Daniel Bellón
Cerval; Baile del Sol, Tenerife, 2009
Relación con la editorial: ninguna.
Relación con el autor: no hay relación de amistad, he sostenido con él correspondencia digital referente a los libros que me ha ido enviando.
[Explicación a esto más abajo]
Cuando el título de un poemario consta de varias palabras, está formulando una idea; pero cuando un título está compuesto por una sola palabra, plantea un enigma.
Cerval es una palabra que remite al ciervo, al miedo cerval, a un espino llamado cerval que actúa como purgante y a un helecho con propiedades pectorales, pero creo, tras leer el poemario de Daniel Bellón (Cádiz, 1963), que el autor utiliza el término para referirse al temblor cerval. El temblor cerval sería el producido por aquellos factores de la realidad que atenazan el espíritu y lo convierten a la negatividad, manteniendo al poeta apesadumbrado y nostálgico de otro mundo o de otra realidad posible. La de Bellón no sería tanto una poesía de combate, como la de Enrique Falcón o Jorge Riechmann, sino la obra de quien ha ido a la batalla y regresa con la sensación de haber perdido, a pesar de vivir para contarla. Dos cosas me interesan de este poemario de Bellón: su condición de texto collage, y su construcción como texto continuo fruto de un “rapto” expresivo.
Y es que me interesan mucho los textos, sobre todo los poemas largos, prosas discontinuas o libros de poemas escritos en un período muy corto de tiempo: por ejemplo, Alexander Blok, quien “escribió Los Doce en una sola noche y se levantó del escritorio en un estado de agotamiento absoluto, como si hubieran cabalgado sobre él” (Marina Tsvietáieva, El poeta y el tiempo). Mientras Graham Green escribía El poder y la gloria redactó a la vez, con fines alimenticios, en seis semanas y con ayuda de la bencedrina El agente confidencial. Dostoievski dictó a una taquígrafa El jugador en menos de un mes. Otros ejemplos serían algunos libros de Fernando Pessoa, María Antonia Ortega o el Aira de Diario de la hepatitis, aunque hay muchos más. Bellón se suma a esta extraña cofradía con un “poema (…) que es el resultado de un proceso de escritura semi-automática, matraquilla tensa, retahíla fragmentaria, en un estado de ensimismamiento o ensoñación de ojos y oídos abiertos, a lo largo de los meses de febrero a abril del año 2006” (p. 3). El tiempo, por tanto, no es un factor secundario en Cerval; el ritmo frenético de escritura es sacudido y contradicho, sin embargo, por la brevedad de las frases, hay una dialéctica irresoluble entre el poeta que siente la pulsión de seguir escribiendo y el poeta que va cortando, deteniendo los versos, mutilándolos, haciéndolos girar sobre la restricción de sentido. La mano izquierda empuja y la derecha frena.
A esta inquietante tensión textual interna (este trocaico juego de consonantes que he hecho, t-t-t-t-t, recuerda un poco a la sintaxis rítmica de Bellón) hay que sumar la creada por la aparición de intertextos, aclarados en las páginas finales, que se insertan en el discurso y lo salpican como lágrimas brillantes. Quizá alguien puede decir, por la rotundidad de algunas de las citas incluidas, que Bellón ha corrido el innecesario riesgo de que un material tan bueno cree un hiato de calidad con el restante, pero entiendo que para Bellón esas citas vinieron a su mente durante el corto proceso creativo de una forma tan intensa e inevitable como las “citas” de política y de actualidad social que también aparecen en Cerval; entiendo que es una forma de honestidad dejar todo ese material externo tal y como apareció como tegumento del poema (aunque no deja de ser mi discutible suposición personal). Esta sería una de las diferencias entre un libro normal y el libro escrito durante un arrebato: el autor parece sentir la necesidad de posterior de no pulir mucho, para no traicionar la autenticidad del proceso creativo, respetándolo en lo posible tal y como apareció.
Terminamos con algunos textos de Cerval, que les permitirán apreciar si acierto o me pongo estupendamente errático, como sería mi deseo:
Cerval es una palabra que remite al ciervo, al miedo cerval, a un espino llamado cerval que actúa como purgante y a un helecho con propiedades pectorales, pero creo, tras leer el poemario de Daniel Bellón (Cádiz, 1963), que el autor utiliza el término para referirse al temblor cerval. El temblor cerval sería el producido por aquellos factores de la realidad que atenazan el espíritu y lo convierten a la negatividad, manteniendo al poeta apesadumbrado y nostálgico de otro mundo o de otra realidad posible. La de Bellón no sería tanto una poesía de combate, como la de Enrique Falcón o Jorge Riechmann, sino la obra de quien ha ido a la batalla y regresa con la sensación de haber perdido, a pesar de vivir para contarla. Dos cosas me interesan de este poemario de Bellón: su condición de texto collage, y su construcción como texto continuo fruto de un “rapto” expresivo.
Y es que me interesan mucho los textos, sobre todo los poemas largos, prosas discontinuas o libros de poemas escritos en un período muy corto de tiempo: por ejemplo, Alexander Blok, quien “escribió Los Doce en una sola noche y se levantó del escritorio en un estado de agotamiento absoluto, como si hubieran cabalgado sobre él” (Marina Tsvietáieva, El poeta y el tiempo). Mientras Graham Green escribía El poder y la gloria redactó a la vez, con fines alimenticios, en seis semanas y con ayuda de la bencedrina El agente confidencial. Dostoievski dictó a una taquígrafa El jugador en menos de un mes. Otros ejemplos serían algunos libros de Fernando Pessoa, María Antonia Ortega o el Aira de Diario de la hepatitis, aunque hay muchos más. Bellón se suma a esta extraña cofradía con un “poema (…) que es el resultado de un proceso de escritura semi-automática, matraquilla tensa, retahíla fragmentaria, en un estado de ensimismamiento o ensoñación de ojos y oídos abiertos, a lo largo de los meses de febrero a abril del año 2006” (p. 3). El tiempo, por tanto, no es un factor secundario en Cerval; el ritmo frenético de escritura es sacudido y contradicho, sin embargo, por la brevedad de las frases, hay una dialéctica irresoluble entre el poeta que siente la pulsión de seguir escribiendo y el poeta que va cortando, deteniendo los versos, mutilándolos, haciéndolos girar sobre la restricción de sentido. La mano izquierda empuja y la derecha frena.
A esta inquietante tensión textual interna (este trocaico juego de consonantes que he hecho, t-t-t-t-t, recuerda un poco a la sintaxis rítmica de Bellón) hay que sumar la creada por la aparición de intertextos, aclarados en las páginas finales, que se insertan en el discurso y lo salpican como lágrimas brillantes. Quizá alguien puede decir, por la rotundidad de algunas de las citas incluidas, que Bellón ha corrido el innecesario riesgo de que un material tan bueno cree un hiato de calidad con el restante, pero entiendo que para Bellón esas citas vinieron a su mente durante el corto proceso creativo de una forma tan intensa e inevitable como las “citas” de política y de actualidad social que también aparecen en Cerval; entiendo que es una forma de honestidad dejar todo ese material externo tal y como apareció como tegumento del poema (aunque no deja de ser mi discutible suposición personal). Esta sería una de las diferencias entre un libro normal y el libro escrito durante un arrebato: el autor parece sentir la necesidad de posterior de no pulir mucho, para no traicionar la autenticidad del proceso creativo, respetándolo en lo posible tal y como apareció.
Terminamos con algunos textos de Cerval, que les permitirán apreciar si acierto o me pongo estupendamente errático, como sería mi deseo:
20
De imanes desatados condenados a dejarse ir y venir. Al choque y al vacío. Fuerzas invisibles que el espacio desordena. El aire se llena de conversaciones. Los cables se tensan. Las líneas arden en su vibración. Se enredan. No es un flujo de datos fríos lo que anima las redes.
26[i]
Soba olas. Grita y en la incoherencia del grito hay un poema. Es sabido. Poemas inarticulados: llanto / gemido / risa / grito. La forma es contenido ¿o no sabes distinguir la alegría del dolor en un grito? Aquel que gritó yo soy llenó de señales los caminos. De gritos cantados surgieron las palabras que nos pertenecen.
38
Luz que emanas rodéame. Que envuelto en esa luz cruzo las calles sin que me toque el frío. Me ve brillar la gente y se preguntan qué sustancia consumo. Qué me sustenta la sonrisa mientras se disuelve el sentido y todo cae al piso alrededor. Sonrisa insolidaria acaso. Negada a compartir la fuente.
79[ii]
Sus plegarias caníbales están llenas de pureza. Limpios. Claros sueños de pueblos perfectos. De gente perfecta. De una pieza. Sin embargo yo soy el múltiple. Soy mi otro en una dualidad armoniosa de palabra y signo. Y quien me cree buena persona nada sabe de los monstruos que me habitan.
100
Cuerpo a otro cuerpo gritan las yemas de los dedos. Claman las células tan pequeñitas. El puñado de elementos que me componen. La onda del estampido que me nació me atropella y pasa. Vuelvo a ser sombra de un rastro. Radiación residual. Ahora que otra vez el mundo tiembla en barruntos de guerra y mis manos han dejado de temblar.
Mis manos han dejado de temblar.
Notas de los poemas:
[i] “Los trazos de la canción”, Bruce Chatwin
[ii] “ yo soy el múltiple. Soy mi otro en una dualidad armoniosa de palabra y signo.”: versos de “Identidad” de Mahmoud Darwish
[Explicación de lo apuntado arriba en azul: he estado pensando en este paso durante mucho tiempo. A partir de ahora explicitaré, en todas las reseñas aquí colgadas, mi relación personal no sólo con el autor del libro, sino también con la editorial. Mucho se habla –y mucho podríamos hablar, luego apuntaremos algo– del nepotismo literario, del acto de hablar de los libros de los amigos. Como creo que es una especie de “argumento censurador” que flota en el ambiente, no tengo ningún problema en exponer mis afectos y desafectos en público, por si hay quien cree que los necesita para valorar mi reseña, para juzgar mi “imparcialidad” (nadie es imparcial, yo no conocí a Henry James pero me cae fatal por el rostro altanero con el que posaba para retratos y fotos). También creo que puede verse comprometida la imparcialidad, o parecerlo, en el caso de las editoriales. ¿Tiende uno a poner mejor los libros de la propia editorial, para llevarse bien con el editor, o por agradecimiento? Bueno, creo que uno edita en ciertas editoriales porque está de acuerdo con el criterio del editor (al menos, es lo que yo hago), con lo cual lo ilógico sería escribir mal de sus ediciones; ello no me ha impedido hacer alguna reseña dura de novedades de Pre-Textos, por ejemplo, como el caso del último libro de Cristóbal Serra (dice mucho de un editor, por cierto, seguir editando a una persona que ha criticado mal uno de sus libros). En todo caso, por si las moscas, aclararé en el futuro mi relación o ausencia de relación con las editoriales de los libros reseñados.
Sí, puede que me pase. Puede que sean medidas excesivas. Pero lo cierto es que en este país los críticos se han estado pasando durante años, haciendo de su capa un sayo, utilizando su(s) espacio(s) para arreglar temas personales, encumbrando amigos, denostando enemigos, criticando líneas estéticas no afines, etc. de un modo absolutamente impune y a veces vergonzante. Creo que ahora, durante un tiempo, no estaría mal que los críticos estuviésemos rigurosamente vigilados, como los trenes de Hrabal. Como no quiero obligar a los demás críticos a someterse a esta transparencia, me limito a dar ejemplo. Los demás que hagan lo que quieran.
De todas formas, me gustaría apuntar algo sobre la amistad entre críticos y escritores, que es un problema que cambia radicalmente cuando el crítico, como es mi caso, es además escritor. Créanme: no son ustedes quienes tienen el problema, soy yo. Para ustedes ese hecho puede ser confuso, para mí esa dualidad es incomodísima. Ni se imaginan. Mi doble condición me ha estropeado muchas amistades en el pasado (bueno, ha demostrado que esas amistades no lo eran, en realidad, para la otra parte), y dificultará mis relaciones en el futuro. Personas con las que yo creía tener buena relación me han escrito dolidas sólo porque no las he mencionado en una entrevista o en un recuento apresurado de nombres. El año pasado estuve a punto de dejar la crítica –me refiero a publicarla, no a ejercerla, cosa que no puedo dejar de hacer– para siempre, precisamente por tres problemas de este tipo en una semana con presuntos “amigos”, con personas que muchos de ustedes creen que son “amigos” míos (yo tengo cinco amigos de verdad nada más, y dos de ellos no escriben). Fue un momento muy duro para mí. Pero tengo ese problema: para mí la crítica es tan vocacional como la escritura. Es parte de mi deseo y no pienso renunciar a él. De modo que esto me ha generado y va a provocarme un insoluble problema eterno.
Pero querría aclarar algo, que me parece esencial, y ya que me sujeto más que nadie a la mirada crítica de los demás, también quiero que ustedes hagan un esfuerzo por entender un elemento clave: el 95% por ciento de mis “amistades literarias” provienen de la admiración previa por la obra. Es decir: salvo casos muy puntuales, como los de mis amigos escritores Pablo García Casado o Javier Fernández, donde circunstancias vitales y partidos de fútbol nos unieron tanto o más que el hecho de la literatura, el resto de mis conocidos literarios han llegado a serlo mediante este proceso: 1. Leo un libro que me seduce o me impresiona. 2. Me pongo en contacto con el autor para felicitarle, o el autor lee mi reseña elogiosa y se pone en contacto conmigo para agradecérmela. 3. Seguimos escribiéndonos (antes cartas, ahora emails) durante un tiempo. 4. Nos conocemos en un acto literario, en un congreso, en un encuentro casual o provocamos una reunión con café para hablar de literatura. 5. Además de encontrar química como escritores, nos caemos bien como personas, y la relación continúa intensificándose hasta la amistad.
Este ha sido mi caso, por ejemplo, con todos y cada uno de los autores mutantes, a los que tanto se me critica por reseñar aquí, sin entender que todo comenzó por la literatura. De hecho, con algunos de ellos, pienso en Ferré y Sierra, pasó casi un año desde que los leí hasta que los conocí personalmente, y eso que por entonces vivía en España. Entonces, si todo viene de la admiración literaria, ¿no sería lo malo, lo nefasto, lo injustamente parcial, no reseñarles por un motivo extraliterario aparecido con posterioridad? ¿Qué debería hacer, encerrarme en una concha y salvaguardar mi autonomía e integridad negándome a conocer a otros autores? Creo que hay que ser un poco más naturales que todo eso. Simplemente, hay que ser honestos. Con eso bastará. Nunca he negado mis amistades, pero ahora no esperaré siquiera a que me pregunten. A partir de ahora aclararé quién es amigo y quién no, por si los muy quisquillosos, que son los que menos escrúpulos suelen tener para sí mismos, se ponen de los nervios. Nada: a partir de este momento, Gran Hermano Crítico en el blog de VLM. Todos contentos. A ver ahora qué se les ocurre para intentar negarme el legítimo derecho a hacer lo que quiera.]
[Explicación de lo apuntado arriba en azul: he estado pensando en este paso durante mucho tiempo. A partir de ahora explicitaré, en todas las reseñas aquí colgadas, mi relación personal no sólo con el autor del libro, sino también con la editorial. Mucho se habla –y mucho podríamos hablar, luego apuntaremos algo– del nepotismo literario, del acto de hablar de los libros de los amigos. Como creo que es una especie de “argumento censurador” que flota en el ambiente, no tengo ningún problema en exponer mis afectos y desafectos en público, por si hay quien cree que los necesita para valorar mi reseña, para juzgar mi “imparcialidad” (nadie es imparcial, yo no conocí a Henry James pero me cae fatal por el rostro altanero con el que posaba para retratos y fotos). También creo que puede verse comprometida la imparcialidad, o parecerlo, en el caso de las editoriales. ¿Tiende uno a poner mejor los libros de la propia editorial, para llevarse bien con el editor, o por agradecimiento? Bueno, creo que uno edita en ciertas editoriales porque está de acuerdo con el criterio del editor (al menos, es lo que yo hago), con lo cual lo ilógico sería escribir mal de sus ediciones; ello no me ha impedido hacer alguna reseña dura de novedades de Pre-Textos, por ejemplo, como el caso del último libro de Cristóbal Serra (dice mucho de un editor, por cierto, seguir editando a una persona que ha criticado mal uno de sus libros). En todo caso, por si las moscas, aclararé en el futuro mi relación o ausencia de relación con las editoriales de los libros reseñados.
Sí, puede que me pase. Puede que sean medidas excesivas. Pero lo cierto es que en este país los críticos se han estado pasando durante años, haciendo de su capa un sayo, utilizando su(s) espacio(s) para arreglar temas personales, encumbrando amigos, denostando enemigos, criticando líneas estéticas no afines, etc. de un modo absolutamente impune y a veces vergonzante. Creo que ahora, durante un tiempo, no estaría mal que los críticos estuviésemos rigurosamente vigilados, como los trenes de Hrabal. Como no quiero obligar a los demás críticos a someterse a esta transparencia, me limito a dar ejemplo. Los demás que hagan lo que quieran.
De todas formas, me gustaría apuntar algo sobre la amistad entre críticos y escritores, que es un problema que cambia radicalmente cuando el crítico, como es mi caso, es además escritor. Créanme: no son ustedes quienes tienen el problema, soy yo. Para ustedes ese hecho puede ser confuso, para mí esa dualidad es incomodísima. Ni se imaginan. Mi doble condición me ha estropeado muchas amistades en el pasado (bueno, ha demostrado que esas amistades no lo eran, en realidad, para la otra parte), y dificultará mis relaciones en el futuro. Personas con las que yo creía tener buena relación me han escrito dolidas sólo porque no las he mencionado en una entrevista o en un recuento apresurado de nombres. El año pasado estuve a punto de dejar la crítica –me refiero a publicarla, no a ejercerla, cosa que no puedo dejar de hacer– para siempre, precisamente por tres problemas de este tipo en una semana con presuntos “amigos”, con personas que muchos de ustedes creen que son “amigos” míos (yo tengo cinco amigos de verdad nada más, y dos de ellos no escriben). Fue un momento muy duro para mí. Pero tengo ese problema: para mí la crítica es tan vocacional como la escritura. Es parte de mi deseo y no pienso renunciar a él. De modo que esto me ha generado y va a provocarme un insoluble problema eterno.
Pero querría aclarar algo, que me parece esencial, y ya que me sujeto más que nadie a la mirada crítica de los demás, también quiero que ustedes hagan un esfuerzo por entender un elemento clave: el 95% por ciento de mis “amistades literarias” provienen de la admiración previa por la obra. Es decir: salvo casos muy puntuales, como los de mis amigos escritores Pablo García Casado o Javier Fernández, donde circunstancias vitales y partidos de fútbol nos unieron tanto o más que el hecho de la literatura, el resto de mis conocidos literarios han llegado a serlo mediante este proceso: 1. Leo un libro que me seduce o me impresiona. 2. Me pongo en contacto con el autor para felicitarle, o el autor lee mi reseña elogiosa y se pone en contacto conmigo para agradecérmela. 3. Seguimos escribiéndonos (antes cartas, ahora emails) durante un tiempo. 4. Nos conocemos en un acto literario, en un congreso, en un encuentro casual o provocamos una reunión con café para hablar de literatura. 5. Además de encontrar química como escritores, nos caemos bien como personas, y la relación continúa intensificándose hasta la amistad.
Este ha sido mi caso, por ejemplo, con todos y cada uno de los autores mutantes, a los que tanto se me critica por reseñar aquí, sin entender que todo comenzó por la literatura. De hecho, con algunos de ellos, pienso en Ferré y Sierra, pasó casi un año desde que los leí hasta que los conocí personalmente, y eso que por entonces vivía en España. Entonces, si todo viene de la admiración literaria, ¿no sería lo malo, lo nefasto, lo injustamente parcial, no reseñarles por un motivo extraliterario aparecido con posterioridad? ¿Qué debería hacer, encerrarme en una concha y salvaguardar mi autonomía e integridad negándome a conocer a otros autores? Creo que hay que ser un poco más naturales que todo eso. Simplemente, hay que ser honestos. Con eso bastará. Nunca he negado mis amistades, pero ahora no esperaré siquiera a que me pregunten. A partir de ahora aclararé quién es amigo y quién no, por si los muy quisquillosos, que son los que menos escrúpulos suelen tener para sí mismos, se ponen de los nervios. Nada: a partir de este momento, Gran Hermano Crítico en el blog de VLM. Todos contentos. A ver ahora qué se les ocurre para intentar negarme el legítimo derecho a hacer lo que quiera.]
43 comentarios:
Querido Vicente:
Ansiosa de leer tu poemario, he ido esta mañana hasta a cinco librerías y no lo he encontrado en ninguna, al parecer, según me cuentan los libreros, por problemas de distribución. Por cierto, que ayer leí en el último número de la revista Eñe una poesía tuya muy larga y tengo que reconocer que no la entendí bien. ¿Tiempo va de lo mismo?
Saludos y perdona mi incultura. De verdad que intento seguirte
Temblores cervales del excombatiente. Las trincheras, ese cieno frío de quien recuerda la batalla y ha regresado a ese otro país del miedo que es la inquietud. Me gustan los fragmentos que acompañan la errancia (si así lo deseas) de tu comentario. Suenan, me recuerdan mucho a una especie de transcripción de "freestyle", intentaré leer más de Bellón, Cerval parece ser de esos libros que funcionan como conjunto.
Sobre la crisis ética ¿No estábamos, desde el principio, para hablar de libros o del tiempo real? Se me ocurre pensar que tus reflexiones acerca de las relaciones directas, indirectas o inexistentes con los autores o editoriales habrían merecido una entrada aparte, aunque bien mirado, permite una contextualización de lo que vamos a ver antes de leer la crítica en sí. De hecho, creo que una vez dicho lo que acabas de escribir, -en cierto modo es más asumir el lugar del que partes, más que un "disclaimer" para la autoindulgencia, y eso se valora mucho- no se precisaría recalcarlo en todo momento. A mí por lo menos no me hace falta.
A la espera de ver Tiempo en una estantería, fantasticas las fotos, por lo que permiten imaginarse de un lugar como White Sands. Un saludo y hasta pronto.
--
c.m.
Por favor, ante todo, no se le ocurra dejar de escribir o criticar, hay personas llenas de envidia por el mundo, pero no por eso podemos permitir que esta generación de escritores y críticos tan magnífica, no solo mutantes, se eche a perder, sobre todo si es por una mentalidad totalmente obsoleta. Como usted señala, me parece excesivo las precauciones que dispone en su web, en la que al fin y al cabo, solo está exponiendo su opinión razonada en bases literarias, y si mi permite, de forma muy correcta.
Continúe con su magnífico trabajo que muchos quiseran ser capaces de hacer y aunque tan solo tenga cinco amigos, sepa que tiene muchos mas cómplices, que le leen y le aprecian y le admiran profundamente.
Yo creo que no tienes por qué justificarte. Es tu blog -como aquella canción 'it's my party'-. No te pagan por ello. No le debes razones a nadie, pienso.
Queridos, muchísimas gracias por vuestros comentarios, que me animan mucho. Aclaro un par de cosas, para ver si me entiendo mejor y me hago entender un poco más:
1) Precisamente porque nadie me obligado a ser trasparente es por lo que había que hacerlo. He sido honesto como crítico siempre, y así me ha ido, pero creo que también hay que parecerlo, además de serlo.
2) El objetivo final es algo que creo hace mucha falta: la dignificación del trabajo de crítico literario, por lo común entendida como actividad de tercera, como aquello que se hace para aparecer en medios sin jugarse el prestigio, para "mantenerse", para estar sin jugársela... Todo lo contrario, yo me lo juego todo en cada crítica, para mí es una actividad no de primera sino de Champions League, es la rama de la Literatura a la que más tiempo dedico (después de la lectura, claro), y quiero que se dignifique, que se le otorgue el lugar que merece y necesita. Y para ello hay que despejar dudas, demostrar de forma demoledora que se hace honestamente. Dejar claro que uno puede equivocarse, pero no fallar a conciencia.
Abrazos a todos.
Estimada Carmen: sé que el libro se agotó ayer en Casa del Libro, donde sí había sido distribuido. Lo más fácil es que lo encargues. Respecto a lo de EÑE, son seis poemas de ciencia ficción que no tienen que ver nada con Tiempo, son parte de una cosa que estoy haciendo ahora, una novela en verso. Abrazos.
Sí, Vicente, lúcidas palabras, y necesarias. Las cosas son fáciles: la literatura es texto, y todo lo demás es una cortina de humo cuando no se tiene nada que decir, o no se sabe qué hacer, o demasiado aburrimiento. A lo mejor es todo muy sencillo. Lo importante es la escritura, tener curiosidad por lo que uno va a escribir y por lo que uno va a leer. Tu ejemplo es muy importante.
Gracias por descubrirme “Cerval”. Lo leeremos.
Un saludo.
Si alguna vez le hicieran una crítica así, a algo por mí escrito, lo volvería a descubrir desde la clarividencia. Todo un lujo. Y que conste que no somos, al menos por ahora, o que yo sepa, amigos.
Un saludo
Ja ja gracias, Antonio. Y gracias también, Paul. Agradezco vuestros comentarios.
La frase "Dejar claro que uno puede equivocarse pero no fallar a conciencia" y todo este post dice mucho de tu honestidad intelectual.
¡Sigue asi!
Hola Vicente,
Tiempo hacía que no escribía en el blog aunque sigo leyéndolo semanalmente. Me ha parecido digno de resaltar este post y la actitud que encierra. Demuestra que el ejercicio crítico, cuando es apasionado y honesto, cuando se practica con autenticidad, permite vislumbrar la literatura en toda su potencia. Me imagino que después de tantos años ejerciendo la crítica con valentía te habrán llovido inquinas (por no utilizar otra frase más cruda). Bueno, pues desde mi humilde posición de lector de tus críticas, te digo que la actitud demostrada en el blog se corresponde con tu quehacer ético y literario y eso, en los tiempos que corren, es de agradecer. Pero más allá de la honestidad o no de tu propuesta crítica lo que hace, a mi juicio, imprescindible este "Diario de Lecturas" dentro del panorama español es su apertura e integralidad. Los textos son tratados con justeza y siempre hay un acercamiento omnicomprensivo. Puede que uno esté de acuerdo o no con ciertos enfoces, pero casi siempre ofrecen líneas de discusión y horizontes reflexivos. Es ahí, para mí, donde radica la honestidad e interés de tu propuesta. Poco me importa que otros aprovechen para lanzar dardos envenenados. Habría que leer sus críticas. Es en el trabajo, en la palabra, donde la realidad se desnuda y para mí, semana a semana, "Diario de Lecturas" sigue ofreciendo trayectorias de pensamiento y puntos de fuga. Enhorabuena pues por seguir así. Un abrazo desde Londres.
Bueno, de verdad, Ana y Ernesto, no sé ni qué decir. Me alegra ver que la integridad o al menos el intento sostenido de tenerla sigue siendo un valor. Eso es bueno para todos. Abrazos y muchísimas gracias.
Como lector nunca habría pensado que hubiera tanta movida en el mundo de la literatura, que hubiera tanta sospecha, y tanta suspicacia. Como todo lector tiendo a idealizar la figura del escritor, por lo que me imaginaba que en este ámbito no existían los dimes y diretes que se dan en otros gremios. En todas partes cuecen habas, supongo. Me da pena.
----------
He ido a la librería Beta de Córdoba a pillarme Tiempo y aún no está, ni siquiera en el catálogo. ¿Para cuándo llegará a Córdoba?
Un saludo.
Oche.
Ni te imaginas, Oche... pero a lo mejor esta es buena forma de evitar dimes y diretes, al no dejar lugar a la especulación. El lector tiene toda la información que puede tener. Lo que sí haré será poner esa información al final, para no "manchar" desde el principio la reseña.
Encarga el libro, ya está distribuido, Oche. Saludos
Pienso en algunos aspectos de esa actividad que llaman crítica:
El crítico como protagonista.
El crítico como creador de una imagen ideal de si mismo en el reflejo de la propia crítica.
La crítica como una forma de relaciones sociales.
La crítica como acto de poder.
La crítica como escondite.
¿No hay poco espacio para creer en la inocencia de casi cualquier crítica?.
(a Manuel G)
Son algunos aspectos, sin duda,pero extensivos a tanto, que no pertenecen sólo a la crítica, o, como dices a esa actividad.
Creo que el crítico no es tanto un protagonista como un narrador de una situación. No sabría decir si el propósito es llegar al autorretrato. Depende de quién.
Las relaciones sociales, esencialmente, son las mismas y el cambio de actitud viene determinado más de una vez por quien mantiene una serie de visiones paralelas que modifican la conversación (un crítico siempre ha sido un lector, antes de decidir qué hacer con sus lecturas, con su bagaje).
Acto de poder, escondite. Desde luego que hay poco espacio para la inocencia, pero mientras se sepa, se va leyendo entre líneas. Un saludo.
--
c.m.
La crítica como apostadero de caza.
Es otro símil que me resulta interesante...jeje
Me parece que era Ramón Xirau quien decía que la motivación final del filósofo era la soberbia, ya que la filosofía daba una sensación de control absoluto y de situarse sobre todas las cosas, al poner el mundo y los conceptos bajo su comprensión.
La crítica podría ser también algo parecido. En toda crítica quizás fuera implícito el siguiente mensaje: "Eh, chavales, os tengo controlados"....por eso es normal que muchos escritores se rebelen.
Aplaudo tus aclaraciones, como alguien dice en un comentario quizás se hubiesen merecido un post propio. Las cartas bocarriba hasta donde se pueda. No siempre estoy de acuerdo con tus planteamientos, pero me parecen serios y muy respetables, desde ahora todavía más.
Un saludo.
La crítica como otra actividad cinegética cualquiera (p.e la caza de algún premio Nóbel en montería colectiva)
La crítica como acto malvado (según se sigue de los infinitos denuestos de los autores contra esos "seres abyectos" y "miserables" que son los críticos).
La crítica como sociedad de clanes.
(y para c.m)
Digamos que son las caras menos explícitas. Aunque podría darse que lo que se mantiene oculto suela ser lo más importante.
Como aspecto más positivo, yo siempre digo que la crítica es imprescindible, porque los libros concretos dejan de existir si alguien no sigue hablando de ellos continuamente. En lugares donde no se habla de los libros después de escritos y publicados la literatura sencillamente no existe, por muchos títulos que salgan. El crítico mantiene la vida (La crítica como mantenedora de la vida. La crítica maternal)
Respecto al crítico como protagonista... a veces puede ser escandaloso, como a mi me parece el caso de Harold Bloom; otras veces más sutil. En estos casos, lo podriamos ver en paralelo al sentido de "misión" personal que pueda mostrar el crítico. Imagínate una novela negra donde el policía se dedica a descubrir una trama, el policía tiene siempre sentido de "misión". En esa novela el crítico más bien se podría comparar al "detective" protagonista, no al narrador.
Que me perdonen Baile del Sol y el autor del libro, pero me quedo con tu apostilla (apunta otro voto a dos entradas separadas).
Me ha gustado tanto lo que has dicho y (salvando las distancias, que yo juego en otra liga) me he sentido tan identificado en tantas cosas, que me voy a pensar seriamente imitarte a partir de ahora, citando el "copyright" de tu idea.
Cuando escribes esto me ha parecido que me robabas el teclado y añado algún matiz: "Mi doble condición me ha estropeado muchas amistades en el pasado (bueno, ha demostrado que esas amistades no lo eran, en realidad, para la otra parte), y dificultará mis relaciones en el futuro (espero evitarlo con ciertas premisas). Personas con las que yo creía tener buena relación me han escrito dolidas (o me han dejado de escribir ad eternum) sólo porque no las he mencionado en una entrevista (o porque no les hice una reseña de su libro) o en un recuento apresurado de nombres."
En fin, Vicente, en realidad no era necesario todo esto, porque quien tiene criterio sabe reconocer una reseña honesta o una crítica malintencionada. Pero no está de más darle pistas a los gansos. A mí me han criticado que hable "bien" (y eso que siempre pongo "peros") de libros de cuentos de amigos, cuando muchos lo han sido después, siguiendo tu mismo proceso: lectura-admiración-contacto-amistad. Y cuando uno tiene, oh, desgracia... amigos que escriben bien, porque se relaciona con gente de este mundo y cuando menos te lo esperas, salta la liebre. Me han criticado que hable "mal" de libros de desconocidos y hasta de reconocidos... Y no me han perdonado que no hable de ciertos libros.
Ha dolido y duele también verlo en terceros, a veces entre dos autores o críticos que estimas y que se enzarzan (ya lo hemos hablado en privado alguna vez), pero si las cosas se hacen con deseo y verdad, al final todo encuentra su cauce (algo así decía Lorca, creo).
En fin, le pondremos luces de gálibo al camión este, long vehicle, a ver si se enteran.
Pero es que el problema en este país, por generalizar aunque poco, seguirá siendo siempre el mismo mientras no se cambien muchas mentalidades. La crítica literaria es una actividad cultural e intelectual necesaria, pero que aquí se contempla - por parte de unos y de otros- como la 'opinión' de un señor o una señora sobre un libro determinado, y siendo magnánimos, en el mejor de los casos con independencia de la relación de amistad, parentesco, filias o fobias que unan a crítico y a autor.
Pero es que no es eso. No se trata de 'opiniones'. Bueno, sí se trata, y ahí está el mal, pero no debería tratarse. Para eso figura que existe la teoría literaria.
Nos falta rodaje. Superado ese punto, poco debería importar si el crítico y el autor son hermanos, vecinos o novios y residentes en la misma casa.
Claro, siendo muy idealistas, es posible la objetividad, pero la realidad es que todo se mueve por amiguismos, afinidades e intereses compartidos (o editoriales y revistas comunes).
Pensadlo, y es más terrible de lo que parece. En este país la crítica, o las corrientes literarias de opinión, funcionan por clanes, unas veces por puro amiguismo (o compañerismo), otras por afinidades.
Fijaos la que se montó con Benedetti y Gamoneda, con el clan de Rota y los contrarios.
Y supongo que a los llamados "Mutantes" se les siente también como un clan, y por eso sucede que en la críticas exteriores se les critica en bloque, véase por ejemplo la última en la REvista de Libros que leí ayer.
El clan tiene una funcionalidad esencialmente guerrera (o defensiva).
Más que de objetividad, Manuel, yo hablaría de rigor.
Se hacen pocas críticas literarias rigurosas en España porque quienes las hacen no están preparados para ello. No es lo mismo una reseña que una crítica, y mucha gente no lo sabe. La objetividad ahí no tiene ni por qué ser cuestionada.
"Y supongo que a los llamados "Mutantes" se les siente también como un clan, y por eso sucede que en la críticas exteriores se les critica en bloque, véase por ejemplo la última en la REvista de Libros que leí ayer.
El clan tiene una funcionalidad esencialmente guerrera (o defensiva)."
Pero esto no tiene nada que ver con la crítica... Si no se fuera capaz de diferenciar con una lectura atenta autor por autor, no quedaríamos con definiciones tan vagas (y establecidas por reseñistas perezosos como)"regionalismo cibernético", "realismo mágico" o "siglo de oro". Si bien es posible que se sienta a unos autores como un conjunto que habita un territorio de intereses comunes, no creo que criticar en bloque diga nada bueno sobre el crítico o reseñista ni sobre quien asuma ciegamente ese juicio.
Por otra parte, el lugar de una crítica rigurosa está permanentemente en extinción, menguando. Otro problema. Pero no hay que perder la esperanza en lo que se puede hacer aún. Un saludo y hasta otraa.
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c.m.
"...un conjunto (de autores) que habita un territorio de intereses comunes".
Magnífico. Me parece un punto de partida perfecto para definir el mundo literario.
El ideal de crítica rigurosa me parece irreal, muy lejano e inalcanzable. En vez de establecer un objetivo de pureza en el ideal crítico, mejor sería presuponer la impureza, la contaminación de intereses por sistema. ¿Estás seguro de que lo que llamas crítica (¿filológica?) no está igual de contaminado?
¿Entre el "hablar de libros", la "reseña" y la "crítica rigurosa" cómo colocar la labor crítica de un Borges o un Harold Bloom?
Querido Manolo, te he dejado reflexionar fragmentariamente a lo largo de estos días, y creo que tu aportación es interesante, pero no estoy de acuerdo contigo. A tu juicio todo son intereses. Yo no tengo interés, en el sentido de especial vinculación, como se irá viendo, en el 90% de lo que aquí reseño, por lo que tu idea no se cumple. Dentro de poco colgaré algo sobre Juan Ramón Jiménez, con quien no me une, por estar muerto (y para mi desgracia), ninguna amistad ni interés alguno (en el sentido de algo interesado). Lo que hay es una vocación universal de lectura, y por ello el rigor sí que es posible. Pues claro que el rigor crítico es posible.
Borges no lo utilizaba en sus ensayos, pero sí en muchas de las reseñas que preparó para la revista El hogar durante varios años, reunidas después bajo el título de Textos cautivos . Supongo que Bloom -de quien "sólo" he leído cinco ensayos- es un caso parecido. Un ensayo no es una reseña. Un ensayo "riguroso" es quizá un oxímoron, porque el fin del ensayo es precisamente derivar, perderse, hacer digresiones, variantes, pasadizos, etc. Pero estoy más que seguro que Bloom puede hacer y habrá hecho decenas o cientos de reseñas primorosamente rigurosas. Aunque no es el género de la reseña rigurosa el que yo practico -prefiero un camino intermedio entre la reseña y el ensayo, lo que denomino reseña errante, equívoca o ensaño-, soy muy capaz de hacerla y cuando alguna vez quiero aburrirme un rato la practico. Me gustaría saber los fundamentos de tu razonamiento por el cual una reseña rigurosa es imposible. Saludos, Manolo.
Manuel, adjunto una carta -un pocoantigua, del 2004, pero igualmente vigente- del escritor catalán Manuel Forcano al crítico también catalán Manel Ollé (ja! entre Manueles anda el juego!) uno de los más rigurosos que tenemos, por cierto.
Lo siento porque está en catalán y supongo que será difícil de entender para más de uno, pero resume bastante bien el estado de la cuestión.
http://www.hermeneia.net/exemples/ROQUER_web/carta.pdf
"no tengo interés, en el sentido de especial vinculación,"
Vicente, hablo en general, no de tu caso, aunque si te prestas voluntario te diseccionamos...jeje. (Pero haría falta ponerte un detective).
¿Y si entendiéramos la vinculación como una cadena, no sólo de relaciones personales, sino algo más laxa, mediada por conexiones laborales, ideológicas, culturales, cenaculares... incluso religiosas, que remiten al entorno?
Cada crítico tiene una imagen que defender ante su ambiente o entorno, y eso haría literalmente imposible, en ciertos ambientes, (por ejemplo, en una universidad, o en una editorial determinada) un determinado punto de vista. Al final el entorno son unas personas concretas, pero la influencia del ambiente se transmite no sólo por las vinculaciones personales directas.
"una vocación universal de lectura"
No creo en esto, siempre me ha parecido demasiado inconcreto.
Hum, Manuel, cada vez que alguien te aprieta por un lado escapas por la tangente. Creo que ese conjunto de factores del que habla es algo muy obvio, y de lo cual los críticos son tan conscientes como tú, de forma que -si quieren- pueden evitarlos. Todos sabemos cuáles son los márgenes contextuales en los que se mueve nuestro trabajo; de la capacidad y responsabildad de cada uno dependen hasta qué grado le afectan. El blog es el grado cero de la injerencia; no hay presiones externas, no hay encargos, no hay dinero, no hay publicidad (bueno, en este no hay publicidad), los textos aparecen en Internet y gratis, y no en un periódico que puede estar condicionado por los intereses de su empresa editora. Desde este grado cero, la libertad con la que uno comienza es total. A partir de ahí, los críticos que nacen con la censura en la cabeza van poniéndose límites, los demás vamos quitándolos. Esto no es un elogio de la pureza, sino de la libertad. Cada uno tiene la que se da a sí mismo.
Abrazos, Manolo.
Leyendo otra vez el debate, caigo en que no estoy seguro si todos hablamos de lo mismo cuando hablamos de "crítica rigurosa". No sé, Vicente, si tu te refieres al típico comentario filológico de textos o al didáctico de la enseñanza; además lo unes a la "reseña". O si en otro lado os referís simplemente como "riguroso" a un ambiguo esfuerzo de orden y objetividad, más allá de un "vale todo".
Cuando se habla de crítica rigurosa yo entiendo algo de formas cuasicientíficas, normalmente unido a ambientes universitarios. Hace falta para empezar una gran teoría sobre lo que es la literatura, en base a la cual se fija un método y unos criterios en el comentario y el análisis, que se aplican sistemáticamente a las obras. Según cada teoría tendremos distintos tipos de críticas, como la crítica formal, la crítica simbólica, la semiótica, la sociológica, la estructuralista, la mitológica, la marxista o la psicoanalítica, y muchas otras. Si fijas la teoría y los métodos, puedes "inventar" nuevas variantes de crítica. La cuestión es tener controlados todos los mecanismos de la crítica que se hace, que no se oculte ni se escape nada, para evitar que actúen fuera de control, en la sombra (malévolamente), algunos factores, y así mostrar cristalinamente todos los pasos lógicos del proceso. ¿Es esto la crítica rigurosa?
Ni Borges ni Bloom hacen todo esto. Me parece. (Y por otro lado, si esta fuera la única crítica admisible, moriríamos todos de aburrimiento)
Bueno, yo creo que ni siquiera esta "crítica rigurosa", cuasi-científica, está libre de "vinculaciones personales o sociales". No digamos las otras formas críticas "vulgares.
Pero, Vicente, eres tú el que has fijado el concepto de vinculación estrictamente como descarada "amistad" o "interés" ¿económico?".
Simplemente te aclaraba que no me refería desde el principio de esta discusión a eso estrictamente, o unicamente, aunque también me refería a eso como la forma más burda de lo que estoy diciendo: compadreo y crítica según el que paga.
Mira, en eso podemos estar de acuerdo: precisamente por venir de entornos universitarios, con su propia lógica departamental (que sí afecta o puede afectar a la perspectiva de análisis, o a la frecuencia con que uno tiene que hacer análisis), esa crítica de la que tú hablas puede estar comprometida por factores externos a la pura reflexión literaria. Una crítica rigurosa, a mi juicio, es aquella que parte de un sistema previo de análisis (sea este cual sea: filológico, estructuralista, marxista, formalista, psicoanalítico, deconstruccionista, etc.) y lo aplica correctamente; eso no debería empecer a que una crítica que se postule, sistemáticamente, como híbrida entre los diferentes sistemas, pueda ser también considerada como rigurosa. También una crítica que en vez de analizar sólo lo que el texto dice amplíe su horizonte de significación, siempre que arroje sentido o sinsentido de interés sobre los textos, debería ser considerada una crítica rigurosa. Esta última es la mía, claro, por eso la defiendo.
En general, y dándote parcialmente la razón, cuanto menos institucionalizada sea una lectura crítica, más posibilidades tiene de ser rigurosa e imparcial. Hacer crítica rigurosa desde un suplemento o una universidad es posible, pero es más difícil (infinitamente más difícil en el caso del suplemento) que hacerla desde un blog. Por supuesto, siempre partiendo del discutible supuesto de que la haga una persona formada, inteligente y capacitada, claro. Saludos, Manolo.
Noto que con la denominación de "rigurosa" se siguen mezclando otros matices. En la crítica "no académica" no basta ser un crítico muy serio y muy dotado para pretender la objetividad. No podemos incluir esto en la "crítica rigurosa", aunque el crítico sea riguroso en algún otro sentido. Para esa crítica académica habría que buscar otra denominación. Podría ser quizás la de "crítica metodológica" ¿?
La crítica híbrida y la crítica que busque otros horizontes, son buenas apuestas, que pueden aportar mucho (además de más alegres y agradecidas para los lectores), pero no están hechas precisamente para tratar de alcanzar un proceso transparente, lo más objetivo posible, tal como sí lo está enfocada la crítica "académica" (otra cosa es que pueda serlo realmente).
Cuando hablo de todo esto siempre tengo en mente como modelo el típico artículo científico de verdad (inaplicable en la crítica literaria tal como la conocemos), organizado según:
1-Introducción. 2-Métodos. 3-Resultados. 4-Discusión.
Aquí es muy difícil, si no imposible, para concluir algo, salirse del horizonte del experimento planteado. Por ejemplo, si hemos planteado la cuestión "¿Producen más espermatozoides los hombres con actividad literaria o los que hacen trabajos físicos?", el resultado final no puede salirse del resultado del experimento. Sólo hay una respuesta. También tendremos unos resultados numéricos. Lo más parecido a la crítica será la Discusión, pero esta discusión a lo sumo remite a otros experimentos futuros, nunca concluye nada. Lo importante son los Resultados.
En la crítica literaria "metodológica" esto no es posible (sólo como mucho en esos experimentos estadísticos de vocabulario que se hacen por ordenador). Aquí las valoraciones no se pueden objetivar totalmente, sino que dependen del juicio del crítico, lo cual conlleva que no sea posible eliminar los factores personales, a pesar de la metodología pensada para reducirla. Menos aún en las otras "Críticas" que no cuentan con ninguna metodología.
No es que el crítico -ese ser malvado- esté siempre pensando en como favorecer a los amigotes (que muchas veces también, más en nuestro país harto tribal), sino que por sistema, quiera él o no, se cuelan en su crítica sus filias personales y su posición en el mundo... sin darse cuenta, incluso creyendo a pie juntillas en su imparcialidad.
Pienso por tanto que hay que desengañarse de conseguir una crítica imparcial. Lo que hay que hacer quizás es precisamente lo contrario, reconocer la parcialidad siempre, y ver qué aportan las distintos puntos de vista y la comparación.
Yo no es que esté a favor de la crítica académica, creo también que la intuición, la creatividad y otros recursos, tienen bastante que aportar. Pero pedirles la imparcialidad o la objetividad, eso no. ¿Para qué, si no son posibles aunque se quiera? ¿Para confundirnos? Sea como sea, hay que conformarse con una crítica impura.
Manuel, creo que vuelves a mezclar conceptos. El crítico literario riguroso no puede ser nunca 'objetivo' o 'imparcial', ya que defenderá su propuesta hasta el final, y en eso consiste su trabajo. La única garantía exigible -que por eso es crítico y no lampista- es que no diga una burrada.
Si defiende "su propuesta" será porque cree que lleva razón por encima de otras ideas contrarias, no porque sea "su propuesta".
Si dice "no ser objetivo e imparcial" entonces... ¿pretendes que defiende su propuesta porque es suya?
Logiciel, ¿no confundes "parcialidad hacia lo que se estudia" por "parcialidad hacia la propia tesis"?
Estamos como las pescadillas, Manuel. Si seguimos así podemos pasarnos un par de años post arriba post abajo.
Veamos si logro resumirte lo que me han enseñado y mi punto de vista.
Un crítico literario debe:
a) contar con la formación necesaria para elaborar una crítica literaria, valga la redundancia.
b)elaborar sus comentarios, hipótesis, valoraciones, llámale como quieras, en función de hechos objetivables, que no objetivos, y tanto más cuanto más arriesgados.
c) en sus comentarios, etc, no debe hacer valer su opinión sobre la obra si no va acompañada de una rigurosa argumentación, que tampoco tiene que aburrir con precisiones filológicas, aunque sean la base de la misma, a diferencia de las reseñas, que sí se basan en criterios subjetivos y carecen de valor crítico. Un reseñista no tiene por qué disponer de estudios literarios. Un crítico sí.
Seguimos hasta donde tú quieras.
imparcialidad.
1. f. Falta de designio anticipado o de prevención en favor o en contra de alguien o algo, que permite juzgar o proceder con rectitud.
objetivo:
1. adj. Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir.
2. adj. Desinteresado, desapasionado.
3. adj. Fil. Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce.
4. adj. Med. Dicho de un síntoma: Que resulta perceptible.
En fin, yo sí creo que en toda crítica y reseña hay normalmente una pretensión, intento, simulación, o, por lo menos, ilusión de imparcialidad y objetividad (aunque se admite un tipo de crítica bastante personal, no exactamente subjetiva, pero que nunca debería perder de vista "el texto que realmente existe", porque si no sería un fraude, o crítica-ficción), sea cual sea el método o el grado de minuciosidad.
¿Cómo le podrías decir al lector, aun en una reseña: digo esto y lo otro porque el autor es mi amigo; o porque este autor era el preferido de mi madre y me trae muchos recuerdos bonitos? No puedes dejar de guardar unas apariencias de imparcialidad y objetividad.
Una definición:
¿Qué es la crítica? Una ilusión de imparcialidad.
1) Compadre, una referencia a addison de witt no estaría mal.
2) Compadre, también lo podrías haber explicado en otra entrada o mediante otro mecanismo, porque el debate sobre la crítica eclipsa a Bellón.
Lo de compadre no va con mala fe, se habla así en mi pueblo. Un saludo
Compadre, Addison de Witt señala las amistades de los demás, pero no las suyas, de modo que hay una diferencia fundamental. Y, compadre, sitúo mis cosas donde quiero. Amistosos saludos.
Ojo a la frase:
"La crítica literaria es la política de la literatura."
Stephen Vizinczey
Jajaja! Manuel, lo tuyo empieza a ser fijación...
Créeme, hay algún que otro crítico legal por esos mundos de dios. Tampoco es que abunden, vale.
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