Nicolás Mavrakis, El recurso humano; Milena Caserola, Buenos Aires, 2014.
Nicolás
Mavrakis (Buenos Aires, 1982) es un joven periodista, crítico literario y
escritor argentino, del que habíamos leído algún ensayo sobre tecnología y
literatura, y que cuenta con varios libros publicados. Su última publicación,
la novela El recurso humano, muestra
que la inquietud sociotecnológica es una constante en su obra, latente ya en
obras anteriores como No alimenten al
troll (2012). Construida como una distopía, El recurso humano presenta el discurso en primera persona de un
experto en neuromárketing, es decir, un “programador especializado en análisis
de información neurocientífica” (p. 114). El objetivo de su trabajo es, definiéndolo
a grandes rasgos porque la idea es más compleja de lo aquí resumido, crear
agentes provocadores (p. 117) del consumo de los demás. Para ello debe ser
capaz de predecir las pautas de consumo, pues sólo así se llegarán a establecer
los patrones de condicionamiento: “¿Pero qué tal si el trabajo predictivo se
vuelve pragmático? ¿Qué tal si uno pudiera, llegado el caso de la predicción
perfecta de los fenómenos humanos, moldear el mundo de acuerdo a las
necesidades de cada individuo?” (p. 37). El refinamiento de estos procesos por
las empresas del ¿futuro? que presenta Mavrakis llega a tal sofisticación que
el cerebro humano no basta y es necesario crear algo más complejo: “Hay que
miniaturizarse y desaparecer en bytes” (p. 35) se dice reveladoramente,
anticipando que el personaje Arcidiácono es un programa de Inteligencia
Artificial: “Arcidiácono era la suma
encriptada y viva de una infinita memoria del consumo, creciendo con cada byte
que se sumaba a la red. Su propia memoria se había digitalizado bajo un
algoritmo que se nutría del análisis diferencial de cada orden de compra
ingresada a todas las versiones occidentales, orientales, legítimas y piratas
de sitios como eBay, Amazon, BetterWorldBooks, Hardwaresales.com,
Mercado Libre.” (p. 130). Este trabajo de predicción comercial,
sustentado en el análisis de ingentes cantidades de datos, no es ninguna fantasía;
Byung-Chul Han, en Psicopolítica (2014),
escribía: “el Big Data podría poner
de manifiesto patrones de comportamiento colectivos de los que el individuo no
es consciente. (…) Los datos personales se capitalizan y comercializan por
completo (…) los hombres (…) devienen mercancía. El Big Brother y el Big Deal se
alían”[1]. Han sólo describe,
Mavrakis encarna narrativamente el
procedimiento por el cual podrá llevarse a cabo esa mercantilización
inconsciente del sujeto actual en breve plazo.
Textualmente, la novela se presenta como un diario al revés, que
invierte La flecha del tiempo, al
modo de la novela de Martin Amis –que no por casualidad aparece en la novela–,
o del Viaje a la semilla de Alejo
Carpentier. Alternándose con este diario fragmentario aparece otro relato,
numerado en código binario, que cuenta la otra parte de la historia con secuencialidad temporal opuesta. El primer diario es algo
extraño y heterodoxo, pues sabe cosas
que pasarán al día siguiente, algo improbable en un diario strictu sensu: “Pudo haber sido el
momento más extraño del fin de semana. Pero faltaba lo peor.” (p. 81). La
extrañeza se aclara en otro momento, en el que hay una conexión del diarista con
el otro registro binario, pues el diario se refiere el 31 en julio en pasado (“Creo
que ya escribí en algún lugar de este diario que es como el amor: no hace falta
buscarlo, te encuentra”, p. 90), a una frase que se escribirá dentro del
relato binario en el pasado temporal de la novela, pero en el futuro de la historia (p. 21),
revelando que el diarista tiene acceso al otro segmento del discurso. La
crítica Leticia Martín ha establecido algún paralelismo (no completo) entre
este diario y el Diario de la beca de
Mario Levrero, y podemos asociarlo con cualquier diario cuyo objeto último sea,
precisamente, la destrucción del diario convencional (véase página 133).
El
gran asunto de El recurso humano es
precisamente la reconfiguración de lo humano, vía la neurociencia, en el futuro
próximo; mientras los científicos investigan en lo que somos, las corporaciones
trabajan en cómo rentabilizarlo, y la novela de Mavrakis muestra las más
inquietantes –pero plausibles– formas de lograrlo. “El mundo va a ser la combinación exitosa de
bases de datos recolectadas por sociólogos, psicólogos, neurólogos y el
trabajo metódico de programadores senior”
(p. 37). Novela política, pues, en la que lo contado es más importante que el
modo en que se cuenta, le conecta con otros narradores de su entorno (con J. P.
Zooey, a mi juicio, más que con otros), y con esa imparable tendencia distópica
que canaliza el imaginario del pánico socio-económico-tecnológico-político que
sacude la literatura en castellano en ambas orillas del Atlántico.
Para
terminar, y como curiosidad, diremos que la novela de Mavrakis, aparecida antes
que el último episodio de la serie Black
Mirror (el especial de navidad titulado “White Christmas”), toca la mayoría
de los temas planteados televisivamente por éste, por ejemplo la miniaturización
de la conciencia en bits, demostrando que Arcidiácono sí que sabía leer el
futuro.
[Relación con autor y editorial: ninguna]
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