sábado, 4 de agosto de 2018

Poesía, omnivisión, matemáticas y creatividad



Sergi de Diego Mas, Cinemascope. Gijón: Trea, 2018.

David Refoyo, Donde la ebriedad; La Bella Varsovia, Madrid, 2017.




Obsérvense con atención estas dos portadas. Hay dos proyectos escópicos similares, dos repro-ducciones 0 trans- misiones de una cosmo- visión que se propone contemplar el mundo desde una perspectiva superpuesta -interpuesta- gracias a la tecnología. Un mundo mirado con 4 ojos.

El Cinemascope de Sergi de Diego Mas me ha recordado a Profundidad de campo (2001), de Jenaro Talens; ambos explicitan desde el comienzo el “régimen escópico” (Metz, Jay, Brea, Rodríguez de la Flor) al que pertenecen, marcando el procedimiento de óptica visual con el que van a mirar la realidad. Y ambos libros, en efecto, se ajustan a él y mantienen su capacidad de deformación, que acaba siendo una corrección, como las gafas que usamos para ver con más claridad. También tienen en común los dos libros cierto aire pop, aunque en el caso de Diego Mas estaríamos ante un rock duro, industrial y saturado, que, si bien homenajea a sus nobles orígenes (Dylan, Reed), se complace en sonoridades y textovisualidades más broncas y resonantes, como buen fan que es de Sonic Youth. Exploración sobre las potencialidades de unir texto e imagen, tanto semántica como formalmente, el poemario de Diego Mas no renuncia a la crítica social ni a la ternura de las emociones, dentro de un tono personal que nos recuerda a otros libros suyos y también a libros de David Refoyo, otro poeta con el que explícitamente Diego Mas tiene una relación intelectual de afinidad y con quien participa en supuestos y presupuestos. Cinemascope tiende lazos y comparte espacio sonoro con el Donde la ebriedad (2017) de Refoyo, otro libro textovisual de poemas, con guiño a Claudio Rodríguez, que admite registros léxicos alternativos, como el lenguaje de la programación, en una apertura discursiva que viene a confirmar que tanto Refoyo como Diego Mas ven más (lo que no significa que vean mejor, sino sólo que se arman de la omnivisión tecnológica que describimos en El lectoespectador), y utilizan para describir el mundo todos los lenguajes disponibles en él, verbales o visuales, comprensibles o incomprensibles. El lenguaje de código de Refoyo, inexpugnable para los legos, encuentra un eco en una escritura impenetrable puntualmente creada por Sergi de Diego Mas, que parte de la película de David Lynch Inland Empire (p. 74) para anunciar que ni todo es expresable, ni todo es comprensible, sin que deje por ello de ser estéticamente apreciable. Cinemascope y Donde la ebriedad son una de las varias puntas de lanza con que cuenta la poesía española contemporánea, donde se contaría también, desde un registro más fotográfico —pero menos visual— el interesante libro de Cristina Elena Pardo, Mano que espeja (Balduque, 2017), del que he hablado en otro lugar. Esta diversidad enriquece el panorama y, por la seriedad con la que estos tres poetas acometen su trabajo, cada uno en su propio estilo, no podemos más que alegrarnos de la riqueza y variedad de las propuestas.








Henri Poincaré, La invención matemática. Cómo se inventa: el trabajo del inconsciente. Ed. Francisco González Fernández. Oviedo: KRK, 2018.


En una conversación, el matemático Roger Penrose explicaba cómo se le había ocurrido una idea durante un paseo urbano con un amigo, justo al cruzar una calle, y cómo la había recuperado un poco después, tras pensar que la había olvidado. Al preguntarle la entrevistadora acerca de esa inspiración puntual, Penrose responde: “Bueno, mi concepción sobre esto es que en matemáticas una inspiración tiene que tener sentido. Uno puede soñar cosas, uno puede tener todo tipo de ideas locas que parezcan no significar nada, pero en realidad, para que una idea pueda arraigar, tiene que tener algún sentido. Y es aquí donde la conciencia me parece crucial: está en interacción con el inconsciente, del que emanan ideas; pero, para que estas ideas puedan encajar, tienes que ser capaz de poner tu conciencia a ocuparse de ellas”[1].

El matemático Henri Poincaré tuvo una intuición similar un siglo antes, pues él también sufrió una revelación epifánica durante un paseo, y expuso su experiencia en una conferencia recogida en este volumen, titulada La invención matemática (1908), completada con un artículo de prensa de Poincaré sobre el inconsciente aparecido poco después, tras haberse producido malas lecturas de las ideas propuestas por el matemático. En esa célebre conferencia, de cita habitual en los volúmenes sobre creatividad e imaginación, Poincaré llamaba al inconsciente “yo subliminal”, y su juicio es tan o más importante (véase p. 82) que la mente consciente a la hora de explicar por qué se producen las ideas creativas, matemáticas o no. Poincaré explica que, a su juicio, el yo subliminal o inconsciente trabaja en la sombra y va descartando por sí solo las hipótesis menos prácticas, valiosas y originales, espigando sólo aquellas que, además de ser válidas, son hermosas en un sentido matemático. Lo que es increíble es que una observación de Poincaré coincida con las hipótesis actuales de los neurocientíficos:

¿Acaso resulta verosímil que el yo subliminal pueda formar todas las combinaciones posibles, cuyo número provocaría el pasmo de la imaginación? Y no obstante parece que así debería ser, porque si este yo no produce más que una parte de estas combinaciones, y si lo hace al azar, existirán muy pocas posibilidades de que la buena combinación, aquella que debe elegirse, se encuentre entre ellas. (p. 88)

Como bien apunta en su prólogo Francisco González Fernández, recordando las investigaciones del neurocientífico David Eagleman, “la actual revolución en el campo de las neurociencias ha puesto de manifiesto que la consciencia no es el centro de la mente, como se creía, sino una función limitada en un vasto circuito de funciones neurológicas no conscientes” (p. 35). Del profesor Francisco González ya conocíamos su monumental ensayo Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas (Nivola, 2012), en cuya página 475 leemos esta aseveración del matemático Kurt Gödel, rescatada de la infinidad de notas que éste dejó al morir: a su juicio, en el trabajo matemático, “la cuestión es descubrir lo que tal vez hayamos producido inconscientemente”. Este de la relación entre creatividad e inconsciente es un tema antiguo, pero la científica es una de sus vueltas de tuerca más sugestivas. Y este librito de KRK es una espléndida introducción al asunto. 



[1] R. Penrose en Susan Blackmore, Conversaciones sobre la conciencia. Barcelona: Paidós, 2010, p. 244.



[Relación con los autores: cordial. Relación con las editoriales: ninguna]

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