Sergi de Diego Mas, Cinemascope. Gijón: Trea, 2018.
David
Refoyo, Donde la ebriedad; La Bella
Varsovia, Madrid, 2017.
Obsérvense con atención estas dos portadas. Hay dos proyectos escópicos similares, dos repro-ducciones 0 trans- misiones de una cosmo- visión que se propone contemplar el mundo desde una perspectiva superpuesta -interpuesta- gracias a la tecnología. Un mundo mirado con 4 ojos.
El Cinemascope de Sergi de Diego Mas me ha recordado a Profundidad
de campo (2001), de Jenaro Talens; ambos explicitan desde el
comienzo el “régimen escópico” (Metz, Jay, Brea, Rodríguez de la Flor) al que pertenecen, marcando el procedimiento de
óptica visual con el que van a mirar la realidad. Y ambos libros, en
efecto, se ajustan a él y mantienen su capacidad de deformación, que acaba
siendo una corrección, como las gafas que usamos para ver con más
claridad. También tienen en común los dos libros cierto aire pop, aunque
en el caso de Diego Mas estaríamos ante un rock duro, industrial y saturado,
que, si bien homenajea a sus nobles orígenes (Dylan, Reed), se complace en
sonoridades y textovisualidades más broncas y resonantes, como buen fan que es
de Sonic Youth. Exploración sobre las potencialidades de unir texto e imagen,
tanto semántica como formalmente, el poemario de Diego Mas no renuncia a la
crítica social ni a la ternura de las emociones, dentro de un tono personal que
nos recuerda a otros libros suyos y también a libros de David Refoyo, otro
poeta con el que explícitamente Diego Mas tiene una relación intelectual de
afinidad y con quien participa en supuestos y presupuestos. Cinemascope tiende
lazos y comparte espacio sonoro con el Donde la ebriedad (2017) de
Refoyo, otro libro textovisual de poemas, con guiño a Claudio Rodríguez, que
admite registros léxicos alternativos, como el lenguaje de la programación, en
una apertura discursiva que viene a confirmar que tanto Refoyo como Diego Mas
ven más (lo que no significa que vean mejor, sino sólo que se arman de
la omnivisión tecnológica que describimos en El lectoespectador),
y utilizan para describir el mundo todos los lenguajes disponibles en él,
verbales o visuales, comprensibles o incomprensibles. El lenguaje de código de
Refoyo, inexpugnable para los legos, encuentra un eco en una escritura
impenetrable puntualmente creada por Sergi de Diego Mas, que parte de la
película de David Lynch Inland Empire (p. 74) para anunciar que ni todo
es expresable, ni todo es comprensible, sin que deje por ello de ser
estéticamente apreciable. Cinemascope y Donde la ebriedad son una
de las varias puntas de lanza con que cuenta la poesía española contemporánea,
donde se contaría también, desde un registro más fotográfico —pero menos
visual— el interesante libro de Cristina Elena Pardo, Mano que espeja (Balduque,
2017), del que he hablado en otro lugar. Esta diversidad enriquece el panorama
y, por la seriedad con la que estos tres poetas acometen su trabajo, cada uno
en su propio estilo, no podemos más que alegrarnos de la riqueza y variedad de
las propuestas.
Henri Poincaré, La
invención matemática. Cómo se inventa: el trabajo del inconsciente. Ed.
Francisco González Fernández. Oviedo: KRK, 2018.
En una conversación, el matemático Roger Penrose
explicaba cómo se le había ocurrido una idea durante un paseo urbano con un
amigo, justo al cruzar una calle, y cómo la había recuperado un poco después,
tras pensar que la había olvidado. Al preguntarle la entrevistadora acerca de
esa inspiración puntual, Penrose responde: “Bueno, mi concepción sobre esto es
que en matemáticas una inspiración tiene que tener sentido. Uno puede soñar
cosas, uno puede tener todo tipo de ideas locas que parezcan no significar
nada, pero en realidad, para que una idea pueda arraigar, tiene que tener algún
sentido. Y es aquí donde la conciencia me parece crucial: está en interacción
con el inconsciente, del que emanan ideas; pero, para que estas ideas puedan
encajar, tienes que ser capaz de poner tu conciencia a ocuparse de ellas”[1].
El matemático Henri Poincaré tuvo una intuición
similar un siglo antes, pues él también sufrió una revelación epifánica durante
un paseo, y expuso su experiencia en una conferencia recogida en este volumen,
titulada La invención matemática (1908),
completada con un artículo de prensa de Poincaré sobre el inconsciente
aparecido poco después, tras haberse producido malas lecturas de las ideas
propuestas por el matemático. En esa célebre conferencia, de cita habitual en
los volúmenes sobre creatividad e imaginación, Poincaré llamaba al inconsciente
“yo subliminal”, y su juicio es tan o más importante (véase p. 82) que la mente
consciente a la hora de explicar por qué se producen las ideas creativas,
matemáticas o no. Poincaré explica que, a su juicio, el yo subliminal o
inconsciente trabaja en la sombra y va descartando por sí solo las hipótesis
menos prácticas, valiosas y originales, espigando sólo aquellas que, además de
ser válidas, son hermosas en un
sentido matemático. Lo que es increíble es que una observación de Poincaré
coincida con las hipótesis actuales de los neurocientíficos:
¿Acaso resulta verosímil que
el yo subliminal pueda formar todas las combinaciones posibles, cuyo número
provocaría el pasmo de la imaginación? Y no obstante parece que así debería
ser, porque si este yo no produce más que una parte de estas combinaciones, y
si lo hace al azar, existirán muy pocas posibilidades de que la buena combinación, aquella que debe
elegirse, se encuentre entre ellas. (p. 88)
Como bien apunta en su prólogo Francisco González Fernández,
recordando las investigaciones del neurocientífico David Eagleman, “la actual
revolución en el campo de las neurociencias ha puesto de manifiesto que la
consciencia no es el centro de la mente, como se creía, sino una función
limitada en un vasto circuito de funciones neurológicas no conscientes” (p.
35). Del profesor Francisco González ya conocíamos su monumental ensayo Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas (Nivola,
2012), en cuya página 475 leemos esta aseveración del matemático Kurt Gödel,
rescatada de la infinidad de notas que éste dejó al morir: a su juicio, en el
trabajo matemático, “la cuestión es descubrir lo que tal vez hayamos producido
inconscientemente”. Este de la relación entre creatividad e inconsciente es un
tema antiguo, pero la científica es una de sus vueltas de tuerca más
sugestivas. Y este librito de KRK es una espléndida introducción al asunto.
[1]
R. Penrose en Susan Blackmore, Conversaciones
sobre la conciencia. Barcelona: Paidós, 2010, p. 244.
[Relación con los autores: cordial. Relación con las editoriales: ninguna]
[Relación con los autores: cordial. Relación con las editoriales: ninguna]
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