El fragmento como núcleo de la escritura poética de
José Ángel Valente[1]
Stefano Pradel, Vértigo
de las cenizas: Estética del fragmento en José Ángel Valente. Valencia:
Pre-Textos, 2018, 325 páginas.
Las primeras líneas de este ensayo no pueden ser
más claras, orientativas y terminantes: “El presente estudio se basa en la
hipótesis de que el fragmento representa el eje, o centro, sobre el que se
construye la mayoría de la escritura lírica del poeta José Ángel Valente” (pág.
11) —y no sólo de la lírica, como apuntará Pradel más tarde (pág. 257)—. Esta
declaración de partida es cierta por entero, siempre que se enfoque desde un prius metodológico básico —nada fácil de
asentar de modo indiscutido— que precisa responder a dos cuestiones complejas:
en primer lugar, qué se entiende por “fragmento”; y en segundo, y no menos
importante lugar, dar respuesta la pregunta acerca de la naturaleza de un
“fragmento poético”. Con el fragmento nos pasa como a Agustín de Hipona con el
tiempo: la claridad intuitiva del concepto es incuestionable hasta que llega el
momento de definirlo. Como bien apunta Pradel, no sólo no es sencillo
diferenciar entre los diversos tipos de fragmentarismo (la estudiosa Camelia
Elias, citada por el autor, distingue hasta 10 tipologías), sino que resulta
arduo diferenciar la forma fragmentaria de las formas breves en general (pág.
41), por no hablar de la dimensión diacrónica, pues en cada época el mismo
término puede hacer referencia a realidades textuales y culturales muy
diversas, algo que queda claro en el sugestivo recorrido diacrónico por
diferentes interpretaciones históricas del reticularismo textual (págs. 42-64)
llevado a cabo por el autor.
Pradel dedica la primera parte
de su riguroso ensayo a un acercamiento a las diversas —y a veces
contrapuestas— visiones del concepto de fragmento, para hacer en la segunda
sección una lectura inductiva del fragmento en Valente, evitando los peligros
de hacerla deductiva, que sería tanto como acudir a los poemas del poeta
gallego con las gafas de ver fragmentos puestas. Muy al contrario, es la propia
poesía de Valente la que brinda pistas al hispanista italiano de cómo debe
entenderse esa cualidad fragmentaria de su obra. A esta perspectiva une Pradel
una propuesta sugerente, la de leer la fragmentariedad en general y la
valentiana en particular desde la discontinuidad de la percepción y la crisis
del sujeto moderno, de forma que sujeto enunciante en crisis y discurso roto
enunciado son causa y consecuencia (pág. 61), una tesis que hemos compartido
desde las páginas de El sujeto boscoso (2016).
Pradel
plantea dos vías claras para estudiar el fraccionamiento discursivo en el corpus abordado: la consideración del
fragmento como régimen visual y como régimen semántico. En el primer sentido,
muy habitual en la poesía de Valente a partir de Interior con figuras (1976), aunque con alguna huella presente ya
en El inocente (1970), la
fragmentariedad “microestructural […] se puede manifestar en primer lugar a
nivel gráfico y formal por medio de un desplazamiento de los versos en la
página, en un uso semántico del blanco y del espacio, en la renuncia de las
formas rítmicas fijadas por la tradición y en la deconstrucción de las formas o
géneros en su mezcla” (pág. 32). Estamos ante una textovisualidad descompuesta, a veces rota o desligada y a veces
atomizada, que alerta al lector del texto poético, especialmente en el caso de
Valente, de que asiste a una experiencia poética que no puede ser aprehendida
de la misma manera que los textos “normales”, entendiendo por tales los poemas
alineados en caja tipográfica unitaria tradicional, como explicara Fernando
Millán para distinguir esa extendida práctica de distribución del poema de
otras más experimentales o visuales.
En
segundo lugar, “también podemos reconocer una fragmentación a nivel semántico”
(pág. 32), un tipo de ruptura menos evidente a simple vista y que es fruto de
repensar lenguaje y sintaxis. Este tipo de fragmento demanda una concentración
lectora, como la de Pradel, que penetre en la estética y en la poética de los
versos y se haga eco de su propuesta de un decir otro / roto, términos
casualmente anagramáticos en nuestro idioma. La tendencia a la ruptura de la totalidad
en esquirlas es natural por cuanto “la totalidad que amenaza al individuo se
presenta a José Ángel Valente bajo la forma política de la opresión de un
sistema dictatorial que controla y abarca toda la realidad” (Carlos Peinado
Elliot, Unidad y trascendencia. Estudio
sobre la obra de José Ángel Valente; Sevilla: Alfar, 2002, 37), una
realidad de la que Valente tuvo que exiliarse, como es sabido. Por ello, si en algún poeta “la escritura
fragmentaria es una escritura de frontera” (Pradel, pág. 41), tanto en los
sentidos textuales como en los semánticos, es en José Ángel Valente. En la
segunda parte de su libro, la más importante tanto por la extensión como por
atesorar el grueso de la carga analítica del autor de Mandorla, Pradel recorre la trayectoria poética de Valente libro a
libro, ejemplificando en cada uno la fragmentación a través de un close reading de poemas concretos, que
estudia con ahínco y profundidad. En la mayoría de los análisis acierta el
autor, aunque cuando examina los primeros libros de Valente nos parece detectar
cierta ansiedad fragmentadora, que le lleva a forzar la argumentación —a
nuestro juicio— en algún momento, como en la página 75, donde se proyecta una
condición esquirlada a un poema que quizá no necesite de esa condición para ser
interpretado. Es obvio que la obra de Valente tiene una rara coherencia, pero
la presencia de líneas reconocibles a lo largo de su carrera no debe ser
confundida con un plan o esquema rector robótico, por cuanto pueden darse
sorpresas y saltos evolutivos en la poética de un autor sin que ello signifique
una traición al espíritu de fondo o al rigor lingüístico que la preside. Dicho
en otras palabras, la tesis de Pradel de la centralidad fragmentaria en la
poesía de Valente no se resentiría en absoluto aunque su primer libro, A modo de esperanza, estuviera por
completo libre de ella, o aludida sólo de forma semántica, en poemas como “El
circo: cinco fragmentos” o “Carta incompleta”. Es natural que sea la madurez de
Valente la que propicie un afinamiento e incluso una radicalización de sus
principios estéticos, y por ello el ensayo de Pradel tiene sus mejores páginas
a partir del preciso examen de Presentación
y memorial para un monumento y hasta la excelente lectura de Fragmentos de un libro futuro, poemario
que, en efecto y como enfatiza Pradel, es una especie de síntesis de su obra y
la meritoria enunciación de una presencia constituida o materializada en la
inminente “ausencia futura” (pág. 247) del poeta y de su voz.
El título del ensayo de Pradel, Vértigo
de las cenizas:
Estética del fragmento en José Ángel Valente, recobra un tema y un término, el de la ceniza, querido para el autor
del poema “Serán ceniza…”. Como ha explicado Julián Jiménez Heffernan, en un
texto insoslayable sobre el poeta gallego, “Basta mirar el poema que abría su
primer libro, A modo de esperanza (1953-54)
para comprender que ya entonces la ceniza era su lecho original de enunciación:
la base –fundamento (Grund) o
precipicio (Abgrund)– de su propia
epistemología poética. Esta circularidad, este vértigo de piedras (o cenizas)
que retornan a su centro, constituye en el poeta gallego un mecanismo de
insistencia figurativa o estancia retórica” (J. J. Heffernan, “Unas palabras
inglesas de Valente”, Los papeles rotos;
Abada, Madrid, 2004, p. 184). En este sentido no sería difícil leer también la
ceniza como la ruina fragmentada de lo ardido, porque orbita alrededor de una
imagen, la de los restos tras el incendio, que le interesaba mucho a Valente,
como recuerda Pradel (pág. 21), como demostró tanto en sus entrevistas como en
sus ensayos —recordemos su lectura de las Pages
brulées de Edmond Jabès—.
En resumen, nos encontramos ante un trabajo de notable calidad
filológica, calidad avalada por el hecho de haber recibido el XVIII Premio
Internacional “Gerardo Diego” de Investigación Literaria, consolidado como un
galardón de referencia en lo tocante a la poesía española contemporánea. El
ensayo está muy bien documentado, aunque en la parte teórica se echa en falta
alguna referencia, como las Poétiques
du fragment (1995) de Pierre Garrigues, o la tesis doctoral, disponible en línea, de Marta Agudo Ramírez, La poética romántica de los géneros
literarios: el poema en prosa y el fragmento (2004). Pero el trabajo de
investigación en la bibliografía sobre Valente es muy meritorio y, sobre todo y
como venimos diciendo, lo importante de Vértigo
de las cenizas es su propia aportación, materializada en dos direcciones:
la primera, la lectura inductiva de la obra de Valente para demostrar que es
ella misma la que crea su fragmentariedad, y no al revés; la segunda, la
explicación clara e impecable de la relación de esa reticularidad con los
procesos de despersonalización desarrollados por Valente, que no dudan en usar
la apropiación, la impersonalidad o las formas enunciativas plurales (pág.
136), entre otras estrategias. Ambas líneas de análisis convergen, en resumen,
en la descripción del poema en Valente “como espacio de la fracturación de la
conciencia, de una multiplicación que manifiesta, en último término, la
precariedad del autor y la ilusión de ser individuo” (pág. 293), en hermosas y
exactas palabras de Stefano Pradel.
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