Mario Martín Gijón, Rendicción; Amargord, Madrid, 2013.
Pocas veces un título
refleja de modo tan perfecto su contenido como en la última obra del poeta,
narrador y ensayista extremeño Mario Martín Gijón. El poemario persigue la
reconstrucción de una experiencia amorosa y lo hace honradamente: desde la
conciencia de que la univocidad y la verosimilitud son imposibles a la hora de reelaborar
una historia en la que uno ha estado involucrado hasta la médula. La forma de
lograr la debida y esquiva acción expresiva [e(s)quivocac(c)ión, diría él] es mediante la voladura controlada
del discurso que recupera la trama y la inserta, con la debida ambigüedad, en
lo poético.
Por ello Martín
Gijón busca la palabra dentro de la palabra, el hipotexto que subyace al
discurso. Las palabras se enredan unas con otras aunque aparecen separadas, y
las mónadas o lexias (esto es, las
partículas significantes mínimas que aparecen en el texto) cobran nueva
articulación leídas sin solución de continuidad con las demás, multiplicándose
los sentidos y reverberando los sonidos de unas en las otras. De este modo, como en la experiencia amorosa, en la experiencia poética cada palabra significa al menos dos cosas, en una anfibología estructural. Un ejemplo: “di /
lu / vió // entre nos otros // el inmen so(y) / ojo azul / de los días sin /
sus lagrim(í)as” (p. 55). Términos manidos del idioma son así reactivados y
resu(s)citados, e incluso se generan neologismos al cruzar varias lenguas, como
“rencoeur” o el memorable “aus(es)encia”,
donde el aus alemán dinamita el
concepto de esencia, que es lo que debería estar dentro del ser, y no fuera (en
el tú, en el otro, en el cuerpo del otro) del mismo. El procedimiento es
similar al de los desplazamientos de
Raymond Roussel, y Rendicción se
construye como una poesía de parcial destrucción/reconstrucción del lenguaje lírico,
cuyos antecedentes podrían ser cierta poesía de Vallejo, Girondo, Eduardo Milán
o el Francis Ponge que distinguía “una única salida: hablar contra las palabras”[1].
Tiene razón Benito del Pliego cuando dice en su prólogo que “la alteración de
lo previsto es lo que deben esperar los lectores de este poemario”. Y de
cualquier otro, añado, si hablamos de poesía de verdad; pero al menos en el
caso de Rendicción es completa y
absolutamente cierto.
Manuel
Darriba, El bosque es grande y profundo;
Caballo de Troya, Madrid, 2013.
Imaginemos esta
historia: tras un Cataclismo (global o regional), que deja las ciudades vacías
y llenas de cráteres, las escasas personas sobrevivientes regresan a la naturaleza,
donde viven aisladas o dispersas en pequeños grupos, en una sociedad neo-rural
y hobbesiana fecunda en violencia y en escasez; en ella establecen relaciones
afectivas duras, salvajes, donde apenas pueden conseguir algo más que un poco
de calor corporal para aliviarse. Así descrita la historia, se me ocurren
algunas novelas ya clásicas que la encarnan (La tierra permanece, de George R. Stewart; La carretera, de Cormac McCarthy), pero también, y esto es más
curioso, un puñado de novelas escritas en Hispanoamérica y España en los
últimos años, desde las terribles fantasías postapocalípticas de Rafael Pinedo y
Mike Wilson a otros tres libros publicados en este mismo 2013: El niño que robó el caballo de Atila, de
Iván Repila; No tendrás rostro, de
David Miklos, y El bosque es grande y
profundo, de Manuel Darriba. Incluso, desde otra perspectiva, no distópica
sino retrópica (disculpen el palabro,
pero lo creo oportuno), podríamos entender que Intemperie (2013), de Jesús Carrasco, se adapta hasta cierto punto
a este mismo género.
¿Por qué cuatro
libros, excelentes los cuatro desde sus muy diversos enfoques literarios,
abordan en el mismo año la crudeza de un retorno híspido a la vida en los
bosques, en la naturaleza, donde la deshumanización y la supervivencia al
horror son los elementos de la historia, narrada por lo común con un lenguaje
frío, bien elaborado y detallista pero construido sobre frases breves, que
parecen recrear la escasez con su parquedad, pero que cortan como cuchillos? Podríamos
arriesgar que los escritores actuales detectan la llegada de un fin de ciclo
histórico y fabulan un escenario distópico posterior. Podríamos jugar a
sociólogos, pero no lo somos. Tampoco podemos entrar en sus mentes para
esclarecer las razones que les llevan a elegir topos, tonos y temas. Creo que nuestro papel como críticos
literarios termina, y ahí lo dejamos, en apuntar la similitud temática y tonal.
El tiempo nos dirá si estamos ante simples casualidades o premoniciones
poligenéticas; esperemos, por el bien de todos, que se trate de lo primero.
En la novela del
gallego Manuel Darriba el subtexto sobre el que gira la trama es Hansel y Gretel, el conocido relato de
los hermanos Grimm. Se mantiene el nombre de los protagonistas y se retuerce
apocalípticamente la historia, con numerosas variantes pero también con algunas
semejanzas. En el cuento infantil, si recuerdan, los dos hermanos deben
abandonar la casa porque su padre y su madrastra no pueden alimentarlos y se
pierden por el bosque; también a salida por culpa del hambre y el bosque son
elementos estructurales de este relato, y las migas de pan esparcidas por los
Grimm son transformadas aquí en algo bien distinto (pp. 101-102). Lo que hace
Darriba en la primera parte de la novela, “Hans”, es profundizar en la parte
más simbólica del subtexto para mitificar el bosque, quizá como metáfora
nihilista de la existencia. La forma de reelaborar el mito es mediante la
personificación del bosque, la atribución de cualidades sobrehumanas,
chamánicas, que pueden verse de diferentes formas: “el bosque da y quita. Cada
cual recibe lo que merece” (p. 25); “El bosque es una masa burbujeante (…) Por
la noche el bosque está poblado de aullidos” (p. 26); “el bosque es grande. Da
miedo” (p. 45); “el bosque (…) parece vivo y lleno de ira” (p. 47); “cuando
escuchan el bosque, se encogen y tiemblan” (p. 99). Una personificación que no
es extraña en Galicia ni, desde luego, en la literatura gallega, donde las
leyendas populares sobre la naturaleza preñan el imaginario cultural.
En la segunda
parte, “Gretel”, se abandona el relato en tercera persona sobre el viajero, que
suponemos que es su hermano Hans (de Hansel), y la niña cuenta el relato en
primera persona. Se hace amiga de una profesora que lee una y otra vez Heart of Darkness de Joseph Conrad. La
historia termina con una entrevista y un epílogo que contribuyen a dar
dimensión temporal a Hans, uniéndola con una realidad hipotéticamente
contemporánea a la nuestra.
Aunque el
interés de la novela decae, a nuestro juicio, un tanto al final, el tono medio
de la obra es muy bueno y logra detalles de alta calidad. La economía de medios
no es fruto de la limitación, sino de un estudiado trabajo de contención
dirigido a lograr la frialdad necesaria en el relato, en el camino en que la
utilizan Cormac McCarthy o Rafael Pinedo en sus desasosegantes fábulas
postapocalípticas. La desolación no es fruto tanto de la guerra aludida
brumosamente en la novela, como del tenebroso corazón humano y sus terribles
expansiones cuando acucia el estado hobbesiano de naturaleza. Darriba nos
recuerda que el hombre es un hombre para
el hombre, con todas las consecuencias, cuando las cosas vienen mal dadas.
Ojalá todas estas fábulas se queden en eso, en simples fábulas.
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[Relación con los autores: con Manuel Darriba: ninguna; con Mario Martín Gijón, correspondencia cordial. Relación con las editoriales: ninguna]
[1] F. Ponge, “Razones para escribir”, en De parte de las cosas (proemios); Monte Ávila, Caracas, 1968.
4 comentarios:
Recientemente he leído El bosque es grande y profundo y me ha parecido una novela muy innovadora y de alta calidad literaria. Recomiendo vivamente su lectura.
También me parece acertada esta entrada sobre la obra.
Le agradezco sus palabras. Cordiales saludos
¿por que tardaría eu tanto en atopar este sitio co tempo que ando a fuchicar pola arañeira? pois ala, cheguei e aquí me quedo un tempiño, pero pouco ¿eh? que este non é un non sitio para saciar a sede. parabens polo que lle levo lido impreso VL, agardo que os díxitos lle sexan tamén ben acaídos.
Muy interesante reseña ;-) habrá que localizar estos libros
saludos,
L.
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