a David Sylvian con Derek Bailey), al margen por completo de que nos guste la canción-tema, y la facilidad con que se escucha. Es en este sentido que las comparaciones con filtros se aparecen más cercanas a una visión parcial , y caducifolia, de lo que es relacionarse con el entorno. Existe una noción de simultaneidad, de canalización, de frecuencias, capas y niveles. Los estratos comunicándose entre sí a diferentes momentos. Seguro que esto tiene que ver más con el sonido (Francisco López, sin ir más lejos, afirmando que una persona silbando una canción es muy diferente a escucharla en un centro comercial, o en un concierto del grupo que la compuso; físicamente hechos diferenciados, pero todos ellos reconocibles en su semejanza),o con la imagen fílmica o la plástica contemporánea que con la música. Más que comparar visiones, una de las dificultades es la de sintetizar recuerdos y olvidos de manera satisfactoria. Entiendo que cada cierto tiempo se realiza un ajuste de la situación, ya sea por paradigmas Kuhnianos, cansancio de modelos o bien incluso su desaparición. No siempre, claro.
Kevin Volans, una vez se había establecido como compositor, rechazó la idea de encasillarse como compositor clásico contemporáneo-africano. Se quejaba, al igual que Steve Reich, por el menosprecio hacia la música de Indonesia o la africana, las opiniones acerca de su ausencia de dificultad, su sencillez: ”acaso las personas han de caminar de una manera interesante, o sólo quieren llegar a donde desean?”, se preguntaba Volans. Y por eso me interesa todo al mismo tiempo, Karen Blixen y el que vaya a apagar la luz, y el que no la necesite.
Y es posible, como afirmara Sergi Bellver, repetir que es bueno “(…)acabar señalando esa necesidad de que el cronista, el escritor, el poeta y el filósofo deban estar al tanto de todo lo que ocurre en su tiempo, bebiendo de todos los vasos comunicantes, sin estanqueidad en su pensamiento y visión del mundo. Pero también hay un mundo inmenso que conforma nuestra realidad y nos formula como sujetos. Un mundo que también sucede fuera de ese círculo Internet-televisión-publicidad-videojuegos-cine (y comics, o manga, también), o dentro, pero en todo caso le precede y circunvala. A ver si vamos a estar ensimismándonos con los canales y estamos a punto de olvidarnos de la fuente. A ver si con tanto zapping-pangeico-visual vamos a perder la perspectiva y resetear nuestra mente sin haber guardado antes una copia de seguridad de todas aquellas otras cosas que nos construyen. No sé, sólo pregunto, porque de toda esa Weltangschauung, a mí me sigue interesando más la Schöneheit.”
Ayala señalaba la enorme y creciente importancia del fenómeno de la especialización del saber. La fractura existente entre la enseñanza elemental de música –o cualquier otra materia de conocimiento- y su estudio en profundidad es cada vez mayor. No obstante, la música no nos abandona, la tecnología se utiliza sin que sepamos cómo funciona realmente. Y ciertamente Esto no es música es un libro magnífico, incluso con sus semanas en el jardín. Me ha hecho recordar ese pasaje de Extrañamiento del mundo,el de Dónde estamos cuando escuchamos música?.
Para Motor y cgamez, espero no haberme ido mucho del asunto. Me ha interesado mucho lo que he ido leyendo por el camino.
(Kevin Volans escribio una ópera sobre Rimbaud titulada si no recuerdo mal The wind in his footsoles, y trató durante algunos años al escritor Bruce Chatwin).
c.m.
Estoy muy de acuerdo con Bellver, y por eso mi ensayo Pasadizos, que sale el mes que viene, recoge y estudias las herencias de la tradición moderna. Es decir, que no hablo en él de Mark Dery, Ballard o de Mark Amerika, sino de Leopardi, Wallace Stevens, Chillida, Mallarmé, Frank Lloyd Wright y otros escritores, artistas y arquitectos de finales del XIX y principios del XX. No se puede entender "esto" sin "aquello", por supuesto. ¿Cómo, sin un verdadero conocimiento de lo antiguo, puede diferenciarse lo nuevo?
Os pido disculpas por las erratas y las prisas en no revisar los textos, pero es que se autocorrigen antes de que me haya dado cuenta: por lo de ponderosa imaginación, entre otros gazapos e ideas liebres.
c.m.
Se han introducido unas minúsculas variaciones en el texto de Antonio Gil, quien se ha dado cuenta de un par de erratas a la vuelta de un viaje. Saludos.
Miguel, gracias tanto por tu invocación esotérica como, sobre todo, por tus comentarios. Agradecimiento que hago extensible a todos los intervinientes. De haber podido leer el animado debate suscitado, la reseña hubiese quedado mucho más favorecida.
Antonio Gil
A mí Mutantes me ha gustado mucho, comencé a leer los cuentos primero y los prólogos lo último, y a lo mejor por eso me parecen muy bien. Me gustaton mucho Porta, Javier Fernández y Carrión. Mora, el tuyo era muy antiguo. Me habían dicho que escribías cosas más actuales. Por lo menos, tu blog sí mola.
Bueno, Marcelo, tengo cosas más "actuales", también. Pero me mola que el blog te mole. Saludos y bienvenido.
En
www.sufmart.com
Sección artículos, 14 de Mayo de 2007, se colgó un artículo de Javier Blánquez, "Jeff Noon. La literatura como remix", publicado en Quimera de Noviembre de 2006.
..
c.m.
www.217babel.com
Un proyecto colectivo de Noon con Susanna Jones, Alison McLeod, y William Shaw.
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Exprimiendo los pixels
Notas sobre Pixel Juice.
Jeff Noon.
El proyecto: Cuando una novela está acabándose, mi editor en Transworld, Bill Scott Kerr, siempre me saca por ahí y discutimos ideas para el siguiente proyecto. Justo había terminado Nymphomation, que me había dado algún problema escribiéndolo, y me encontraba buscando una salida algo más sencilla “Por qué no te concedes un parón, me dijo Hill, -reúne tus historias, añade algunas” Bien, porqué no, se puede hacer. El problema es que acabo de venir de casa y mirar los ficheros antiguos, y me he encontrado negando con la cabeza desesperado. ¿Cómo puedo haber escrito esa basura? Vale, hay algunas buenas ideas aquí y allá, pero escribir historias breves no es una de mis habilidades. La novela me permite casi todo, volverme loco; y siempre he creído que mi trabajo funciona mejor viajando a lo largo de tangencias extrañas. Y también, para ser honrado, no me gustaba la idea de simplemente reunir unas cuantas historias, carecía de interés. En su lugar decidí escribir todo un conjunto de nuevas historias, para ver lo que iba a salir. Para saber si podía asimilar la narración breve. Claro que es justo lo contrario de una opción fácil; la verdad es que me encanta trabajar.
Primer borrador: Me quedé con las pocas historias en las todavía confiaba, las organicé en un orden determinado, y comencé a pensar en nuevos relatos que intercalar en los anteriores. Tuve la idea de escribir un libro de relatos que funcionaran como un todo, con múltiples engarces (links en el original), imágenes especulares, raras conexiones. Quizás una narración oculta tras el conjunto de relatos. Al mismo tiempo, estaba decidido a crear algo que me permitiera mostrar mi técnica literaria, concentrándose en el estilo, el lenguaje, el significado. Un libro de misterios. Curioso y encantador. Y también quería que tuviera sorpresas, historias de la vida real, si lo prefieres. Empecé a buscar en archivos viejos, ideas para libros, anotando nuevas ideas en hojas sueltas. Tenía suficiente para continuar, y comencé a escribir. Ocurrió relativamente pronto, dado el material a la vista. Una historia llevaba a otra, al tomar los flecos de un relato y transformarlos en una nueva narración. El número de oro de cincuenta historias llegó a asomarse. Dada la variedad del libro, su naturaleza caótica, incluir exactamente cincuenta relatos era una manera de mostrar un principio ordenador general. Organicé los relatos con un orden más bien vago, de la inocencia a la experiencia, y se lo envié a Bill a la espera de su opinión.
Segundo borrador: A Bill le encantó el conjunto, el concepto general y los diferentes estilos. Algunas historias no le interesaban demasiado (es interesante que fueran las más antiguas) y o bien, las cambiaba o las suprimía. Con el número cincuenta en mente, tendria que sustituirlas por nuevos cuentos. La principal objeción de Bill con el libro era el orden de los mismos. Se le ocurrió dividirlo en cuatro secciones, cada una con su propio título y sentimiento. Su idea era comenzar con los relatos más “normales”, y seguir avanzando hacia los más raros, y que cada sección debía reflejar este proceso en miniatura, de lo normal a lo extraño. Estaba de acuerdo con esto, así que organicé de ese modo los textos, dando con cuatro título para los cuatro conceptos de cada sección. No iba a ajustar a la perfección, pero al menos el libro comenzaba a tener una forma general.
Tercer borrador: Releyéndolas, tomé una decision con algunas historias, concluyendo que no valian la pena. De nuevo, debían sustituirse: más trabajo. Es curioso que algunos de estos relatos de última hora, escritos a gran velocidad son quizás de las más interesantes. Pero esto suele ocurrir, soy un gran aficionado a hacer grandes cambios a última hora! Ahora el libro estaba completo. Aquí siguen unas cuantas notas, pensamientos, fantasías, sobre cada relato en particular, para cualquiera interesado en este tipo de exposición.
Prólogo-Watch: Una historia real de cuando iba al colegio, y escrita a propósito en un estilo falsamente ingenuo (demasiado ingenuo, después de una revisión). Quería transmitir la sensación de alguien llegando a la posibilidad de ser creativo. ¿Cuál es el ganador de este relato, el presidiario adolescente, o el chico que cree en objetos inexistentes? Hace años esta historia fue emitida en el show de cabaret Arrested Laughter, y solía improvisarlo para las lecturas de Automated Alice. El nombre del preso se modificó para proteger a los culpables.
The Shoppers (Compradores): Escrita para Waterstone´s Diary en 1997. Es complicado llevar a cabo un encargo con tan poco espacio, cómo trabajar con ideas con tan pocas palabras. Me gustó más esta historia cuando la hice que ahora mismo. Viene de estas tiendas de Manchester, que se está convirtiendo en un parque temático. Trataba inyectar algo de magia en la esterilidad, nada más que eso.
Solace; (Consuelo): Escrita para el Big Issue, mi segundo relato para ellos. Una de mis preferidas, sólo diálogos, lo que la hace muy apropiada para ser leída en voz alta. Un concepto sencillo pero fuerte, creo. Me encanta la idea de una bebida que puede ser de cualquier sabor, del sabor que te apetezca. ¿Por qué nadie lo intenta? De muchas maneras una “típica” historia de Jeff Noon, en cuanto toma una realidad cotidiana, y sigue todo el curso hasta la oscuridad, acabando en el último momento elevándose hacia las estrellas. El momento más complicado durante la escritura está relacionado con el uso del ordenador como herramienta creativa. Elegí los seis sabores de la bebida, y me di cuenta que el chico adicto le daría su propio nombre a los sabores, Escogí tomar las seis letras iniciales de cada sabor, inventando una nueva palabra con ellas. Sólo llegué a palabras como Solcal, la segunda L de Lima, me parece. Y cuando pasé la historia por el corrector ortográfico, me pregunta si quiero cambiar esta palabra por Solace. Por supuesto, dije que sí. Después, todo lo que tenía que hacer era encontrar una fruta que comenzase por E, y llegué a Elderberry (baya del saúco). Y eso era todo, el relato mejoró lo indecible con el uso de la tecnología.
The Cabinet of Night Unlocked, (El gabinete de la noche desencadenada): Una de mis favoritas. Si tuviese que elegir salvar sólo uno de mis trabajos, este estaría entre los finalistas. Cómo llegó a ser interesante: estaba leyendo Lonesome Dove, la pieza revisionista del salvaje oeste de Larry McMurty. Uno de sus personajes principales, una mujer, es capturada por los malos. Está sobre la grupa de un pony, a través del desierto hacia lo que sabe que es un destino horrible. En su delirio desea estar ya muerta. La frase exacta es algo así como: “Si tan sólo hubiese una manera de desear y lograr su propia muerte, lo haría, pero por supuesto no había tal escapatoria.” Leí eso, después un par de frases más, y lo dejé ahí, sintiendo una excitación especial. Y si ella pudiese. El gran Si. Y si pudiese matarse, simplemente deseándolo. Mis pensamientos se desmandaron. ¿Y si cualquier persona pudiese, y si cualquier ser humano pudiese matarse, sin dolor alguno, desconectar, apagar el sistema de su cuerpo? Y si, de hecho, el cuerpo tuviera un interruptor? Y si esto fuera una parte natural del comportamiento de los cuerpos, pero si así fuera, ¿porqué nadie lo sabe? De acuerdo, es conocimiento prohibido; quienes están en el poder han tomado medidas para mantener esta información en secreto. A partir de ahí era fácil imaginar un libro prohibido con información detallada del método, e imaginar las consecuencias de la publicación de estos datos. Pensar en rituales secretos y manuscritos ilegales y trajeron a la mente a Jorge Luis Borges, y en cuanto esto sucedió estaba fuera de mí.
Decidí contar este relato imitando sin remilgos su estilo. Más o menos se escribió a sí misma en un día, lo que siempre es una señal de que algo funciona. Mi única pega con la historia es que, aunque es perfecta para leerla en público (dada la naturaleza misma del ritual, su teatralidad) es que sólo he podido realizarlo una vez. La verdad es que es quizás demasiado compleja, y puede que demasiado larga para ser disfrutada por la audiencia. Una lástima, pero no tengo ninguna duda que lo intentaré más adelante. El personaje T. P. Lechner está vagamente basado en Timothy Leary, pensando en su revisión del Libro Tibetanos de los Muertos como guía de viaje para LSD.
Super Easy-No-Tag-Special;: Un cuento breve muy sencillo que no va más allá de su concepto central. Siempre me he sido fan de las historias de fantasmas victorianas de M. R. James, y con frecuencia me pregunto si podría actualizar sus ideas. Leer sobre la señalética criminal en un periódico, hizo saltar la chispa: una forma de conseguir un espectro tecnológico en el mundo contemporáneo: Strangeways es el nombre real y maravilloso de la prisión en Salford, justo al otro lado del río, de donde sacaron The Smiths el título de su primer disco.
The Alphabox stories: De acuerdo, era un sueño que tuve cuando trabajaba en la sucursal en Manchester de Waterstone. Estuve allí cinco años, en el ultimo de los cuales escribí Vurt. El sueño de un hombre transportando una caja de cartas por la ciudad es obviamente sobre mi frustración al trabajar rodeado por tantos libros y ser incapaz de escribir uno. El primer borrador estaba en primera persona, narrador masculino, bastante como el narrador de las historias de Invisible Watch. Parecía demasiado personal, y cambiar el punto de vista a la tercera persona y el sexo del protagonista hizo lo necesario para darle el tono de cuento de hadas. El tercer y último episodio desemboca en Junior Pimp. Estaba desesperadamente intentando incluir conceptos de música dance en la literatura. No sé si funciona, y si lo vuelvo a revisar, casi sin duda eliminaré estos flecos.
Metaphorazine, (Metaforicina: La bomba! Defiendo a muerte esta historia, a pesar del hecho de que no siempre sigue la corrección gramática del inglés. Alerta a los pedantes, vuestros pensamientos van a ser estrangulados por vuestra mente. Una de las preferidas en las lecturas, aunque funciona mejor con una introducción previa más que empezando a secas con ella. Cuento la historia de cómo dos reportajes, una sobre cómo la gente joven ya no aprende los rudimentos de la gramática, dejando de leer; la otra sobre los jóvenes consumiendo más y más drogas. La obvia solución es combinar los dos problemas, y presentar entonces el relato como una Gramática de la lengua inglesa para la Generación Química. Un sinsentido, por supuesto. La idea vino de cuando se me apareció la palabra Metaphorazine un día, y me puse a pensar en su significado.Pero nunca podré olvidar el día que la escribí, la tremenda excitación acerca de lo que estaba creando. Lenguaje, levántate!
Qwertyphobia, (Qwertyfobia): Esta está bien, espero. Una buena idea que podría haber sido trabajada con mayor sutileza. Era raro cuando leía entrevistas a Fatboy Slim, de cómo odiaba tanto su nombre real, Quentin, que se lo cambió por Norman Cook, y después al de Fatboy. ¿Le enviamos la historia? “Qwerty”, claro está, es la palabra que forman las primeras seis letras en un teclado Standard de lengua inglesa.
Junior Pimp, (Chulo Junior): Un texto clave. Un relato al que he ido dando vueltas durante años. Creo que hubo una película de Hollywood que se llamaba Junior Doctor, o algo así, y la imagen surgión en mi cabeza. Recuerdo intentar montarla como texto teatral, más tarde como guión cinematográfico, pero sin llegar demasiado lejos con ello. Píxel Juice es su lugar natural. Intenté un montón de voces: monólogo interior, la narración de un amigo, un informe policial –hasta que llegué a la confesión en un tabloide británico, y tomó vuelo. Bastante fácil de escribir. Me gusta la estructura, cómo se unen las diferentes piezas; bastante tradicional en ese sentido. Algunas personas encuentran esta historia algo sucia, llegando a sentirse incómodas. Lo que es seguramente la intención. Hay que ser realista con estas cosas. Y también veo la historia esencialmente sobre la inocencia. Me gusta sobre todo el final, la última línea. Es mi pequeña aportación a la cultura de la culpa, la cultura de las víctimas, Algunas veces, hemos de pasar a través de lo malo para conseguir lo bueno. Algo así.
De todos modos, Junior Pimp es el primero de los relatos de Shakespeare Estate, que van sobre chicos creciendo, y cómo sus circunstancias cambian, viviendo lo Nuevo. Crecí en Ashton-Under-Lyne, justo saliendo de Manchester, y la casa de acogida más cercana se llamaba Crow Hill, sus calles tenían los nombres de zonas de Lake District: Pentyth Abenud, Windermere Crescent, Keswick Avenue, etc. Esas pateadas calles de clase trabajadora, con los nombres de hermosos lagos. Algunas de las imágens son reales, las discusiones y todo eso; el que yo pudiera dibujar bien. Solía copiar mujeres semidesnudas de los anunciosy les quitaba toda la ropa en la copia final. Dibujaba esto para los otros chicos del colegio, lo que me hizo algo conocido. En una ocasión llegué a dibujar uno muy grande en la pizarra antes de que entrara el maestro. Lo que me llevó más tarde a la oficina del jefe de estudios. Oh sí, fui un pornógrafo infantil…menuda confesión.
Homo Karaoke: Llamo a esta clase de relato “manga invisible! En los primeros archivos borrador de Píxel Juice, DJNA de la antología Disco Biscuits estaba en su lugar. Dos cosas: nunca me ha entusiasmado DJNA, y segundo, creo que ya la ha visto demasiada gente. De modo que cuando en City Life (el magazine de listas de Manchester) me pidieron una historia, vine con esto. De nuevo, otra historia que surgió a partir del título, y la primera de las historias de “música interior”. Mucho de su atmósfera vino de la lectura del excelente England is Mine, de Michael Bracewell, su estudio de expresiones de lo británico (Englishness ) en la cultura pop, y la peculiar naturaleza de la música rock suburbana. Me gustan su principio y el final; sobre la parte central, en concreto la escena de la batalla, ya no estoy tan seguro, aunque hay buenas imágenes.
Realmente, este cuento es mi primer ejemplo del “problema” de una historia de Jeff Noon, esto es: ¿cómo se debe leer esto? Una lectura superficial lleva a pensar que es sobre música, cultura de clubs, la vida de un dj, realidad virtual, etc. En realidad, eso es sólo la vestimenta, la chispa. La clave es pensar el final con cuidado, y pensar en la escena en la que el narrador vuela sobre Manchester. ¿Es esto real? ¿De verdad está haciendo eso, o se trata de una fantasía? Eso depende del lector, pero diría que, en el fondo, al igual que muchos de mis relatos, se trata de una historia de amor. Trata de un chico que puede convertirse en sus pensamientos, sus fantasías. Ha conseguido hacer surgir su amor de su interior. Es un concepto extraño, cuando lo piensas. Le enseñé a Michael Bracewell la historia, y lo pilló de inmediato: dijo que era mi version de un tema de Roxy Music, “In Every Dream Home a Heartache”, (En cada casa de los sueños un corazón roto)-
Dub Karaoke: El primer remix. El primer peldaño de lo que imagino se va a convertir en un largo y espero interesante camino para mí. Aquí retomo la historia Homo Karaoke, y la desmonto hasta que no quedan sino sus imágenes esenciales. Rompiéndola en palabras, frases, combinándolas en busca de un éxito, y vuelta a empezar. Estas frases comenzaron a formar párrafos de tres líneas, y se me ocurrió que lo que estaba intentando era escribir haikus. Entonces se trata de hacerlos funcionar como página, como texto, como fogonazos de sentido. Entiendo que algunas personas no lo van a pillar, y no pasa nada. Cada uno se mueve al son de su propio tambor. En el diccionario he visto que haiku, en una acepción literal significa “versos para entretener”, lo que enlaza con los anuncios de música extraña de la historia anterior, que intentan ser ejemplos de malas traducciones japonesas, del tipo que salen en los manuales de instrucciones. Así que, aunque sea por accidente, tiene sentido!
Bug Compass, (Brújula Insecto): Por supuesto que me gusta este relato. Significa mucho para mí, en el aspecto emocional. En la gira de Pixel Juice me metí mucho en la historia, leyéndola, dándolo todo. Cuando la leí en Manchester, se podia oír caer un alfiler al final, y yo estaba llorando. Raro. Esto vino de escribir el libreto de Vurt para Contact Theatre, que estará listo para algún momento de 2000. Si cambias todas las persecuciones de coches y los tiroteos con emociones, con un reenfoque de las relaciones, la principal relación en la obra, y en la novela, es entre Scribble y Beetle. ¿Y qué es lo que está pasando en realidad con estos tipo? Este es el subtexto. La historia surgió como un primer capítulo abandonado para una novela, esa primera página describiendo la caza de bichos. Cambié el orden por Beetle y Scribble, y el resto fue fácil. Me gusta el ritmo de vals ¾ de la primera frase. Y también esa linea hacia el final, cuando dice “Los escarabajos (beetles) no viven mucho tiempo, ¿verdad?”, lee esta frase y piensa en Vurt, la novela.
Fetish Booth #7, (Cabina Fetichista #7): No estoy muy seguro con esta, carece de narración, es una serie de hechos, y un final en bajada. Si tuviese que remezclarla, seguiría a Janus tras el talon, par aver lo que le ocurrió allí; puede que dejarle escapar de algún modo de su destino. Algo de trascendencia, o puede que no. En fin. Matar personajes siempre me deja mal. Debería leerse junto con Somewhere the shadow, transcurren la misma Nochevieja, y culminan con las campanadas.
Pimp, the Boardgame, (Chulo, el juego de mesa): Uno raro. ¿Cuál es la motivación tras ello? No lo sé, la verdad. Una historia loca que tuve y desarrolle. Pensé que había algo válido, una especie de secreto. Y es cruel, en alguna medida. Y te da una pista sobre como Janus Fountaine, bien puede sobrevivir a su destino en la anterior historia.
Chromosoft Mirrors, (Espejos Cromosoft): Bastantes personas han mencionado que les gusta esta. Empezó con mi frustración sobre cómo los diseñadores informáticos nunca parecen dar el salto, simplemente juegan con el concepto tradicional. El primer borrador se llamaba en realidad Microsoft Mirrors (Espejos Microsoft), pero en Transworld estaban algo preocupados con eso. Hice un anagrama y di con Cromisoft, y después con el título final. Tiene que ver con el concepto de los Dodos en Vurt y Polen, el pequeño porcentaje de personas incapaz de soñar; y con la historia que le sigue.
Cloudwalkers, (Paseantes de las nubes): Otra vez, muestra un personaje que no puede soñar, o en este caso, no puede ser afectado por los anuncios subliminales. Estoy de acuerdo con que este relato se alarga en exceso para un tema tan trillado, pero me gusta. Me gusta mucho el final, (…) Es un ejemplo de mí escribiendo sobre la marcha. Tomé la idea, y empecé a escribir sin planear ni pensar nada; siguiendo palabra tras palabra, por lo que el final me cogió por sorpresa. Creo que esto surgió accidentalmente por la crudeza de la escritura.
Blurbs, : Vale, hemos entrado en una subsección de la historias, todas relacionadas con la vida artificial. Fue escrita para la estupenda gente de Pulp Faction, para una de sus antologías de rarezas, Random Factor. Es uno de esos relatos que me gustaron más en el momento de su escritura. Esta version es bastante diferente a la original, perdiendo varias páginas de su final. Quiero pensar que es una mejora. La historia surgió de tres fuentes. Estaba leyendo un libro sobre sistemas emergentes y teoría de la complejidad, con referencias a hormigueros y colmenas como ejemplos en la naturaleza del fenómeno. Y también estaba leyendo un relato breve titulado The Sandkings (lo siento, no recuerdo el nombre del autor), un relato de ciencia ficción sobre una extraña y nueva raza de insecto. Y en tercer lugar, estaba escribiendo el texto de contraportada/ faja (blurb en inglés original) para Automated Alice (oh sí, nos piden que escribamos nuestras propias alabanzas), y estaba pensando qué gran palabra era Blurb, con un sentimiento muy orgánico. Y qué nombre para un insecto. La historia llegó, sin problemas. Claro que los blurbflies (“blurbs voladores”?) finalmente aparecieron en Nymphomation, pero nacieron aquí.
Tweedles (palabra de múltiples significados; además de verbo significando desplazar; atraer mediante el sonido de la música; tocar desafinadamente,;transferir, etc, también está relacionada con terminología de física cuántica; sin embargo, es más que probable que el origen del título provenga de los célebres persosnajes de Lewis Carroll): Esta fue escrita para The Guardian, que quería un cuento de navidad, aunque no lo creáis. Iba acompañado por una ilustración, que le acabó de dar sentido a la historia: el protagonista llevando las botellas de perfume como regalo (..), y la estrella encima de la casa. Otro relato que nació de su título. Y de nuevo, muy cambiado respecto a su forma inicial.
Marilyn Monroe: Sólo una broma, para encajar con el bloque de la vida artificial.
Xtrovurt: Otra de las preferidas, y muy divertida para las lecturas públicas. Escrita para la gente de Bullets of Autumn, un grupo radicado en Gales, que se hallaban trabajando un juego de rol basado en Vurt. Está más o menos acabado, pero no encuentran comprador. He jugado una versión del juego, y está realmente bien. Su página está repleta de material relacionado con el juego. Si tengo alguna pregunta acerca de mi trabajo, es a ellos a quienes pregunto. –Vurt, Sombra, Puro y Perro- todo excepto los Robos. Decían, no son sólo robots, verdad? No del todo, respondí. Pero no tenía ni idea de cómo eran en realidad! De modo que escribí esto, y el siguiente relato, para los Bullets. La atmósfera está tomada de mi experiencia en las lecturas por Estados Unidos, mi experiencia de New York. A la que amo, a pesar de la sordidez del relato.
The Perfumed Machine, (La máquina perfumada): Una especie de revisión científica de la historia previa. El final de esta y el de Chromosoft Mirrors, son reflejos intencionados uno del otro.
Instructions, (Instrucciones): Mi versión de La secta del sur de Borges, de Ficciones. Ahí describía un ritual, revelando lo que pasaba. Aunque ignoro si Borges tenía un proceso concreto en mente, sí que conozco el mecanismo secreto de mi cuento. No lo voy a decir, por supuesto.
Getting Home Safely, (Llegar a casa sano): Otra historia real, o más bien, un sueño real. Lo tuve durante un tiempo, se me quedó grabado. Me gusta verlo como uno de los primero ejemplos del concepto de Vurt.
Pixel Face, (Cara de Pixel): Otro texto importante. Un vistazo a la vida de Miss Hobart, y Jazir Malik, por supuesto. Pero es el narrador la voz que prevalece. Al escribir un cuento, una novela, la primera tarea es encontrar su voz correcta. En las lecturas leo este texto con una estúpida voz mancuniana, y la gente se estremece, especialmente con la primera página. Me gusta la moral de la historia, la propia moral de un grupo fuera de la ley. Para escribir debes estar abierto a las ideas. Has de poder ver un programa de la tele mostrando caras de jóvenes delincuentes con los rostros ocultos por pixels, y pensar, me pregunto qué pasaría si su cara no estuviera ahí detrás. No tengo secreto sobre como ser bueno creando ideas, pero sé que cuanto más lo haces, más abierto te vuelves hacia el proceso. Muy pronto eres incapaz de ver las cosas sin decirte “¿Y si…?” Y si, y si, y si. Cuando la imagen primordial está en su sitio, decides dónde pertenece la historia, cuál es su carga emocional, y lo trabajas desde fuera y dentro. “Time´s winged security guard” es una recreación de un verso del poema de Andrew Marvell “To His Coy Mistress”.
Stigmatica: Una ramificación del anterior relato. Una actualización del un viejo asunto. La marca de Caín. Recuerdo una historia sobre un tipo que mata un tatuador, y el tatuaje cobra entonces vida creciendo por su cuenta en su piel. Un plagio desvergonzado.
Autopsy of a Hummingbird, (Autopsia de un colibrí): El título que prefiero de entre todos los míos. La historia no está a la altura del mismo, y no estoy seguro del todo de las políticas sexuales de la pieza. Casualmente, este relato vino de Xtrovurt: el concepto de cada Robo con una máquina dentro de su estómago, que tenía que ser alimentado por su boca abdominal. Los robos lo llaman “su chulo”, no sé porqué. La idea se escapó de la historia y tomó una –más o menos sucia- vida propia. Haz lo que quieras con ello.
The Book of Nymphomation (El libro de Ninfomación): Un borrador muy, muy inicial de Nymphomation iba a contener páginas de esta enciclopedia. Esto es lo más lejos que llegué con ello.
Somewhere the Shadow, (En algún lugar la sombra): ¿Qué puedo decir? Una vez más, un relato que se formó al escribirse. Tuve los sentimientos más extraños escribiéndolo. La idea llegó al pronunciar mal “feromonas”. Phero-nomes, phero-gnomes. Qué perversa es la trivialidad. Como en Xtrovurt y Colibrí, califico esta historia como bastante inglesa, concentrada en nuestra fijación nacional con la sexualidad como separada de nuestro cuerpo. Podría argumentar que intento salvar esta falla, al prestarle atención. Pero no estoy tan seguro de cuán poderoso es simplemente prestar atención. Y no me importa, pero entonces tengo que incluir un asesino de niños. Apilando los contratiempos. ¿Justifica el final el camino a seguir? Lo ignoro, pero diré que mi trabajo es esencialmente moral, nunca pensaré que seré “controvertido”, o polémico: no importa lo profundamente que descienda en la oscuridad, de algún modo intentaré que el narrador vaya a sacarme de allí. Un brillo de esperanza.
La fábrica de galletas que aparece en esta y otras historias es la fábrica de McVities cerca de donde vivía en Manchester. Está a más de una milla, pero a veces, especialmente por las noches, puedes olerlas. El aire está lleno del aroma a trigo, chocolate y avena. El policía debe su nombre al informe Kinsey.
Call of the Weird, (La llamada de lo extraño): Uno de mis primeros relatos, escrito para The Big Issue. Aún me gusta, puede que ya sólo por razones sentimentales. Para esta edición se hicieron algunos retoques.
Dub Weird: Divertida. La canto en directo, más bien recitando. Siempre sorprende, o averguenza (sin diéresis a la vista en este teclado, lo siento), al público. No sé cantar. Cuando lees mi trabajo, esa es su auténtica afinación. “Natty furlocks and ting” es una especie de frase reggae. Escucha el hit Anthea and Donna “Uptown Top Ranking” para su uso correcto.
The Carisma Engine (La máquina de carisma): Este tuvo una génesis interesante. Me pidieron un relato nuevo para la antología anual de nuevos escritores de The British Council. Acabé con una cosa complicada con ciber skaters, chicos sin sombra, todo ello con esta locura de compañía intentando resucitar a la princesa Diana. Además, era el aniversario de su muerte, lo que me hizo pensar en el carisma como energía. La persona más fotografiada del mundo y todo eso. Lo enseñé a algunas personas y todas dijeron que era demasiado. Así que suprimí las referencias a la máquina de carisma, terminando con la historia Oblivion Girls, que es la que finalmente se encuentra en el volumen ocho de la antología de New Writing. La máquina de carisma estuvo en el la pila de notas durante un tiempo, hasta que tuve la idea de hacer con ello un pastiche a lo H. G. Wells, lo que no es para nada lo que mejor se me da, pero ya dije que lo que pretendía con Píxel Juice, era mostrar mi capacidad, y diferentes estilos narrativos. Creo que hay algo hermoso ahí, un fuerte sentimiento global. Es sorprendente cómo tan poca gente no se da cuenta de que está narrada por un hombre llamado Newne (que suena muy parecido a Noon).
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c.m.
Qué bueno lo del proyecto, c.m
falling out of cars: the making of
Apuntes sobre la creación de FOOC. Jeff Noon
Mis primeras novelas y cuentos transcurrían en Manchester. Cuando la dejé por Brighton, sabía que me llevaría un tiempo volver a escribir. Había una sensación de raíces siendo arrancadas del suelo.
Empecé varios proyectos, simplemente dando vueltas, en busca de inspiración. Llegué a tener cincuenta páginas de un grupo de chicas adolescents, todas enganchadas a jugar al ajedrez. No suena demasiado emocionante. Pero ahí estaba. El personaje principal se llamaba Tupelo. Una adolescente de la misma edad ya apareció en un borrador muy temprano de La aguja en el surco. Me gustaba el nombre, por ser el lugar natal de Elvis Presley.
La novela alcanzó un punto muerto. Lo intenté con otros argumentos, ninguno proporcionando la vibración que necesitaba para continuar escribiendo. Me hallaba en uno de mis habituales períodos de preocupación, cuando una novela rehúsa mostrarse. Sensaciones que fueron acentuadas por el traslado. No tenía la intención de ambientar las historias en Brighton. Pero de qué otro lugar podía hablar. Estaba atascado.
Una de las otras cosas que había considerado fugazmente era la idea del espejo de Alicia. Esto proviene de un viejo cuento, “Latitude 52”, que fue originalmente publicado en la antología Intoxication. Había guardado aparte este trabajo apartado de Pixel Juice, porque la idea central era demasiado fuerte para dejarla en un relato. Necesitaba serle concedida otra vida, una segunda oportunidad para ser contada. La historia cuenta que el espejo original por el que Alicia viajó en A través del espejo, se había roto, con sus fragmentos repartidos por todo el país. Con el paso de los años, unos cuantos locos coleccionistas habían intentado encontrarlos. Eran objetos muy apreciados, que proporcionaban una diminuta visión de otro mundo, un mundo de ensueño. Siempre he pensado que esta historia era un modo adecuado para actualizar mi obsesión con Lewis Carroll. Y pasé un tiempo intentando escribir una nueva novela, usando el espejo roto como artefacto narrativo. Por desgracia, de nuevo tampoco llegó a nada.
Había otra pequeña idea flotando alrededor. No recuerdo exactamente de dónde salió la noción de los crecientes niveles de ruido. Puede que saliese algo en el periódico sobre la cantidad de información que tenemos que procesar hoy en día, simplemente al caminar por las calles. O puede que leyese algo sobre teoría de la comunicación. Básicamente la teoría describe un canal a lo largo del que un mensaje ha de pasar, desde un emisor hacia un receptor. Este canal existe para cada uno de los sistemas o aparatos de transmisión informativa, líneas telefónicas, señales de tráfico, incluso dos personas conversando. Ruido es el nombre que reciben las interferencias que afectan al mensaje al pasar por el canal. La estática en las líneas telefónicas es un buen ejemplo. La niebla en una pantalla de vídeo otra. Algo se pierde entre transmisor y receptor.
Muy bien, preguntémonos el gran Si: ¿Si el nivel de ruido subiese, por alguna y desconocida razón, cómo afectaría a los sistemas de comunicación? ¿Y si el ruido fuera tan pronunciado que apenas ningún mensaje pudiese atravesar el sistema? No seríamos capaces de leer, ni descifrar anuncios. Puede que incluso llegara un momento en el que hablar cara a cara con alguien resultase imposible. El ruido se convertiría en una enfermedad, afectando todas las cosas y personas. ¿Cómo cambiaría esto a la sociedad? Este es el típico proceso que sigo, encontrar una idea interesante, y continuar con ella, hasta sus límites. Pero entonces era sólo una idea, y nada más. Tenía una frase que me gustaba, con la que bien podría dar comienzo la novela:”Si puedes leer esto, es que estás vivo”. Eso era todo, como un mensaje del futuro. Una advertencia, una celebración, incluso. Y trajo la idea sobre de qué manera sería posible escribir un libro en la era de la enfermedad: ¿acaso no afectaría el ruido a las palabras utilizadas en contar la historia?
Se me ocurrió que mirar a los espejos sería la peor cosa que podrías hacer, pues la enfermedad del ruido haría mutar tu autoimagen tanto que volvería a la gente loca. ¿Quizás esta idea podría juntarse con los fragmentos del espejo de Alicia? Esto ya sonaba bien. Había mucho potencial en la idea. El problema, no había todavía ninguna historia, ni personajes, ni idea del tono final del libro. Me pasé tiempo buscando diferentes acercamientos, que no me llevaron a ninguna parte. En un momento, decidí que necesitaba una especie de meta-impulso, un punto de partida muy basado a propósito en el azar. Regresé a unos cuadernos en los que solía apuntar ideas hace años, de cuando empecé a escribir en serio. Me dije que abriría el primero de esos cuadernos por la primera página, y usaría lo que hubiese escrito en ella. Y fuese lo que fuese, lo usaría como inicio de la novela. Suena un poco loco, supongo. Pero aún así, es lo que hice. El primer cuaderno era de hace diez años, cuando intentaba ser dramaturgo, por lo que todas las ideas ahí contenidas eran ideas para obras teatrales. Aquí va la primera…
Dos hombres y una mujer están descansando en una habitación de hotel, en algún lugar del extranjero. Los dos hombres son soldados. Esperan un tercer soldado, su sargento, de regreso con alguna noticia. Hubo una guerra hace unos años, con el ejército britanico involucrado. Los tres soldados han vuelto a este país al enterarse de que el cuerpo de uno des sus compañeros ha sido encontrado, tras años desaparecido en combate. El sargento ha salido para intentar localizar el cuerpo. Tuve la idea de que un montón de cinta roja haría su aparición. La mujer es una periodista. Ella está acompañando en el viaje, escribiendo para un diario como una historia de interés humano.
Eso era. Comencé a escribir. Resitué la historia en Inglaterra,. Uno de los personajes continuó siendo un soldado, o en este caso ex-soldado, John Peacock. La periodista se convirtió en Marlene, la narradora. El tercer personaje pasó a ser Tupelo, una chica que de algún modo se ve metida en esto. Todos ellos esperan que vuelva un cuarto personaje, Henderson. ¿Qué están haciendo? Buscan los trozos del espejo de Alicia. La enfermedad del ruido está creciendo. Seguí escribiendo, y antes de que me diese cuenta Marlene estaba sufriendo un ataque, sufriendo una sobredosis de ruido, y entonces se desmaya. Final del capítulo.
Vaya. No está mal. Al menos estaba escribiendo. ¿Y ahora? Volví a la segunda idea anotada en el cuaderno. No entraré en mucho detalle sobre esto, pero lleva al momento donde Peacock mata y se hace pasar por Spender. Me di cuenta de que el segundo capítulo había sucedido antes del primero, pero lo dejé estar por el momento. Decidí seguir con la historia, con Marlene en el baño mirando el espejo. Me vino entonces una idea absurda: a lo mejor podía estructurar la novela de modo que los capítulos podrían avanzar y retroceder alternativamente. El libro se iniciaría en el centro de la historia (en la habitación del hotel), mostrando lo que ocurre antes, luego después, y así sucesivamente, como en un extraño efecto de concertina. Vaya. No está mal. Al menos estaba escribiendo. ¿Y ahora? Volví a la segunda idea anotada en el cuaderno. No entraré en mucho detalle sobre esto, pero lleva al momento donde Peacock mata y se hace pasar por Spender. Me di cuenta de que el segundo capítulo había sucedido antes del primero, pero lo dejé estar por el momento. Decidí seguir con la historia, con Marlene en el baño mirando el espejo. Me vino entonces una idea absurda: a lo mejor podía estructurar la novela de modo que los capítulos podrían avanzar y retroceder alternativamente. El libro se iniciaría en el centro de la historia (en la habitación del hotel), mostrando lo que ocurre antes, luego después, y así sucesivamente, como en un extraño efecto de concertina. Tuve la idea de que los dos últimos capítulos revelarían cómo empezó la historia, y cómo acaba. Era por supuesto una estrucura muy compleja para una novela. Sin embargo, continué con ello. Los capítulos que retrocedían en el tiempo me dijeron cómo habían llegado al hotel. La idea de un viaje por la carretera adquirió forma; estaban viajando por el país buscando los fragmentos del espejo. Hasta la idea del ajedrez de la anterior encarnaciónde Tupelo no hizo su aparición hasta bien tarde. Casi había olvidado por algún motivo que A través del espejo es una partida de ajedrez! Una de esas raras coincidencias que suelen aparecer durante el proceso creativo. El ultimo elemento en llegar a la narración fue la idea de aque los personajes viajasen por los no-lugares de Inglaterra: by-passes, gasolineas, nuevas ciudades, centros comerciales, solares en construcción… Ahí es donde Marlene y sus amigos se pierden, no en el espacio abierto, sino en los huecos entre ellos.
Tras escribir cien páginas de este borrador, lo mostré a varias personas. Todos me comentaron estar algo confundidos, sobre todo con los avances y retrocesos.Volví a revisarlo, y decide reorganizar la historia en orden cronológico. Una vez se hizo esto, continue escribiendo de modo normal, añadiendo algunos capítulos al principio, y poniéndome con el ultimo tercio del libro. A medida que iba escribiendo los borradores, estaba decidio a mantener un elemento de misterio, no dejar todo explicado. Esto me parecía importante a la luz del asunto principal. Es un equilibrio difícil.
Espero que a la gente le guste el libro. El ruido es un tema muy rico, creo que dado cómo se mueve el mundo, un asunto importante.
Transmission > Reception
The Modern Word entrevista a Jeff Noon
La siguiente entrevista tuvo lugar a principios de Septiembre de 2002 por Ismo Santala.
Ismo Santala: Jeff, qué hacías antes de la publicación de Vurt, en cuanto a las artes. Escribiste una obra de teatro, Woundings: ¿Tiene alguna relación con tus otros trabajos, o se trata de algo más separado?
Jeff Noon: Era un apasionado del teatro, nada más acabar la universidad. Woundings era una obra que transcurría en una isla lejana, más o menos parecida a las Malvinas, después de un conflicto armado. Se trataba de una historia sobre unas tropas de pacificación, un grupo de soldados y su relación con los isleños; y con un grupo de mujeres que había venido a la isla desde Gran Bretaña, con una misión gubernamental. Todo va mal, una de las mujeres británicas es asesinada por uno de los soldados. Es una pieza muy política, pero acerca de la vida de las personas, más que dar brochazos. En un nivel temático lo veo como el precio a pagar para llegar a ser individuos: un tema que veo fluir más o menos en todo lo que he ido escribiendo desde entonces. Es raro porque mi siguiente trabajo también va a ser una representación, The Modernists, sobre los primeros días de los Mods, y firmemente anclado en el mismo tema.
IS: Fuiste a la Universidad de Manchester durante los ochenta, estudiando Drama y Pintura. ¿Fue una buena época para ti?
JN: Una época terrible. Era un curso de muy bajo nivel, aparte de uno o dos profesores realmente Buenos, y me encontré en el limbo casi todo el tiempo. Era algo mayor que el resto de los estudiantes, por lo que sólo me quedaba apañármelas con mi trabajo. La verdad es que eché de menos una educación como toca. Tuve que aprender por mí mismo casi todo. Pero fue allí cuando empecé a pensar seriamente en convertirme en escritor. Mi talento natural es la pintura, pero lo dejé y decidí concentrarme en escribir piezas teatrales. Siempre he tenido esta necesidad de contar historias a la gente.
IS: ¿Cómo de cerca trabajaste con los ilustradores Harry Trumbore (Automated Alice) y Daniel Allington (Cobralingus)? En el caso de Allington parece haber una segunda narración por sí misma…
JN: No demasiado cerca. Harry vive en Estados Unidos, así que sólo le envién unas cuantas notas de borradores iniciales. Con Daniel tuve una breve charla antes de que empezara a trabajar. Leyó el libro y completó las ilustraciones y eso fue todo. Nada que decir, eran tan buenas.
IS: ¿Fue el uso en Nymphomation de ciertos arquetipos góticos (las casas con sótano, los vampiros y sus variantes, los fosos…) inconsciente?
JN: Casi nada estaba planeado entonces. Simplemente escribía, veía lo que había y lo intentaba hacer funcionar con la narración. Sacaba las cosas de dónde se sabe. Mi conocimiento de lo gótico viene sólo de haber visto demasiadas películas de terror de la Hammer cuando era joven, y supongo que algo de eso se ha quedado. Una de mis reglas entonces era meter un laberinto en todas las novelas, por lo que eso habrá llevado a la construcción en el sótano. Siempre supe que Nymphomation iba a ser un trabajo enfermo y escuálido de algún modo: el estar relacionado con el conocimiento sexualizado, las referencias góticas encajaban a la perfección con ese sentimiento.
IS: Borges es una gran influencia en tu trabajo, ¿cuándo descubriste su obra, y qué es lo que la hace tan importante para ti?
JN: Tenía veintipocos. Estaba de visita por Leeds con un amigo y entramos en una librería de segunda mano. Ahíestaba Ficciones, de Jorge Luis Borges, no había oído de él hasta entonces. Lo abrí por el primer relato y leí sobre espejos y sexo siendo igualmente abominables porque ambos multiplicaban el número del hombre. Me enganché a partir de ese momento. Era la increíble calidad del concepto lo que me impactó, la imaginación a la vista. Más tarde ya aprecié el estilo y el carácter meláncólico de la prosa, y el hecho de que las historias son increíblemente humanas a pesar de que apenas si se describen emociones. Una y otra vez es el banco de ideas al que regreso, para utilizarlo con libertad, intentando mantener ese espíritu vivo de algún modo contemporáneo. De lejos es mi escritor preferido.
IS: Creo que tu colaboración con Steve Beard en Mappalujo fue muy disfrutable, ¿existe una versión en libro de Mappalujo planeada? ¿Tienes planeadas más colaboraciones futuras?
JN: Disfrutable, sí; pero muy complicada. Y quita un montón de tiempo. Trabajar con otra persona no reduce el tiempo de trabajo, lo dobla. Intentar encontrar una manera de trabajar juntos, cambiando de posiciones, investigando. Todo esto es bueno, por supuesto, te lleva a nuevos campos, pero toma lo suyo acostumbrarse. Estamos intentando acabar nuevas piezas, con vista a un libro. Un libro es el lugar natural de Mappalujo, creo, más que la web. La estructura y el proceso de trabajo queda más claro sobre papel, la posibilidad de pasar páginas. Creo mucho en los libros, como el hardware perfecto para el software de una historia. Y te da una visión de conjunto que es muy difícil de conseguir en la red. Pero continúo interesado en Internet como medio. Todavía es pronto. Mucha investigación ha de ser realizada, en cuanto a gente creando historias exclusivamente para ese medio. Hay mucha teoría intercambiándose ahora mismo.
IS: ¿Cuál es la premisa de tu novela Falling Out Of Cars?
JN: El punto de partida fue el nivel de ruido subiendo, como una enfermedad. En la teoría de la comunicación, el ruido hace referencia a cualquier cosa que interfiere entre emisor y receptor en la transmisión del mensaje. Echo un vistazo y veo todos los niveles y capas de información por los que deambulamos estos días, y la compleja red de imágenes que nos rodea. Por un lado es emocionante, por otro, a veces pienso que todo ello me sepulta. La premisa básica era dejar que el nivel de ruido subiese y subiese, y ver qué efecto podría tener en las personas, en la sociedad.¿Cómo podría la gente hablar, si lo que escuchan carece de sentido?¿Qué sentido tendría escribir si nadie es capaz de leer las palabras? Esta y otras preguntas cayeron de esta premisa. Necesitaba algún artilugio que permitiese cierto nivel de comunicación, y tuve la idea de una droga, Lucidity (Lucidez, a la que llaman Lucy los personajes de la novela), que actúa como un supresor-represor temporal de los niveles de ruido, que ha de ser tomada tres veces al día. La novela empezó a ponerse interesante. Comencé a verla en términos muy humanos, en el sentido de qué sería lo que le pasaba a las personas, hasta el mantenerse juntas. Empecé a ver el ruido podría incluso afectar al hecho de tocar a otra persona. De una simple idea muchas otras. Un montón de imágenes fue apareciendo. Así que va de un grupo de personas viajando por un Gran Bretaña enferma, intentando encontrar una brizna de sentido en el marasmo de la infección de imágenes. Trata sobre los últimos días del Imperio de los Signos.
IS: ¿En qué lugar situarías esta novela respecto al resto de tu obra?
JN: Lo veo como mi primer trabajo de mi tercer período. Estoy abandonando los experimentos de La aguja en el surco, Mappalujo y Cobralingus, e intentando aplicar lo aprendido con estos trabajos en una estructura más basada en lo narrativo. Estoy procurando dar con vías para que mis experimentos con el lenguaje sirvan para iluminar aspectos del desarrollo de emociones y personajes. El lenguaje cambia cuando la enfermedad del ruido afecta a Marlene, la narradora. El diario que escribe queda contagiado por el ruido. Y están los habituales elementos de Borges o Carroll, y el tema de la familia rota, que surge en cualquier cosa que hago. Pero espero que se vea como un trabajo más maduro, una novela más relacionada con el mundo real, sea lo que sea que significa hoy en día. No es tan divertido, es mucho más triste. Y por esto fui capaz de permitir a Marlene un final abierto, una posibilidad de hacer cuentas con la pérdida, y avanzar. La novela se queda en un estado de flujo al acabar, un espacio de posibilidades.
IS: Vurt fue escrita escuchando a Nirvana y los Pixies; con La aguja en el surco escuchabas a Microstoria o Mouse on Mars, con Falling Out of Cars, ¿qué música escuchabas?
JN: Hay muchos tipos de música con los que sigo: clásica, electrónica, jazz e improvisada. Después de un período obsesivo con un estilo paso a otro. La banda sonora de Falling Out of Cars, es improvisación free. Siempre acabo volviendo a Evan Parker y Derek Bailey. En un primer borrador de la novella Marlene estaba mirando un graffiti en la pared, el tag decía Derek Bailey. Ella no sabía quién era, pero esa clase de expresión de coraje, libertad, baile y locura es el sonido de seres humanos explorando los límites de la música con el ruido, y encontrando belleza y verdad en esa frontera porosa. Y esto es lo que propone la novela, que de todo este ruido y caos, y a través de extraños canales, un hilo de sentido acaba trenzándose.
IS: Cuando vivías en Manchester, la ciudad se convirtió en un aspecto muy importante de tu obra. ¿Ahora que vives en Brighton, has notado si se introduce en tu nuevo trabajo?
JN: Ocurrirá inevitablemente, pero estoy decidido a que no estén tan relacionados. Me encantó la conexión con Manchester durante un tiempo, pero acabó siendo más atosigante que liberadora. Era hora de cambiar. Soy alguien diferente, en un mundo diferente. Y es hora de escribir de otra manera.
IS: ¿Cuál es tu manera de escribir, hay alguna peculiaridad en el proceso de escribir Falling Out of Cars?
JN: Escribo con un procesador de textos, pero lo odio. Estoy pensando seriamente en comprar una máquina de escribir. La posibilidad de volver y cambiarlo todo es excesiva con un ordenador. Me encuentro todo el tiempo revisando y rehaciendo mi trabajo. Quita un mucho tiempo. Trabajo hasta bien entrada la noche, y duermo una siesta para compensar la falta de sueño. Es una vida bastante extrapa con etapas de optimismo creativo y bajones depresivos y miedo al fracaso. Falling Out of Cars es única en mis trabajos porque la comencé en su mitad, con la escena del hotel donde Marlene sufre el ataque de la enfermedad del ruido. A partir de ahí fui adelante y atrás. Cuando llevaba 120 páginas, lo cambié a una narración más lineal, lo que suprimió algunas sorpresas; pero parte del proceso es sorprendese uno mismo, cambiando de repente el tiempo verbal, el género de un personaje, el punto de vista. Hago esto a menudo. Juegos, en realidad, pero ayudan, para empujarte a seguir buscando más allá.
IS: Acabemos con una confesión.¿Qué clásico no has leído pero siempre afirmas conocer cuando surge en una conversación?
JN: No he leído tanto, sería estúpido. Hay serias lagunas en mis lecturas. Espero solventarlo algún día. Pero mi principal área de interés es el arte del siglo XX, hasta 1980. Aparte de eso, el resto lo sé de oídas. Me han sentado en mesas como si fuera un experto en un autor, sin haber leído nada sobre esa persona. En mi primera época como novelista solía decir que leía a Burroughs y Philip K. Dick, porque la gente comparaba mi trabajo con el suyo. Y me di cuenta que era más interesante decir la verdad. Mi interés en jugar con las palabras como medio en sí, por ejemplo, nada tiene que ver con la influencia de las drogas, como podría serlo para Burroughs, sino con mi amor por el Dub y los misterios del remix. He llegado a un lugar parecido por una ruta completamente distinta. La mayor parte del tiempo, no sé qué camino sigo hasta que no llevo un rato pisándolo. No hay ninguna teoría. Lentamente, libro a libro, un mapa se va dibujando. Es un mapa de humo.
c.m.
217 Babel St. Project
aunque en la red
www.217babel.com
recuerda bastante a algunos textos de Stanley Donwood en slowlydownward.com, la verdad es que sí que tiene muy buena pinta. No tengo ni idea de su desarrollo posterior, pero puede convertirse en un gran hipertexto improvisado.
He copiado una entrevista de The Modern Word en la que Noon habla, en 2002, de cómo faltaban bajo su punto de vista, trabajos literarios específicos para la red, y de su relación afectiva con el papel ("un libro es el hardware perfecto para el software de una historia", algo que Alberto Manguel también suscribe en sus libros, por ejemplo, ahora que lo veo).
Entre 217 Babel y Falling Out of Cars, Noon ha intentado mover -sin demasiado éxito por el momento-una adaptación fílmida de Vurt ,de la que sí existen un remix teatral y una adaptación al comic de unos pasajes de la novela-; ha escrito tratamientos para Falling... con el título provisional de The Noise -pero ya existe una de terror con ese nombre, me parece-, y acabó The Modernists, una pieza teatral. De "Woundings" se realizó una película en 1998 que no obtuvo una gran recepción crítica en absoluto.
Bastante de lo que he ido traduciendo viene Spike, una página con artículos muy jugosos
http://spikemagazine.com/
Esta es la subsección de Noon
http://www.jeffnoon.com/
y la página de Bullets of Autumn
http://www.vurt-feather.co.uk/
Y ahora a contar agonetos.
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Sólo he encontrado una página personal de alison macleod:
http://alison-macleod.com
Y hablando de la vida líquida y los caudales o corrientes comunes, reencontré esta reseña por el camino. Es de febrero de 2007, pero me gusta el criterio coyuntural que establece (débil, veloz, líquido...), y la actitud vigilante con la ocasional falta de rigor que comporta la aparente superproduccíón de Bauman según Lynch.
http://www.letraslibres.com/index.php?art=11867
De verdad espero no haberos sepultado con estos textos que he ido colgando, pero me ha parecido que le iban al asunto de las mutaciones y los fluidos, y que os podrían interesar. Entodo caso gracias por la paciencia. Un saludo.
c.m.
Joder c.m., es acojonante el curro que te estás pegando con Noon. Creo que voy a releerme algunas de sus ficciones con este esquema que pasas. Agradecido de nuevo. Un saludo.
(a cgamez y wilco)
No, por favor, gracias por el interés (y la paciencia, vuelvo a recalcarlo).
Con el último texto que he colgado sobre Falling Out of Cars simplemente no quería dejar pasar de largo la enfermedad del ruido, me encanta como punto de partida (¿el lenguaje es un virus?). Para quien no la haya leído, FOOC es una british road novel, tan gris y desolada como te puedas imaginar, pero tiene momentos impregnados de lirismo, como afirmó Javier Blánquez en su artículo. Estoy más o menos de acuerdo con una crítica que la calificaba como un "fracaso brillante", no acaba de cuajar; pero el concepto de la enfermedad, el modo en que afecta a los personajes y su percepción quedan muy bien reflejados. El paisaje fantasmal que describe es muy sugerente. Para haceros una idea, las señales de tráfico están empapadas de grandes cantidades de Lucidity,con el objeto de permitir su visión a gran distancia y que de otro modo nadie enfermo podría ni leer. Podría hacerse un estudio sobre las particulares características que definen la ficción de género -en cualquier medio- británica; hay una oscuridad fatalista que no te la quitas de encima, y que apenas se ve en la mayoría de trabajos al otro lado del charco. Extrañamente, el escritor americano que más relaciono con este tono es el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa.
Tranquilos que no creo vaya a insistir con Noon -ya habéis tenido bastante, no?-, sin embargo, he ido traduciendo esto poco a poco al margen del autor(no soy noonófilo, no en el grado con que me entusiasman otros escritores, al menos, y aunque me gustaría ver publicados sus otros libros, dudo mucho que tras tres intentos ¿fallidos en ventas? Mondadori vaya a pensárselo de nuevo), si no porque en estos textos y entrevistas va sembrando ideas muy aprovechables para el asunto de este post, y para quien se interese, claro.También me pasa con las entrevistas a Alan Moore, Sinclair, Ondaatje... A lo mejor no me emocionan algunos de sus guiones o libros, pero disfruto bastante con lo que dicen en otras arenas. Si surgiera la ocasión, y fuera una información adicional para el post, muy probablemente volvería con estos y otros autores. Un poco como hacemos todos aquí, más bien. Casi no da tiempo a leer nada!.
Si os ha interesado, estupendo. También estoy seguro de leer algo más adelante que me va a gustar conocer a través de vosotros (Water Music, sin ir más lejos).
Un saludo.
c.m.
cm,
Casi no da tiempo a leer nada!
Cierto.
Un poco más arriba Vicente a Toto:
por supuesto que en España se publican 60.000 libros al año, y un gran porcentaje de ellos es basura. Y esa basura impide la salida de otros libros, valiosos, que tienen escaso encaje en el sistema. Pero hay un gran margen de libros que es interesante. Imagina que sólo fueran aconsejables el 5%, incluso el 1%, de las ediciones españolas. Pues las cifras dan miedo: el 5% de 60.000 son 3.000 libros. El 1% son 600; todo un programa anual de lecturas para personas con tiempo libre. Y el problema es que hay decenas de editoriales hispanoamericanas igual de interesantes o más, que también publican libros imprescindibles... me voy, que me estoy agobiando.
Añadimos entrevistas, si son parecidas a las de Noon, para mí perfecto.
Un abrazo
CRÍTICA
La literatura que brota de los márgenes
JUAN GOYTISOLO 23/02/2008
Como suele ocurrir en nuestros pagos, el aguijador ensayo de Vicente Verdú, Reglas para la supervivencia de la novela (EL PAÍS, Babelia, 17 de noviembre de 2007), no suscitó el debate que pretendía el autor. Fue muy leído y comentado de viva voz y a través de internet tanto en España como fuera de ella, pero en el campo de la crítica literaria directamente concernida por él se impuso el silencio condigno a cuanto perturba o molesta. Observaciones como "la novela deberá mostrarse enérgicamente resistente al intento de trasladarla al cine, al telefilme o al videojuego: la literatura, hoy más que nunca, debería alzarse como intransferible porque las historias novelescas al aroma del siglo XIX han sido ya usadas con diferentes métodos de explotación, y lo fueron porque, precisamente, no existían entonces los guionistas a granel que actualmente redactan productos audiovisuales
(...) La escritura, sin embargo, es insustituible en cuanto agudiza su ser, emplea las palabras exactas y no la palabra como un andén para llevar la obra a otra versión" condensan la reflexión, expuesta ya por Milan Kundera en El telón, de un buen puñado de novelistas jóvenes que rehúsan seguir unos esquemas gastados hasta la médula, aunque el mayoritario lector perezoso se acomode a ellos: a ese más de lo mismo al que se doblega en la creencia ingenua de leer algo nuevo. El tema, y no la propuesta literaria, determina sus gustos. El autor de éxito lo sabe y cambia de tema, pero no de estética. Escribe así docenas y docenas de obras de asunto o trama distintos mas sin salirse del guión previamente trazado. Ello significa adentrarse en una vía muerta, por más que el brillo de lo actual -la luminaria mediática que encandila al lector- oculte el carácter reiterativo y efímero de las novelas de consumo fácil.
Digo esto a propósito del volumen titulado Mutantes, publicado recientemente con dos prólogos de Julio Ortega y Juan Francisco Ferré. Aunque el subtítulo del libro, 'Narrativa española de la última generación', puede inducir a engaño -sólo se incluye en él a autores nacidos después de 1960-, no se trata, como suele ocurrir en el ámbito literario hispano, de una agrupación generacional motivada por la necesidad de abrirse camino entre sus mayores y encontrar un espacio propio a la luz del sol, sino de unas afinidades electivas surgidas a partir de una conciencia común: la de pertenecer a una época en la que la saturación mediática y la ubicuidad de internet descentran nuestra percepción de las cosas y exigen nuevos modos de crear y narrar. Los novelistas incluidos en Mutantes tienen muy claro lo que no quieren hacer y no confunden la actualidad con la modernidad. No buscan el punto de llegada -el desenlace- que vertebra el relato tradicional: cambian simplemente el punto de partida de un itinerario arriesgado y aleatorio que deberá sortear los escollos de su navegación personal. El proyecto no va dirigido contra nadie: la obra muerta no merece que nos demoremos en ella. La apertura al mundo y a las nuevas técnicas de comunicación instantánea es una respuesta a los desafíos de la globalización. Los relatos son semillas arrojadas al viento con la esperanza de que arraiguen y fertilicen la mente del lector.
En la antología figuran narradores conocidos, cuyas novelas leí con vivo interés estos últimos años: Germán Sierra, autor de Alto voltaje; Manuel Vilas, del libro de relatos titulado Z y de la novela Magia; Isaac Rosa, de El vano ayer y de la desmitificadora ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!; Robert Juan-Cantavella, de los jugosos relatos de Proust Fiction; del inventivo y cursado lector de Julián Ríos, Eloy Fernández Porta. Sobre Javier Pastor, del que me enorgullezco de haber sido su primer lector, escribí en estas páginas una reseña de Fragmenta, y también contribuí en ellas a dar a conocer las excéntricas propuestas narrativas de Juan Francisco Ferré en I love you Sade y prologué su cáustica y divertida La fiesta del asno. A otros autores seleccionados los conocía tan sólo de oídas y agradezco vivamente a los antólogos la oportunidad de acceder a sus escritos.
La lectura de Mutantes depara al lector sensible a la parodia del mundo mediático y dotado del sentido del humor una sucesión de incentivas sorpresas: Moda en Londres, de Juan Francisco Ferré, muestra una vez más su despiadada ironía respecto al celestineo de las ofertas de trabajo a las top models, atraídas como falenas con el señuelo de la celebridad. Jordi Costa invita a perderse en la atopía y acronía de una existencia puramente virtual. Javier Fernández desmonta con corrosiva lucidez el tratamiento mediático de las catástrofes y amenazas colectivas que son nuestro pan cotidiano. Vicente Luis Mora rescata con una prosa bella, en los antípodas de la meramente utilitaria de las novelas al uso, la misteriosa civilización de una Atlántida encubierta por la inmensidad oceánica de las dunas. La busca por internet de la identidad andaluza en el entorno nacionalista catalán, obra de Jorge Carrión, merecería ser impresa en el boletín oficial de la Generalitat.
Estos y otros narradores que por falta de espacio dejo en el tintero son un soplo de brisa fresca en la asfixiante quietud de la trama reiterativa de los productos editoriales de nuestros días. Apostar por la novedad de los planteamientos condena a sus autores a una casi inevitable marginación impuesta por la lógica del mercado y "la restricción informativa en que fundan su acción determinados medios socialmente influyentes". Pero la literatura brota a menudo de los márgenes, como pruebe la "rareza" de Cervantes y la fecunda soledad de Kafka. La invención pertenece al campo de lo raro o queer. -
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c.m.
La novela celular
Rodrigo Fresán.
«Made in Japan» equivale -desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, con la invisible invasión de transistores y miniaturas y la revancha radiactiva de macrocriaturas como Godzilla & Co.- a despacho desde otro planeta. Otro planeta que está en éste y cuyas virales invenciones sci-fi enseguida contagian al resto del globo.
Ahora son las novelas escritas y leídas en la pantalla del teléfono móvil -las keitai shousetsu- las que vuelven a producir una cierta molestia ante la frenética evolución del aparato. Progresos que uno querría, por ejemplo, para aviones y aeropuertos.
Capacidad «zombificante». Se sabe, se padece: en los últimos años, el teléfono ha experimentado transformaciones dignas de la imaginación de un científico loco, ascendiendo en el inconsciente colectivo adulto a objeto de deseo y estatus, y agitando las hormonas de jóvenes con modales de droga dura. Con una inagotable capacidad para abducir funciones de otros electrodomésticos (pronto, de seguir así, se utilizarán para cualquier cosa menos para comunicarse), ahora, en el imperio del sol por siempre naciente, ha llegado el momento de leer por teléfono. Y no es que en Occidente no se hayan detectado ya síntomas: el móvil se utiliza cada vez más para mirar (proyectando contenidos exclusivos de películas y series y potenciando la capacidad «zombificante» del engendro, como en Cell de Stephen King) y hasta se ha agotado en España algún poemario inspirado por una Musa Operadora con la jerga de los SMS.
Pero lo de Japón -con 78.000.000 de móviles en activo- es tan grave como la fiebre amarilla. Los datos no mienten: la cultura responsable de una de las formas más nobles de la poesía (los haikus) y de la considerada primera novela (La historia de Genji) ahora parece entregada a los pulsos y pulsiones de la literatura telefónica.
Millones de ejemplares. Desde el 2003, los primeros puestos de las listas de best sellers niponas aparecen literalmente tomados por los tonos de libros originalmente telefoneados. Escritos por autoras primerizas y anónimas y veinteañeras (y súbitamente célebres) con corintelladianos títulos como Amor profundo o Amarte otra vez o Cielo de amor. Millones de ejemplares vendidos en formato libro tras haber sido descargados por lectores adictos a las pequeñas pantallas que verán, ahí mismo, las veloces adaptaciones cinematográficas a la gran pantalla de todo eso.
Y la condena de periodistas y escritores y académicos no se ha hecho esperar: Japón es desde siempre un país de gran tradición lectora (sobre todo en medios de transporte, donde está mal visto hablar por teléfono) y está claro que de semejante soporte no surgirá una nueva Guerra y paz o algo que los rebeldes de Fahrenheit 451 consideren digno de memorizar para un futuro mejor.
«Tierra baldía». Los enganchados al formato -ya sean productores o consumidores- no están interesados en la profundidad de largas sagas. Y basta con buscar y encontrar ejemplos de la prosa en Internet para comprender que aquí de lo que se trata y se cuenta es de poco más que -como canta Pete Townshend- «tierra baldía adolescente» para gozo de lo que ya se conoce como «La Generación del Pulgar» (más datos en Internet en el muy interesante ensayo Mobile Phones, Japanese Youth, and the Re-Placement of Social Contact de Mizuko Ito). A saber: invariable primera persona del singular, interacción con los lectores (que llegan a sugerir o imponer cambios), frases cortas, emoticonos, pocos y superficiales personajes, tramas melodramáticas, maniqueísmo, amores y altas dosis de sexo y violencia con heroínas sufriendo violaciones en grupo, embarazos, abortos, contagio del sida, alienación, esas cosas.
«Soy bajita, soy estúpida, no soy bonita, no valgo nada, y no tengo sueños». Así se presenta la sufrida protagonista de Cielo de amor. Y así -consciente o inconscientemente- parece convertirse en su propia y despiadada crítica literaria.
Si hay suerte, Haruki Murakami escribirá una gran novela sobre los años de esta peste.
Todo esto no quita -la Resistencia es poderosa- que el año pasado se hayan vendido en Japón 300.000 ejemplares de Los hermanos Karamazov. Están también, claro, los que dicen que mejor leer algo que no leer absolutamente nada. Y seguramente sean aquéllos que, con el flamante Kindle («dispositivo inalámbrico de lectura» patrocinado por la librería virtual Amazon cuya primera tirada se agotó en horas y que supuso casi evangélica portada de Newsweek, así como las alabanzas de la novelizada Toni Morrison), tienen hoy los mismos sueños húmedos que alguna vez dedicaron a los efímeros e-books. Otros, eufóricos, defienden y celebran el nacimiento de «un nuevo idioma narrativo».
¿Tiempos oscuros? Ya en 1994, en Elegías a Gutenberg (Alianza), Sven Birkerts anticipaba tiempos oscuros para las letras en la encandiladora Era Electrónica. Si no se entrena desde el principio a alguien en el placer de la decodificación de frases complejas, difícilmente se las quiera escribir después, decía. Meses atrás, Caleb Crain, en The New Yorker («El crepúsculo de los libros»), advertía sobre las zonas cerebrales que no se activan nunca en jóvenes más acostumbrados a sostener un móvil en la palma de la mano que a coger un libro utilizando todos sus dedos. Así, más temprano que tarde, alcanzaríamos la práctica pero estéril lengua de las máquinas: on, off, out of batteries.
La esperanza reside en que -como ocurre con toda moda móvil- el fenómeno sea pronto suplantado por un variable acaso peor pero también de vida más o menos corta sin perder nunca de vista el destino definitivo de semejante ingenio: ser arma arrojadiza de la top-model Naomi Campbell. Mientras tanto y hasta entonces, los lectores de verdad todavía respiran tranquilos: no existe aún -por más que el Kindle asegure que la resolución de su pantalla es similar a la del «papel verdadero»- mecanismo que nos ofrezca esa sensación de íntima victoria y de épica expectativa que sólo ofrece el unplugged pero electrizante gesto de pasar una página.
Muy distinto es lo que uno siente por los amados libros de siempre cuando llega el momento de una mudanza. Pero mejor no escribir o hablar -ni siquiera por teléfono- de ciertas cosas.
Mentes elásticas, un par de artículos sobre una exposición en NY, y su reseña en elpais.com.
http://www.nytimes.com/2008/02/22/arts/design/22elas.html?ref=science
http://www.nytimes.com/2008/02/26/science/26elas.html?_r=1&oref=slogin
http://www.elpais.com/articulo/Tendencias/Mentes/elasticas/futuro/elpeputdc/20080225elpepitdc_2/Tes
c.m.
Por si os interesa, esta es la página de Tom Philips, autor de A Humument, con algunas imágenes del libro de artista.
http://www.tomphillips.co.uk/
http://www.tomphillips.co.uk/humument/0/001010/index.html
http://humument.com/
Un artículo sobre Donald Barthelme en el Bookforum
http://www.bookforum.com/inprint/014_05/2044
c.m.
REPORTAJE: Las nuevas vías de la literatura
Inventario de mutantes
Una veintena de narradores contra la novela "anquilosada"
I. S. - Madrid -
El País, 07/03/2008
"Leche, cacao, avellanas y azúcar". La literatura afterpop. Del I+D. Los pangeicos. O, mejor, la generación mutante. Abundan las etiquetas, casi todas autoimpuestas, para definir a un difuso grupo de narradores a los que une la reclamación de un espacio propio en las letras españolas.
Salidos de la tradición de la posmodernidad (por la que también pasa el tiempo), propugnan la renovación de la novela "decimonónica, anquilosada", sustento de un mercado, que "lleva veinte años publicando lo mismo", taponando "cualquier salida de la literatura innovativa". A cambio ofrecen otra, que "emplea formas narrativas más ligadas al presente", en la definición de Javier Fernández, editor de Berenice, demiurgo en la sombra que desde Córdoba ha publicado el "60 o 70%" de la producción del grupo.
También la obra de Eloy Fernández Porta, autor del fascinante ensayo Afterpop, en el que aplica herramientas de literatura comparada a, por ejemplo, las diferencias éticas y estéticas entre Los Simpsons y Padre de familia. "Existe una red de relaciones entre muchos de nosotros", admite este ensayista recién fichado por Anagrama, "ideas en común y experiencias en editoriales indies. Nos dimos cuenta de que no bastaba con sacar libros. Era necesario crear la receptividad precisa".
Al final del camino que ha ido haciéndose en congresos literarios, revistas culturales y blogs, muchos blogs, llega Mutantes. Narrativa española de última generación (Berenice), antología a cargo de Julio Ortega y Juan Francisco Ferré que incluye una veintena de autores, nacidos entre 1960 y 1976 y unidos por preocupaciones similares. Textos de Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Jorge Carrión, Fernández Mallo o Javier Calvo (nada amigo a ser metido en el saco, según ha hecho saber) llegan tras los prólogos. Ferré, que también aporta un relato, titula el suyo La literatura del post, y aclara el subtítulo de la portada: "[...] una generación y media de narradores educados en la escuela de la imagen y los medios, y en la escuela de la globalización, y en la escuela del recalentamiento informativo y el enfriamiento global de las estructuras humanas de relación".
Lo de post remite, acaso no por casualidad, a la actividad primordial del blogger, condición que comparten casi todos los "mutantes", según cuenta Vicente Luis Mora desde el Instituto Cervantes que dirige en Alburquerque (EE UU). En La luz nueva (Berenice), Mora aborda desde la teoría esta nueva literatura, con un volumen que en parte recopila textos publicados en su blog. Sin duda, el más popular, pero no el único. Porque las tertulias y polémicas literarias de esta generación se airean en forma de comentarios a los posts. Mora se siente cómodo con la definición de "mutantes", que le parece la "más literaria" y desde luego no un "mote" como generación nocilla. Él mismo acuñó la etiqueta de "literatura pangeica". "Que aplica nuevas tecnologías a la creación narrativa de un modo estructural". Para explicarse, ofrece dos ejemplos. "El relato de Jorge Carrión, que es un listado de Google, o el de Javier Fernández en Mutantes", construido como una sucesión de artículos maquetados como en un diario. Ese apropiacionismo es otra de las claves, en una pirueta nada extraña al joven arte de videoartistas como Candice Breitz, que hace girar su obra en torno al pop a partir de materiales prestados.
Sus detractores, que abundan, les acusan, entre otras cosas, de teóricos tempraneros y de emplear el marketing. De la segunda acusación, se defiende Mora: "El marketing es un medio de expresión. Eso me suena al lamento del que no ha sabido servirse de él". Ante la primera, Fernández Porta añade: "Si la crítica capaz de teorizar sobre nosotros hubiera existido, no habríamos tenido que hacer nosotros el trabajo".
(Esto queda ya muy lejos, pero no había visto este artículo hasta hoy)
El País, 07/03/2008
"Leche, cacao, avellanas y azúcar". La literatura afterpop. Del I+D. Los pangeicos. O, mejor, la generación mutante.(...)"Abundan las etiquetas, casi todas autoimpuestas, para definir a un difuso grupo de narradores a los que une la reclamación de un espacio propio en las letras españolas."
Eloy Fernández Porta: "Existe una red de relaciones entre muchos de nosotros", admite este ensayista recién fichado por Anagrama, "ideas en común y experiencias en editoriales indies. Nos dimos cuenta de que no bastaba con sacar libros. Era necesario crear la receptividad precisa".
(...)Salidos de la tradición de la posmodernidad (por la que también pasa el tiempo), propugnan la renovación de la novela "decimonónica, anquilosada", sustento de un mercado, que "lleva veinte años publicando lo mismo",(...)
Sus detractores, que abundan, les acusan, entre otras cosas, de teóricos tempraneros y de emplear el marketing. De la segunda acusación, se defiende Mora: "El marketing es un medio de expresión. Eso me suena al lamento del que no ha sabido servirse de él"
¿Esto no lo había dicho otra persona?
Ante la primera, Fernández Porta añade: "Si la crítica capaz de teorizar sobre nosotros hubiera existido, no habríamos tenido que hacer nosotros el trabajo."
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Es muy probable que conozcas Al natural, de Anthony Haden-Guest, (Ed. Cátedra, True Colors en la edición original). Es muy interesante la historia oral del arte norteamericano. En el libro aparece un maduro Joseph Kosuth admitiendo que sí, que preparó un entorno favorable para sus tres y una sillas. Esto a personas como Lawrence Weiner les da exactamente igual, en otros pasajes del libro Lo único que sí podría decir, pero no creo que sea culpa de nadie, es que parece a veces un entorno limitado -ojo, que las afinidades y gustos son así- ,cuando en tres entrevistas distintas a AFM sólo cita este blog y Afterpop, algo consecuente si el sustrato teórico ha tenido que surgir dentro del mismo colectivo no colectivo "was (not was")de individualistas acérrimos que se representan a sí mismos (dicho por AFM en otra entrevistas) Creo que lo más raro me suena, más que "Si la crítica capaz de teorizar sobre nosotros hubiera existido, no habríamos tenido que hacer nosotros el trabajo", es "era necesario crear la receptividad precisa": pudiendo parecer calculador es pura decantación, de la lógica en la era del conocimiento como información. Los libros y su contenido son lo más importante. Un saludo.
c.m.
Carlos, valoro mucho tus opiniones y lo sabes. Pero tú, que has leído mucho sobre el panorama actual (no hablo del literario) sabes que es necesario que todo lo que se presenta al público (las obras de arte, los descubrientos científicos, los lanzamientos de un nuevo partido político o de un coche, una marca nueva de patatas fritas, una franquicia de gasolineras) aparezca: 1. En un sitio lo más visible que se pueda, porque vivimos en una saturación informativa que hace casi invisible lo que no aparece en los medios. 2. En un ambiente favorable, o lo menos hostil posible. Si es necesario hacer aclaraciones informativas, se hacen.
Esto es natural, Carlos, y lo sabes, no te has caído precisamente de un guindo esta mañana. PUES CLARO que la obra es lo esencial, Carlos, sólo faltaría. Es que eso, es decir, que la obra es buena, lo doy por supuesto, igual que doy por supuesto que la nueva gasolinera va a funcionar, que el televisor que compro emitirá imágenes y que el adelanto científico que me cuentan realmente es una avance en la lucha contra el cáncer, o en la síntesis de aminoácidos, o como descontaminador, o como desatascador, lo que sea. Doy por supuesto, en principio, que todo libro que me llega al apartado es bueno, hasta que sus páginas me demuestran lo contrario. Los libros se escriben y están ahí, Carlos, pero luego hay que luchar por ellos, hay que convencer al público de que lo que uno ofrece de verdad va a satisfacerle (en nuestro caso, el apetito lector). no entiendo el problema, no sé dónde está la parte mala de esto. A mí me parece muy mal que Ildefonso Falcones piense, como por lo visto piensa, que es un gran escritor. Allá él. Pero no me parece mal que Javier Marías, o Coetzee, o ese cuidadoso vendedor de sí mismo que es Gore Vidal concedan 10 entrevistas en un día, posen para los medios, salgan en la tele y defiendan su trabajo. ¿por qué no iban a hacerlo? ¿por qué un fontanero puede anunciarse en un periódico, por qué Carlsberg puede decir que es, posiblemente, la mejor cerveza del mundo, y un escritor no? ¿somos monjas, tenemos obligación de recato y silencio? ¿vivimos en la Edad Media o en la sociedad del espectáculo? ¿por qué no defender lo de uno?
Me hacen gracia:
a. Quienes dicen que nos autopublicitamos mucho desde sus columnas de periódico, conseguidas por sus agentes literarios para darles a conocer.
b. Quienes dicen que nos autopublicitamos desde revistas en las que colaboran por pura estrategia de mercado, o de visibilidad, porque no les gusta nada hacer crítica ni artículos, pero tienen que aparecer.
c. Los que lo dicen desde las radios, a las que acuden como flechas en cuanto son llamados.
Creo que ya somos todos un poco mayorcitos para andarnos con ingenuidades y adanismos. Yo creo en lo que hago y lo defiendo, Carlos. Y te habla alguien que no hace mucho por su propia carrera (de otra manera, me hubiera quedado en España: me paso el día disculpando mi ausencia a actos, congresos y charlas a las que me invitan), pero que no intenta insultar la inteligencia de sus lectores. Defenderé mi obra, porque es lo más importante para mí, y lo único medio valioso que puedo ofrecer. Y no me arrepiento de hacerlo.
Dicho esto: es normal que Agustín cite como referencias para entender la nueva literatura a Afterpop y a este blog. Es que Eloy y un servidor nos hemos tomado la molestia de estudiar a los narradores de ahora (y no sólo a ésos, por cierto). Si conoces otros sitios donde se hable de estos temas y que merezcan la pena ser citados, amén de los que tengo en los enlaces, dímelo y los cuelgo inmediatamente. Yo soy democrático y plural, pero no tengo ninguna obligación de ser puro y virginal como las rosas; puedo tener preferencias, gustos, afectividades. Quien quiera añadir las suyas tiene, ahí arriba, a la derecha, un cajón vacío para escribir. Usadlo.
Hoy he dedicado, por reloj, 1 hora y 50 minutos a leer, aprobar y responder a comentarios del blog. Algo por lo que no voy a cobrar, que no va a salir en El País ni en la tele, y que es algo que, para muchos, no sirve para nada.
Pero no todo lo hacemos por una razón, ¿verdad, Carlos?
Saludos, Carlos.
Caray Vicente, si no iba por ahí... Uno también ha hecho fanzines, comics, exposiciones de supuesto arte contemporáneo,y textos para diversos usos. Lo normal. Es que es así. Una especie de Submundo con pelotas de baseball pasando por túneles sin vigilar y artefactos rigurosamente ignorados. No tengo dudas que son mundos que aunque sea tangencialmente, ya sea por amistad personal o gestión cultural conoces, un poco al menos.
Toda la razón del mundo con lo de confiar en uno mismo y en lo que quieres dar a conocer -faltaría más!-. Y es lógico, y lo sé por experiencia propia, porque es lo que vengo haciendo, y no sólo con el trabajo de uno, si no también, y muchas veces más (lo de trabajar/pensar más de la cuenta depende del cansancio o del estado de ánimo), para otras personas o colectivos.
Y antes, en otro momento, hemos intercambiado impresiones sobre anacoretas en el exterior de dentro de uno mismo, no?
Es posible, no, seguro, que me haya explicado fatal: creo que debes suponer -y no te equivocarías- que lo que me ha parecido raro de las declaraciones ha sido o es la descontextualización, algo en lo que no tienes la última palabra dado que la redacción corresponde a otro; me imagino que habréis hablado bastante más que lo que se ha tardado en leer el artículo, que se extractan algunas frases, que estas llaman más la atención que otras (las que difuminan o redirigen el sentido), y que el medio escrito no transmite casi nunca con claridad el tono de lo dicho. Ya está. Debes estar hasta las narices, no lo dudo.
Disculpa si te ha ofendido este comentario pues no era en absoluto mi intención, Vicente.
Hablamos de ficción líquida con más calma otro día, no te quito más tiempo, que las horas de sueño no sobran.
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El libro de Haden-Guest, si no lo has leído, sigue siendo interesante, en serio. Los ochenta debieron ser una época very peculiar, al menos en NYC.
Me voy al atolón Tynset (ese libro no lo dejo escapar, muy buena recomendación) a meditar entre asteroides, nos vemos.Un saludo. Y otra disculpa por el malentendido si estás despierto aún. Otro saludo.
Carlos
No te preocupes, muchacho, es que yo te habré entendido mal, hoy llevo un día complicado y tengo la cabeza en varios sitios. Pelillos a la mar. De todas formas, lo de la descontextualización -lo digo por intentar ser comprensivo con los periodistas, también-, es difícil de evitar. Nos llaman a tres o cuatro personas y, supongo que por ganas de entender bien la cuestión, nos tienen 20 minutos hablando a cada uno. Es absolutamente imposible recoger todo eso en ningún periódico, sólo un blog puede permitirse ese espacio. Hacen sus resúmenes y sintetizan, unas veces mejor, otras peor. Considero que en mis últimas apariciones en prensa los periodistas no siempre han escogido lo más interesante que he dicho, sino quizá lo más contundente, lo más polémico o lo más llamativo: pero de nuevo no nos confudamos, no seamos ingenuos, ese es el lenguaje de los mass media, su función es el infotainment, la información-espectáculo, no hacen crítica literaria, no tienen por qué ser precisos. Tienen que ser noticiables.
De modo que, en realidad, cualquier noticia de los mass sobre cultura es, en esencia, una descontextualización, un ready-made de lo expresado, una relectura, dislectura o "misreading" (me encanta ese término de Bloom) de la realidad expresada, que a su vez es un simulacro, una reinterpretación sobre los textos; de modo que lo que aparece publicado es una retorsión de segundo grado, una mala lectura de una mala lectura, y por lo tanto a lo mejor deberíamos dar gracias si, alguna vez y de pura casualidad, el discurso mediático coincide, de alguna forma, con lo escrito en los libros...
2 horas 10 minutos.
Abrazos, Carlos.
Creo que es un invento editorial para tratar de vender una dizque narrativa española mas interesante que la arcaica que predomina. El Boom Latinoamericano también fue un invento editorial, pero habian grandes escritores como Vargas Llosa, Gabo y Oneti. Pero los textos de esta antología no son logrados, sus historias son previsibles, los dialogos mal hechos.Ni que decir de la prosa que es elemental. En verdad la narrativa española actual es mutante,como esta gaseosa publicación,por que ni siquiera se le puede llamar literatura.
Abraham Valdelomar
Posdata.- Me imagino que no pondran este comentario por que aqui solo se aceptan halagos. Y despues hablan del espiritu critico.
Muchacho, no hace falta que recurras al consabido truco de apelar a la no publicación, aquí lo publico todo, salvo los comentarios que contengan injurias a otras personas. Agradezco tu comentario. Aprenderemos a escribir, andamos en ello. Saludos para Perú.
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